Enfrentamientos y reconciliaciones

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Mi teléfono empieza a sonar y cuando lo saco, el nombre de "Babe", resplandece con fuerza.

—Bec , ¿dónde estás? —me pregunta con voz cansada— Acabamos de terminar de grabar.

—Estoy esperando un taxi. Yo he acabado hace rato pero estaba reunida con Seul. ¿Cómo te ha ido a ti?

—¿Te ibas a tu casa? —quiere saber, obviando todo lo demás.

—Freen, no quiero discutir.

—Ni yo, Rebecca —contesta algo desesperada—. Estoy agotada, llevo tres días horribles y lo único que me apetece es estar contigo, pero ni eso puedo hacer.

—No es mi culpa precisamente que no hayamos podido pasar ni un segundo a solas en estos tres días —suelto empezando a perder la paciencia.

Se mantiene en silencio por un momento y la escucho suspirar.

—Por favor, Ter, ¿podrías esperarme ahí? Llego en diez minutos.

Su tono derrotado me aprieta un poco el pecho y sé que voy a ser incapaz de negarme, así que acepto su propuesta y entro en la sala de descanso, dejándome caer con fuerza contra uno de los sofás.

Esto es culpa de esa maldita señora. Desde que apareció hace unos días para arruinarnos la reconciliación, no ha dejado de molestar. Está encima de la actriz como si fuese su sombra y cada vez que la veo tengo menos ganas de pertenecer a todo eso.

Sé que estoy más fría y distante con Freen; y odio que sea lo que está pasando, pero no puedo evitar sentirme decepcionada.

Estoy demasiado metida en mis pensamientos para apreciar en qué momento se ha abierto la puerta, pero cuando alzo la vista, mi novia está observándome a unos pasos de distancia.

Veo la duda en sus ojos y me duele que eso sea lo que se refleja y no el amor que sé que me tiene.

—¿Con qué excusa has conseguido librarte de tu madre esta vez? —le pregunto cansada—. ¿O en unos minutos va a aparecer por aquí con algún otro plan al que atarte?

—No seas así, Rebecca, sabes que he intentado mantenerme cerca a pesar de todo, de la forma que fuese, con mensajes, llamadas o visitas rápidas. Y cada vez que he buscado ese espacio, me he encontrado una discusión con ella —me explica sin moverse del lugar—. No me hagas lo mismo, por favor.

Me callo lo que pienso porque no quiero seguir haciéndole daño y me paso las manos por la cara tratando de calmarme.

Parece que mi fragilidad le da fuerzas y se sienta a mi lado para abrazarme.

—Siento mucho lo que está pasando —se disculpa, acariciándome la espalda con cariño—. He acabado entendiendo por qué lo hace.

—¿Vas a justificarla? —le pregunto ofendida, separándome de repente.

No le gusta mi distanciamiento, es más que obvio; está hartándose de ello pues su gesto se endurece.

—Sabe que le he mentido —me cuenta de todos modos—. Siempre ha sido sobreprotectora pero no se suele comportar de este modo tan intenso; así que he entendido que lo está haciendo por eso: a raíz de nuestro fin de semana en Ratchanburi.

—Freen, tienes edad suficiente para hacer lo que te dé la gana sin que eso justifique su intervención —le rebato.

—Lo sé, ¿vale? —accede elevando el tono de voz y levantándose del sofá—. Y he intentado que lo comprenda, pero solo consigo una discusión tras otra, una decepción tras otra. Y no lo soporto. Quiere lo mejor para mí, eso lo sé, pero traté de mostrarle que lo que ella considera mejor no es exactamente lo que yo quiero. Se lo dije, Rebecca. Me planté. Le pedí que me dejara vivir mi vida, que necesitaba mi espacio.

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