—40—
Siento la mano de Freen acariciarme el estómago mientras se desplaza hacia mi cintura. Ejerce una ligera presión para que me mueva y acabo sentada a horcajadas sobre ella.
Me mira desde una distancia ínfima, sus ojos algo brillantes como si estuviera conteniendo demasiadas emociones y sus opciones le siguieran atormentando.
La entiendo perfectamente porque el pecho me arde a mí también, porque me gusta tan poco como a ella esta situación y no tengo ni idea de qué pasará mañana o si volveré a besarla algún día después de esta noche, pero quiero tener el derecho de poder quererla con libertad al menos una vez.
Le beso un párpado y después el otro, en un mensaje silencioso, un mensaje de comprensión. Echarle en cara su falta de franqueza o sus errores no van a servir de nada ahora. Repetir la imposibilidad de todo esto, no va a servir de nada ahora. Su dolor es el mío y pienso arrancárselo de dentro por unas horas.
Busco su boca con calma pero en profundidad. Reiterándole mis ganas, demostrándole que sigo estando aquí de todos modos.
Pone una mano en mi nuca y ejerce una ligera presión para retenerme sobre sus labios. Me sorprende porque ha dejado de moverse, tan solo se mantiene así, pegada a mí, hasta que noto el temblor de estos sobre los míos y dos lágrimas mojarme de repente.
Retiro con suavidad su mano y me separo lo justo para mirarla a los ojos. Al contrario de lo que me esperaba, no los ha cerrado; los tiene abiertos como si pretendiera ser totalmente transparente conmigo.
Le acaricio las mejillas y con el pulgar elimino el rastro que las lágrimas están dejando.
—Freen —la llamo con la voz algo rota.
Ella me agarra las manos y las aleja de su cara, negando con energía y, en un momento, se levanta conmigo encima y nos gira, dejándome tumbada en la cama.
Empieza a besarme con cierta desesperación, insistiendo en destrozarme los labios y manteniendo mis brazos prisioneros de los suyos contra el colchón.
Quiero detenerla, hablar del sufrimiento que la está consumiendo pero cuando baja por mi cuello y me muerde en la base, se me olvida todo.
Mi cuerpo reacciona solo al roce de su abdomen contra mi centro y elevo mi cabeza para buscar su boca que ahora trataba de alejarse para respirar.
Y todo se descontrola porque lo necesitamos. Porque nos necesitamos. Somos el problema pero también la solución. Querernos es la única salida para lo que nos pasa.
Suelta mis manos, pero solo para deshacerse de mi camiseta y volver a retenerlas, sin darme alternativas ni permitirme tocarla. Un juego de seducción y locura que me está atormentando. Ver a Freen siendo así de controladora es precisamente lo que me está descontrolando.
Tiene que liberarme para bajar sus besos por mi escote, pero me mira de un modo peligroso; una orden silenciosa que no pienso desobedecer.
Sonríe satisfecha antes de apresar uno de mis pezones y empezar a succionarlo; y yo no puedo hacer otra cosa que gemir en respuesta.
Si esta va a ser mi tortura, pienso quedarme a vivir en ella.
Elevo mis caderas porque la necesito más que respirar ahora mismo, pero ella retira un poco el peso de mi cuerpo, impidiéndome encontrarla.
Suspiro frustrada y muevo los brazos hasta sostener su culo y presionarla contra mí.
Su respuesta me sorprende un poco más si cabe. Hace un sonidito de molestia y apresa mi pezón con los dientes tirando de él hasta encontrar el límite entre el placer y el dolor.
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Cruce de talentos
RomanceRebecca Armstrong es una escritora novel demasiado introvertida para publicar su arte. Odia con todas sus fuerzas los dramas noveleros que tienden a idealizar el amor y están idiotizando a toda su generación. Freen Sarocha es la actriz emergente má...