Rota

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Después de esa fiesta, mi interacción con Freen se reduce a una prácticamente nula. ¿Cómo iba a saber que expresarle mis sentimientos cambiaría tanto las cosas?

Me arrepentiría sin duda, si no estuviera realmente decepcionada con ella. Y ojalá se quedase ahí, porque el dolor que siento por sus actitudes me está desmoronando por dentro.

Siempre había demostrado ser una persona íntegra, cuidadosa, cariñosa y atenta. Aun sin saber si tenía algún tipo de sentimiento hacia mí, en ningún momento dudé de que era alguien importante en su vida. Al menos, así me hacía sentir.

Hasta ahora. Hasta el maldito momento en que me dio por abrir la boca.

Al entrar a la sala de grabación puedo ver otra vez a ese chico de pelo negro que apareció hace tres días. No hemos cruzado ni una sola palabra, pero siento que lo detesto con todas mis fuerzas porque está interesado en ella de una forma asquerosamente notable.

Me daría igual si Freen lo ignorara, pero se han hecho muy amiguitos y me está costando demasiado asimilar las cosas.

Estoy tan absorta en mis pensamientos que no sé en qué momento alguien se planta a mi lado.

—Se está equivocando —dice Nam mirando en la misma dirección.

—Está haciendo exactamente lo que quiere hacer.

—No —insiste convencida—. Está cometiendo un error.

Me mantengo en silencio unos segundos buscando calmarme, pues diga lo que diga Nam no va a hacerme cambiar de opinión.

—Mira, no sé qué estaba pasando entre vosotras, pero está claro que habíais creado una conexión muy fuerte que iba más allá de vuestros personajes —comenta, girándose para mirarme—. Nunca había visto a Freen siendo tan libre y tan ella misma con nadie que no fuéramos Heng o yo. Estaba feliz.

Siento sus ojos escanear mi perfil en busca de respuestas y agradezco su intención, más no me va nada bien que trate de alimentar mis ilusiones de esta manera.

—Estaba viviendo una mentira —sentencio con amargura.

—Quizá la mentira la está empezando a vivir ahora —tantea.

La enfoco por fin tras su último intento de aligerar mi carga porque necesito de verdad que deje de meter el dedo en la llaga.

—Le dije que me gustaba, Nam —confieso abatida—, que no quería seguir escondiéndome detrás de Jai para besarla, que necesitaba apartar a los personajes del camino. Me quedó muy claro que ella no quiere lo mismo.

—¿Y Amanda? —pregunta, tan directa como siempre; supongo que buscando una salida de emergencia para el error que dice estar cometiendo su amiga.

—Amanda está en las islas, disfrutando de sus últimos días de vacaciones.

—Le encantas —afirma convencida—, fue obvio para todos que estuvo tonteando contigo en mi casa.

    Está evitando mencionarme en esa acusación por el aprecio que me tiene pero interpreto que me está metiendo en el saco también; así que decido sincerarme, advirtiendo el juicio de valor que se está creando. No soy una santa, ni pretendo serlo, pero creo haber actuado honestamente en cada momento.

—Lo sé, a mí Jensen también me gustó la primera vez que la vi. Fue en una fiesta en Londres, meses antes de venirme a Bangkok —le cuento con calma—. Sé a dónde quieres llegar con todo esto, Nam y sí, he estado aceptando ese tonteo porque es reconfortante que alguien se interese en ti de forma genuina y sin limitaciones, ver que existen relaciones sencillas que te hacen sentir bien. ¿Sabes? Me ha invitado a pasar este fin de semana con ella.

Cruce de talentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora