Pai

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—16—

    Después de comer, Freen me pide que la lleve a algún sitio bonito, que a pesar de venir bastante a Chiang Mai, no se ha detenido nunca en Pai para visitarlo.

    Su petición me pone algo nerviosa porque no sé cuál es la realidad detrás de ella. Si realmente quiere conocer el pueblo o escapar de la casa de mi tía para que podamos estar a solas.

    No sé qué implica su viaje hasta aquí, ni las declaraciones que ha hecho. Si cambia algo entre nosotras o si espera alguna cosa de mí.

    —Estás pensando demasiado —comenta al verme tan callada—. ¿Quieres preguntarme algo?

    La miro tratando de encontrar las palabras adecuadas, la pregunta concreta que sintetice todas mis dudas.

    —¿Qué significa que estés aquí?

    —Quería aclarar las cosas entre nosotras.

    —Ya, pero mañana volvía a Bangkok y el martes nos íbamos a encontrar en la productora; y aun así, has conducido doce horas para avanzar los acontecimientos —la presiono un poco buscando una respuesta más sincera.

    Se mete las manos en los bolsillos y camina unos pasos en silencio, sopesando algo, hasta que finalmente, se detiene y me encara.

—No lo sé, Rebecca. No sé qué es lo que me pasa contigo. Creo que nos estamos dejando llevar. Sí. Igual nos estamos dejando llevar demasiado por nuestros personajes y cuando esta historia se acabe, también lo hará la atracción que sentimos.

Esa posibilidad me entristece de una forma inexplicable. No la posibilidad en sí, sino que ella la valore, porque yo tengo clarísimo lo que esto significa, y es que simple y llanamente, me gusta; pero eso es algo que no pienso confesarle y menos cuando ella no está dispuesta a asumir ningún riesgo.

—Entonces, ¿estamos bien?

—Claro, Sarocha —le digo con toda la convicción que tengo, empezando a caminar de nuevo.

Ella acelera el paso para posicionarse a mi lado y siento como entrelaza su meñique con el mío.

    Mantengo el contacto solo unos segundos, antes de romperlo con delicadeza, fingiendo arreglarme el pelo con esa misma mano y la siento observarme de lado.

    No sé a qué pretende jugar exactamente, pero en este tiempo he aprendido, que para ganar hay que arriesgarse y apostar.

    —No lo parece —suelta de repente, colocándose delante de mí e impidiéndome el paso.

    —¿Qué?

    —Que no parece que estés bien conmigo —sentencia con seriedad.

    —Por dios, Freen —me quejo empezando a desesperarme—. ¿Qué quieres de mí?

    —No lo sé —confiesa más sincera que antes—. ¿Puedo no saberlo, Rebecca? ¿Me das ese margen?

    Al mirarla a los ojos, veo cierta súplica en ellos y me siento mal al instante. Que yo tenga claro lo que siento no implica que ella esté en la misma posición.

    —No me gusta que jueguen conmigo, Freen. Ya he sido el experimento de otras personas antes y no es nada agradable.

    —Es que yo no estoy jugando, Bec —me aclara con rapidez—. ¿Por qué no podemos simplemente conocernos y dejarnos fluir?

    —Porque a lo mejor no fluimos ni en la misma dirección ni con la misma intensidad —le rebato.

    —Pues hasta ahora nos estaba yendo bastante bien.

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