Despedida (I)

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—27—

    Empieza a sonarme el teléfono y dejo a un lado mi bocadillo para poder sacarlo del bolsillo del pantalón.

    Al ver el nombre de Freen en la pantalla, no puedo evitar dudar por un segundo si cogerlo o ignorarla, pero mi debilidad gana esta vez.

    —Rebecca, ¿dónde estás?

    —En la azotea —contesto de primeras.

    Sé que si quiere encontrarme va a hacerlo de un momento a otro y es absurdo batallar contra eso.

    —¿Has comido?

    —Estoy en ello.

    Su silencio me da una pista de la incomodidad que siente ahora mismo, pues preferir comer aquí arriba solo puede significar que de algún modo la estoy evitando, a ella o a alguien, ya que el comedor está mucho mejor preparado y por supuesto es un lugar menos caluroso.

    —¿Puedo acompañarte? —me pregunta con cierta duda.

    Y estamos siendo amigas, o es lo que Freen pretende, así que acepto por el bien de nuestra futura amistad.

    En cuestión de pocos minutos, abre la puerta ataviada con dos recipientes llenos de fruta y dos botellas de agua.

    Me mira tratando de leer mi reacción, pero desvío la vista con rapidez como llevo haciendo desde que volvimos a besarnos.

    La escucho suspirar y tomar asiento a mi lado.

    —Noey te estaba buscando —comenta con suavidad mientras abre una de las botellas y me la entrega—. Han adelantado nuestra grabación.

    —Gracias —le digo cogiéndola—. ¿Por qué han cambiado los horarios?

    —Nam no se encontraba bien.

    —¿Ha sido culpa tuya?

    —En todo caso tuya —me rebate divertida—. Eres tú quien empezó la ronda de virus.

    Coge una cereza y se la mete en la boca de forma despreocupada y yo me quedo clavada un poco más de la cuenta en ese gesto.

    La actriz lo aprecia, estoy segura, pero prefiere interpretar algo distinto a lo que ocurre en realidad.

    —¿Quieres? —me ofrece.

    No me esperaba que al asentir, me acercara ella misma una a los labios.

    Sus ojos siguen mi movimiento sin ninguna clase de tapujo y yo no puedo hacer otra cosa que carraspear un poco nerviosa y alejarme.

    Por dios, qué está haciendo.

    El silencio que acompaña a este intercambio debería haber sido significativo para ambas y no sé exactamente en qué piensa ella, pero desde luego yo, lo esquivo de manera deliberada.

    —Creo que deberíamos hablar —dice con más seriedad.

    —Sí, ¿verdad? Yo también me estaba preguntando cuándo podremos ver el siguiente capítulo de How to get away with murder. Conseguiste engancharme.

    Me mira sin poder creérselo y yo estoy a punto de golpearme la cabeza con la mano por idiota.

    —Rebecca.

    Tengo que pararla. Hacerle entender de algún modo que lo deje correr; que darle importancia es mucho peor para ambas.

    —No, ¿sabes qué? —insisto—. Que yo no creo que tengamos nada de lo que hablar. Somos profesionales, estamos actuando y nuestros personajes son más compatibles que nosotras. Dejemos que fluyan y se despidan como quieran.

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