La calma

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—¿De verdad tengo que ir? —me pregunta por quinta vez con una expresión enfurruñada.

Es inevitable que sonría, porque Freen se está permitiendo ser una cría de cinco años cuando siempre se comporta de forma extremadamente correcta.

Quizá no va a ser tan difícil eso de sentirse libre conmigo.

Le agarro la mano con la que no sujeta el volante y la acaricio con calma.

—Tu hermana te está esperando —le digo poniendo algo de razón en todo esto—. Esta mañana me has dicho que llevas dos meses sin verla.

—¿Por qué empiezas a defenderla justo ahora, Rebecca? Creía que te caía mal.

—Tuvimos un malentenido —le rebato entre risas—, pero no pienso guardarle rencor por eso y menos sabiendo que es tu hermana. Preferiría llevarme bien con mi cuñada, gracias.

Freen me mira de un modo curioso y por un momento, temo haberme sobrepasado con este último comentario, pero cuando se detiene en un semáforo y me roba un beso rápido, se me pasa todo.

—Que no sea demasiado bien. No quiero tener que ponerme celosa de Neung, ya me va a fastidiar suficiente cuando sepa que estoy rebelándome contra el mundo.

—Contra tu madre, dirás. Al mundo debería darle lo mismo con quién te acuestas.

Teerak, se mueren por saber con quién me acuesto, asúmelo. Hacen apuestas sobre ello.

—Muchas votan por mí —presumo orgullosa—. Somos Jailaw.

Freen achina los ojos desafiándome, con una sonrisa de medio lado que le borraría a besos. Es que ese gesto me vuelve loca.

—Pero con quien voy a casarme es con Anong —suelta la muy descarada—; y Red Sun me ata a Heng. Estás en desventaja.

Si pretendía molestarme, lo lleva claro, porque después de sus confesiones de anoche, sé muy bien lo que significo en su vida.

Tiro de mi cinturón para poder acercarme a ella, que mira de reojo mi movimiento. Planto mi mano en su muslo mientras le recorro el cuello con la punta de la nariz y siento cómo se estremece.

—No he visto que ninguno de ellos te acelere como yo, Babe —le susurro en el oído.

Me aparto con rapidez, recolocándome en mi asiento con una sonrisa triunfante, pues su gesto se ha tensado de repente como si hubiese querido más demostraciones.

—Recuérdame por qué te estoy dejando en tu casa, Rebecca.

—Porque tu hermana te está esperando desde hace diez minutos —le contesto soltando una carcajada.

—Neung siempre ha sido demasiado inoportuna.

***

Subo las escaleras despacio sintiendo un pequeño nudo en el pecho. Despedirme de Freen con un simple abrazo me ha parecido totalmente insuficiente, pero entiendo que es un personaje público y está en el punto de mira, algo a lo que no sé si voy a poder acostumbrarme.

Yo tampoco me hubiese separado de ella, no después de lo que hemos experimentado estas últimas 24 horas, aun así, sé que tenemos tiempo de sobras y una vida con la que seguir.

«Freen: Recuérdame una última vez por qué me has obligado a dejarte».

Sonrío como una idiota al leer su mensaje.

«Becky: No cojas el móvil mientras conduces».

«Freen: Sigo en la puerta de tu casa, por si te arrepentías y volvías corriendo a darme mi beso de despedida».

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