Miguel Capítulo 25

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La segunda semana comenzó esa mañana, Miguel no se encontraba bien, no había dormido mucho y le escocían los brazos por los arañazos, cogió el teléfono y llamó a Claudia, necesitaba escuchar su voz, quizás no estaba despierta pero le dio igual.
- Miqui buenos días. - Respondió ella con voz de dormida.
- ¿Estabas dormida? perdón - Respondió el preocupado.
- No tranquilo, necesitaba despertarme ya, mi alarma ha sonado hace 10 minutos, gracias.
- Denada.
- ¿Cómo estás?
- Mal.
- Me lo imaginaba, hoy hace una semana.
- Lo sé, desgraciadamente lo sé. - Contestó con las lágrimas comenzando a brotar por sus ojos. - Hecho de menos a mí familia, mucho, despertarme con los gritos de los pequeños, pasar las tardes con mis hermanas viendo series y criticando, hablar con mi madre, ayudarla con la casa, te diría que también echo de menos ver a mi padre pero con sus horarios de trabajo le veo lo mismo aquí que en casa.
- Es normal que estés tan nostálgico, llevas una semana encerrado, no sabes cuando vas a salir pero no puedes dejar que eso pueda contigo.
- Lo sé pero hoy está pudiendo y mucho.
- Levántate de la cama, lavate la cara y haz algo que te distraiga porque si sigues así vas a ir a peor y no va a haber quien te saque, tienes que ser tú ahora el que haga el esfuerzo de luchar.
Miguel lo sabía pero no tenía fuerzas y no quería moverse de la cama, estaba agotado de existir y quizás dormir podía acercarle a no existir, ya que mientras dormía el tiempo pasaba rápido, podía acelerar la vida hasta su salida durmiendo y podría no sentir nada mientras lo hacía.
- Miguel por favor sal de ese bucle, no te metas ahí no te dejes caer porque será peor, si no lo haces por ti hazlo por mí Miqui, te quiero. - Le suplicó ella.
Miguel lo hizo porque también la quería, no porque tuviera fuerzas para ello.
- ¿Qué puedo ponerme hoy? - Preguntó él y llenó a Claudia de felicidad, la que él no tenía, ella le eligió la ropa sin poder verla pero imaginandola según las palabras de su chico.
Una vez Miguel terminó de vestirse se despidió de Claudia, salió al pasillo donde todas las mañanas se cruzaba con sus amigos e ibán juntos a desayunar, la primera en aparecer esa mañana fue África quien estaba igual de triste que él.
- ¿Has llorado? - Le preguntó este.
- ¿Cómo te has dado cuenta tan rápido? - Preguntó ella desconcertada.
- Nunca te maquillas tanto para ir a clase, este curso solo lo has hecho cuando Diego te destrozaba con sus desprecios y dudas.
- Bien visto Sherlock, tú también has llorado.
- Si, he hablado con Claudia y me ha recordado que hoy hace una semana.
- Ya. - El tono de África sonó más alicaído tras escuchar esa frase. - Ojalá hoy acabase todo.
- Ojalá.
Los siguientes en aparecer fueron Valentín y una muy sonriente Ainara, África entendió esa sonrisa al verla y se llevó a Ainara lejos de los chicos para poder hablar, con ellas lejos ellos también hablaron, Miguel también entendía esa sonrisa, esa sonrisa hablaba sola.
- Habéis tenido buena noche eh pillín. - Bromeó Miguel dándole un codazo a su amigo.
- Ha estado bien la verdad, no ha sido la mejor pero ha sido su primera noche entonces imagínate como está.
- Como yo hace unas semanas y como tú hace unos meses y como África hace dos años y como Robin hoy. - Miguel se dió cuenta de su cagada al momento.
- ¡Robin también! - Exclamó su amigo sorprendido.
- Bueno, no, no sé la verdad. - Respondió Miguel nervioso intentando ocultar su cagada.
- Si que la note contenta anoche, igual de contenta que Ainara no porque Ainara está pletórica, pero sí que se le veía un brillo diferente.
- No, no, olvidate no creo que sea por eso, Robin es muy inocente.
- ¿Seguro? porque la estoy viendo llegar y su cara no dice lo mismo. - Robin llegó junto a Fernando y Hugo recordando momentos de la tarde pasada y sonriendo con la cara roja como un tomate, hasta que se dio cuenta he intentó disimularlo pero no pudo hacerlo muy bien ya que pronto Miguel llamó a Ainara y África y cuando vio a la segunda los colores de su cara cambiaron a rojo de nuevo, cada vez la tenía más cerca, no dejaba de mirarla a los ojos, ni África a ella, sonriente, con esa sonrisa que tan loca volvía a Robin, con su corazón desatado. Cuando ya la tuvo del todo juntó a ella sus manos se juntaron en una fracción de segundo y ninguna quería soltar a la otra, ninguna estaba incómoda, las dos tenían el corazón a mil y mil ganas de besarse. Pero bueno sigamos con la historia de Miguel.
Ese día tocaba religión a primera, como siempre Rosario se durmió, está vez la encargada de la campana no fue Ágatha, Rosario la había cambiado de sitio y en su lugar habían puesto a Alis una chica calladita de última fila, Ágatha había sido movida a la última fila. Para esa hora Miguel ya sabía todo lo que le pasaba a Ainara y Robin también, está última lo adivinó más porque las dos estaban viviendo las mismas sensaciones. Robin y Ainara se sentaban detrás de Miguel y África por lo que se pasarón toda la hora hablando.
- Vale se lo tímida que eres y no te voy a presionar pero tengo mucha curiosidad ¿Que puedo preguntar? - Dijo Miguel en un tono suplicante.
- Vale después de planear el plan yo me fuí a mi habitación y él me dijo que si me acompañaba, yo le dije que sí, haber puedo llegar sola pero sí por qué no, no pensé que pasaría nada, solo hay que majo me quiere acompañar, seguro que él ya lo tenía todo pensado pero bueno, el caso es que una vez allí nos comenzamos a besar una cosa llevó a la otra y solo me tocó pero como toca y hasta ahí voy a leer. - Explicó Ainara.
- Suficiente mi curiosidad ya se calma con esto. - Dijo Miguel entre risas.
- Es tán bonito cuando sale bien. - Comentó Robin con la típica sonrisa tonta pensando en lo que había vivido ella hacía unas horas, Ainara la miró como se dejaba llevar por sus sentimientos y no le hizo falta preguntar nada.
- Me da que lo dices por algo que no nos has contado, yo también soy un poco cotilla ¿Que pasa Robin? - Dijo Ainara con un tono de voz curioso.
Robin miró a África buscando su aprobación, está le respondió “Adelante” y no hizo falta más para que Ainara lo supiese todo.
- ¿Desde cuándo? - Preguntó Ainara.
- Principio de curso. - Respondió África.
- ¿¡Y cómo así yo no sabía nada!?.
- Somos muy sigilosas, como dos gatitos.
- ¿Quién más lo sabe? ¿Puedo contarlo?
- Nadie - Contestó África guiñandole un ojo a Miguel. - Y no, todavía no hay ninguna “relación seria” por así decirlo.
Mientras los amigos seguían hablando Alis tocó la campana y un profesor calvo, con gafas y bajito que nadie nunca había visto irrumpió en el aula.
- Buenas, solo venía a comentaros que acabamos de tener una reunión con el director y hemos decidido que no va a haber exámenes en lo que queda de curso, os evaluaremos según vuestro comportamiento y trabajos, seguir con la clase.
Una vez soltó la bomba se fue, todos se quedaron desconcertados.
- ¿Conocéis a ese profesor? - Preguntó Miguel extrañado, todos respondieron que no lo habían visto nunca, incluso preguntaron a más compañeros y nada, nadie le había visto nunca.
- Yo no entiendo nada, Rudolf ama los exámenes dice que es imposible calificar a un alumno sin saber si sabe demostrar todo lo aprendido ¿A qué viene esto? - preguntó África desconcertada, nadie supo qué responder.
Miguel no entendía nada pero cada vez estaba más claro que nada normal estaba sucediendo en ese centro y miedo le daba hasta donde podía llegar su director, quería irse de ahí lo más rápido posible, antes de que se le ocurriese hacer ninguna locura, no quería estar ahí ya nunca más y la comida de ese día le dejó más claro que nada normal estaba pasando, ensalada de lechuga, tomate y zanahoria, sopa de pollo y yogur. Las raciones seguían siendo escasas, Miguel podía ver el fondo del plato sin esfuerzo pero ese día al menos tenían postre.
Una vez terminaron la comida salieron al patio trasero todos juntos, África se fue a llamar a su madre y Miguel hizo lo mismo, el a diferencia que su amiga le hizo una videollamada a toda su familia.
- Hola Mamá.
- Hay mi Miguelito ¿Como estás? te noto cansado ¿Duermes bien?
¿Has comido? No te peinas mucho ¿Verdad? - Le acosó su madre a preguntas cuando descolgó el teléfono.
- Estoy bien, cansado porque no duermo mucho y estamos teniendo pesadillas todos, la misma todas las noches, he comido pero poco porque tampoco nos ponen mucha comida y me peino cada dos días, como siempre.
- Pues peinate más que con esa melena que Dios te ha dao’… Algún dia te arrepentiras de cómo la cuidas, te voy a enviar un bocata porque se te marcan los huesos de las cejas y pon un vaso de agua en lo alto del armario para espantar a los espíritus, dile a tus amigos que lo hagan también si baja el agua funciona y si no os han echado un mal de ojo, te enviaré el ungüento de la abuela también.
- No hace falta mamá.
- Sí, sí hace, que los males de ojo no son un juego de niños, ¿Te recuerdo lo que le pasó a la tía Sara palo, Miguelito?
- ¿¡Es Miguel!? -  Exclamó Yolanda acercándose corriendo al teléfono. Ohiane la escuchó gritar desde su cuarto y salió corriendo directa al salón con su madre y su hermana, Dalia que estaba en el baño terminó lo más rápido posible al escuchar a Yolanda gritar para ir con sus hermanas a verle.
- Uy ¿y está estampida de mujeres? - Preguntó su madre entre bromas.
- ¡Miguel te echamos de menos! - Exclamó Ohiane lloriqueando.
- ¿Cuándo vuelves? - Preguntó Dalia.
- Cuando vuelvas tenemos que pasar una noche juntos, como cuando dormíamos en la misma habitación en la casa pequeña. - propuso Yolanda.
- Y que se venga Claudia.- Añadió Ohiane.
- Pero nada de besarla delante de nosotras, puaj. - Exclamó Dalia asqueada.
Miguel se emocionó y tuvo que limpiarse las lágrimas un par de veces mientras escuchaba a sus hermanas hablar y recordaba todas las noches que pasó juntó a ellas en esa casa. Un sonido de llanto les interrumpió, erán Luis y Kevin que se habían vuelto a pelear, la madre tuvo que dejar solas a sus hijas con el mayor por teléfono para ir a separar a los pequeños, una vez los dos estaban más tranquilos los llevó al salón para que saludaran a su hermano.
- Nos hablas muy poco de tu novia eh. - Le picó Ohiane.
- Mejor no quieres que te cuente muchas cosas. - Respondió Yolanda entre risas.
- ¿No tendrá Claudia algún hermano para la Yoli? - Preguntó Dalia.
- Déjate de cuentos que yo estoy muy bien sola. - Contestó Yolanda.
- La abuela dice que con esa actitud te convertirás en una solterona. - Respondió Dalia.
- Es mejor que no le hagas mucho caso a la abuela. - Le recomendó Miguel.
- Hola. - Saludaron los dos pequeños al unísono a regañadientes al ver a su hermano.
- Hombre las pequeñas fieras. - Contestó esté entre risas intentando no llorar más.
- Suéltalo todo Miguel hijo, llora si lo necesitas, esa no es la educación que te he dado. - Le dijo su madre al ver como se mordía el labio con la cara roja y los ojos hasta arriba de lágrimas contenidas.
- Esque… - Intentó excusarse él antes de que le cortase su madre.
- Es normal cariño, llevas una semana ahí dentro sin saber nada del exterior ni de lo que pasará, si, tienes que intentar estar bien pero tambien tienes que llorar cuando lo necesites, nosotros estámos bien y te queremos y Claudia también y también te quiere, por eso no te preocupes, estate bien, sonrie, rie diviertete porque lo necesitas para estar bien, pero permítete estar mal cuando lo sientas. - Las lágrimas de Miguel no dejaban de brotar mientras escuchaba las palabras de su madre, se dejó llevar por sus sentimientos y acabó llorando como un bebe. - Muy bien, ya está, ahora respira, relájate y vuelve con tus amigos, despéjate con ellos, echaros unas risas, lo que sea, vale, nosotras estamos bien.
¿Cómo podía conocerle tan bien su madre si ni siquiera le había parido? si ha crecido con ella y es su madre, pero a veces siente que le conocé mejor que ha sus hermanos, cada día tiene más claro que cualquier persona que no conoce a sus hijos es porque no quiere, su madre tiene 6, se está sacando una carrera mientras les saca adelante con su marido haciendo horas extras para poder pagarlo todo y tiene tiempo para conocer a los 6 mejor que a ella misma.
Ella era la mujer que peleó durante años con una interminable lista de espera y un papeleo más interminable aún para poder tenerle ¿Como no iba a quererle y conocerle? Necesitaba salir de ahí, abrazarla y decirle lo mucho que la quería ahora, no quería esperar otra y otra semana más.

Miguel
No aguantó más, me voy a escapar.

Ese mensaje de auxilió le llegó únicamente a su pareja, Claudia. Miguel estaba harto y se plantaba aquí, si tenía que huir de alguien lo haría, lo que fuese con tal de salir de ese centro ya.

Claudia
Miguel por favor no hagas locuras, llámame cuantas veces lo necesites pero no te pongas en peligro por favor.

Le contestó ella, peró él la ignoró, estaba harto de llamadas, de mensajes y de llorar, quería salir y punto.

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