𝐴𝑛𝑡𝑜𝑛𝑖𝑜 𝑦 𝐷𝑎𝑟𝑖́𝑜

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   Alessandro Bianchi no fue el único ser humano que le demostró a Rodrigo Carrera que el karma existe.

Darío Manzoni, estudiante de intercambio, le enseño lo mucho que puede doler la pérdida de un amigo a causa de una estupidez suya.

Encontrarse en una etapa muy inmadura lo llevó a recibir noticias impactantes, como fue el fallecimiento de su amigo de quince años.

Hablaremos del tema que dejó a Carrera con un peso encima y del cual hasta el momento sigue prefiriendo lamentarse en silencio que charlarlo con alguien de confianza, incluso con un profesional.

Pero, ¿cómo llegó a ello?

Bueno, todo dio comienzo con una rivalidad que estuvo de pie desde primer año.

El bolzanés sufrió la desgracia de compartir estudios con Antonio Matteo   Rizzo, con el que tuvo un pasado muy amable.

Ellos fueron amigos toda la primaria, mantenían una amistad de años hasta que la adolescencia los atacó ferozmente.

Antonio y Rodrigo a comienzos de clases seguían siendo amigos, pero el pelinegro empezó a juntarse con otras personas, las cuales no eran del agrado del castaño.

Como recién empezaban, los directivos les daban la oportunidad de cambiar de salón.

—¡Buen día, chicos! Quiero que me digan quienes se van a querer cambiar así los anoto. — Informó la preceptora.

El ojiverde estaba seguro de que ni él ni su mejor amigo se iban a cambiar, así que siguió en lo suyo.

Sin embargo, al ver pararse al pelinegro, lo observo con confusión.

—Voy a tirar algo. — Dijo Antonio con cierta obviedad.

—Bueno.

No tan convencido, miro sus pasos y cuando lo vio acercarse a la mayor, entró en pánico.

Ver cómo movía su lapicera sobre la hoja de papel, la tranquilidad que lucia Antonio... Simplemente hacia que la cabeza de Carrera no dejará de dar vueltas.

—¿Qué le dijiste a Alice?

—Nada, que me falta entregar unos papeles. — Respondió sin interés.

Sin querer preguntar más, guardo silencio, tratándose todas las preguntas.

No era boludo, estaba seguro de que le había dicho sobre cambiarse, pero no podía decirle que pensaba eso, ya que su amigo era capaz de empezar una discusión para demostrar que no era cierto.

Le enojaba mucho que hiciera eso, él siempre quería tener la razón y no siempre la tendría.

Sin embargo, lo quería mucho, por lo que no era capaz de decirle lo mucho que le molestaban algunas de sus actitudes.

「🧩」

  Era una mañana común para el castaño, se encontraba llegando a su asiento, pero algo hizo que se detuviera en la puerta.

El pelinegro estaba guardando sus cosas con apuro y una sonrisa alegre en su rostro.

Sintiendo como se formaba un nudo en su garganta.

¿Acaso iba a llorar por eso?

—¿A dónde vas? — Interrumpió Rodrigo el paso de su amigo, borrando su llamativa sonrisa.

—No te importa.

No fueron las palabras que utilizó lo que lo debilitó, fue la forma en la que lo dijo; su voz seca y sus ojos perdidos y sin brillo alguno.

𝐀𝐥𝐞𝐣𝐚́ 𝐚 𝐭𝐮 𝐠𝐚𝐭𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐢́𝐨! - 𝘳𝘰𝘥𝘳𝘪𝘷𝘢𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora