13 - Ese era mi secreto

497 46 9
                                    


Draven

Apenas llegamos al palacio caminé directamente a ducharme porque el olor a comida se impregnó en mi ropa y era desagradable, preferiría el olor de la sangre o el humo de la pólvora.

Me encontraba en mi alcoba, sacudiendo mi cabello con la toalla para que se secara más rápido.

—Recuerdas cuando golpeaste a Tristán cuando se llevó a tu perro sin permiso.

Lo ignoré por un momento mientras me sumergía nuevamente en mis pensamientos y en la horrenda vista simple del frente.

Guerra.

Asesinatos.

Silencio.

Ese estúpido silencio que me molestaba cada vez que ella estaba frente a mi.

Tendré que estar más cerca de ella, mandé a que la vigilara, pero los inútiles guardias no servían para nada, si no fuera por la intervención de Tristán ya los hubiera disparado directamente en la cabeza.

Ada, ¿A quien estás escondiendo?

Si me acerco para conquistarla, tal vez logre que se sienta más en confianza conmigo. Podría fingir que me revelo contra Darian a algún engaño creíble, así será más probable que ella suelte y revele todo, facilitando para llevar a prisión.

Intenté acercarme como un general a un jinete o soldado, pero era muy debilucha. Intenté seducirla, pero se alejaba más.

Quizás un regalo podría impresionarla más como una joya, tal vez un anillo de oro. Pero no, a ella le atraían los colores y los objetos peculiares, lo noté cuando sus ojos se iluminaban al explorar los rincones de mi oficina y algunos elementos de la feria. Prefería lo simple, igual que su nombre. Ada... ¿Quién fue el insensato que decidió llamarla así? Adivinaré, su padre.

Con Lucelia nunca tuve problema en acercarme, pero con Nada resultará más difícil de lo que creí, pero a su vez fácil.

—Draven— me volvió a llamar en un tono de regaño alejándome de mis pensamientos

—Si, cuando se llevó mi perro le di un golpe en toda la cara— dije sin importancia—le hice un favor porque se le salió un diente de leche.

El ansiado se puso a un costado de mí, movió otra silla y se sentó para acompañarme.

—No has cambiado nada.

—Tampoco pienso hacerlo, así soy y si no te gusta ahí está la puerta.

Negó con la cabeza.

—Eres difícil como tu padre. 

—En fin, a qué viene tu comentario del perro— mientras más rápido termine su consejo o lo que quiera decirme, será mejor.

—Que sigues siendo posesivo.

—Ya.

—Lo que me sorprende es que pensé que ya no lo eras, hasta que te vi con la chica Bellidense.

Lo miré desafiante, me molestaba que le diera vueltas al asunto.

—Ahora tu mente está ocupada en una figura femenina. Te agrada la compañía de la señorita Arlert, por lo que he visto.

—Sabes perfectamente que ella no es mi tipo de mujer. Su manera de responder a veces es muy tajante y en algunas veces me resultaba algo entrometida. Sabes perfectamente quien es mi tipo de mujer.

—Así es, por lo mismo la estoy mencionando, porque prefiero creer que las anteriores no lo eran.

Desvié la mirada, sentía la mandíbula tensa, mis hombros rígidos. Me pareció una estupidez el comentario inapropiado de Sebastián. Sabía bien que él debía mantenerse en su papel de consejero del rey, no para aconsejar al general principal del ejército de Alargmonth.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora