29 - Tiré del gatillo

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Ada

Una información por un beso.

No podía creer hasta donde había llegado.

Seguía pensando en lo de ayer, en el rey cuya voz melancólica y deprimente me inspiraba cierta pena por lo solitario que parecía. Pensaba en ello una y otra vez mientras caminaba por el campo de entrenamiento, sumida en esos pensamientos que no me dejaban en paz.

Jóvenes de complexión fuerte entrenaban intensamente, enfrentándose en combates cuerpo a cuerpo. Algunos les hacían barra, mientras otros se sentaron alrededor observando atentamente cada movimiento, cada posición, cada técnica de combate. La disciplina reinaba en el ambiente, todos conocían bien el significado de la seriedad en este lugar. Su dedicación no solo se debía a su rey, sino también a sus líderes y generales, quienes inspiraban fuerza.

Continué caminando con el uniforme que alguna vez llevé. No me gustaba del todo, por lo que resaltaba lo flácido de mi cuerpo, desenterrando inseguridades que preferiría mantener ocultas. Mi cabello estaba trenzado, entrelazando un mechón blanco con el resto de mis cabellos color negro como el carbón.

Llegué a encontrarme cerca del general de ojos dorados, rodeado por otros líderes. A su lado estaba la mujer llamada Margot, lucía radiante con un rostro de sirena y un cuerpo perfectamente moldeado y tonificado. Era una de las pocas mujeres con una complexión curvilínea, en contraste con las demás, que mantenían su masa muscular y brusquedad al tratar con el resto.

Su presencia era tan impactante que le hacía bajar la autoestima a cualquier mujer de aquí. Sus ojos azules me miraron fijamente de manera seductora, nuevamente me estudió de arriba hacia abajo como si encontrara muchas imperfecciones en mi. Yo sabía quien era, mi cuerpo era de una joven de casi dieciséis años que se le quedó la pubertad en el medio del camino. Carecía de curvas, de gracia, mis pechos cada vez iban desapareciendo en vez de aumentar. Por primera vez me preocupé por mi apariencia viéndola a ella.

De repente, Margot le susurró algo al oído y, en un instante, Draven me miró. Su rostro no mostraba ningún rastro de sorpresa, mantenía la expresión fría, de piedra como siempre.

Se encontraba de pie, erguido como de costumbre, con esa misma figura autoritaria y prepotente. Aunque odiaba admitirlo, se veía increíblemente apuesto con su uniforme, que era diferente al de entrenamiento.

El traje, completamente negro con pequeños detalles en azul, acentuaba aún más su elegancia y marcaba más sus aires de arrogancia pura. El pantalón ajustado resaltaba sus piernas largas y tonificadas, haciendo que su figura destacara con cada movimiento.

—Ya sabes dónde está tu puesto— Me señaló sin quitar la severidad en su mirada ni en su voz.

El poste de madera.

No dije nada, solo caminé, escuchando los murmullos de los jinetes que estaban cerca.

—No te di permiso para moverte —dijo con firmeza.

Que indeciso.

Solté un suspiro cargado de ira, con ganas de darle un golpe en la cabeza.

Me volteé para desafiarlo mirándolo sin mostrar ninguna expresión. De repente, escuchamos unos disparos que llamaron mi atención. Giré para ver de dónde provenía el sonido y descubrí que estaban practicando con un rifle.

Un grupo estaba preparándose para apuntar, era una fila de seis columnas, unos estaban agarrando mal el arma y a otros les costaba cargarlas.

—Te estoy hablando—volvió a alzar la voz para que lo volviera a mirar.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora