36 - Un alma rebelde

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Draven se negaba a subir el cierre de mi vestido, así que, para que accediera a ayudarme, tuve que amenazarlo con que no volvería a su oficina. No podía caminar por los pasillos como una loca, con el cierre abajo dejando mi espalda al descubierto. Me daría mucha pena.

—Te ves más hermosa sin el vestido— me dijo mostrándome una sonrisa llena de picardía.

—Prefiero cargar el vestido, antes de que me vea uno de tus guardias.

—¿Cúal vestido?— su mano se apodero de mis muslos, subiendo el vestido como si quisiera quitármelo nuevamente.

—¿Desde cuando tus manos son tan inquietas?—sujeté sus muñecas con fuerza aunque para él pareciera que le estuviera haciendo cosquillas.

Seguíamos en su oficina, el sentado en su silla y yo encima del escritorio mirándolo un poco desde arriba. No lo sé, simplemente él me sentó aquí, la vista era admirable para mi y estaba más que segura que también lo era para él.

—Desde que me tuve el privilegio de verte desnuda encima de mi escritorio— intentó zafarse de mi agarre.

—Draven, ya basta— me reí al verlo tan inquieto, parecía un niño pequeño—¿Tendrás reunión más tarde?

—Si, debo reunirme una vez más con los generales de equipo y algunos líderes de ambas naciones sobre el traslado—comentó contemplándome, recorriendo sus ojos por mi rostro luego por mis pechos y después volvió a conectar mirada conmigo.

El general se acomodó en su asiento aprovechando sujetar mi tobillo para besar el dorso de mi pie descalzo con delicadeza y luego su nariz recorrió mi pierna sintiendo su respiración, dejándome unos cortos besos logrando ponerme muy nerviosa y que la piel se me erizara todavía más.

—¿Qué piensas sobre el traslado a Croma?—tenía ganas de preguntarle desde que entré.

Draven dejó que mi pie se apoyara en uno de sus muslos mientras el acariciaba mi pierna con la palma de su mano de arriba hacia abajo. Se quedó un poco pensativo como si la noticia le cayera también de golpe.

—¿Sabes cuál es la regla número dos, de la sección de conducta del libro de los jinetes?, espero que hayas leído el manual.

—No general—suspiré soltando una pequeña sonrisa—deberías prestarme ese libro, para poder defenderme.

—Cualquier general o líder no puede refutar ni contradecir las órdenes de su máxima autoridad que es el rey—me miró serio desanimándome por completo— Y esa regla no la cree, sino mi adorado rey.

—Entiendo.

Sentía un ligero dolor en el corazón.

—Pero no lo aceptas, lo sé—me odiaba que ahora me conociera tan bien—Es hora que vayas asimilando la situación, pero como me importa poco, te buscaré sea como sea para verte. o ¿No me quieres ver?.

—Si, aunque será muy difícil— dije muy desanimada.

Qué estúpido era mi corazón por permitir que surgieran sentimientos por Draven. Sabía que no debía dejarme llevar, pero cada vez que estaba cerca de él, una mezcla de emoción y confusión me invadía.

Era frustrante no poder controlar mis tontos sentimientos, arrastrándome a un camino que sabía que no debía seguir.

Él se levantó quedando casi a mi altura, inclinando un poco para dejar un beso corto y suave en mis labios.

—Siempre te encontraré.

—Siempre es mucho tiempo Draven.

Me sonrió, tal vez para aliviar el desánimo que traía la noticia, y, de forma impulsiva, lo abracé. Rodeé su cuello con mis brazos, mientras mis ojos se perdían en la alta ventana detrás de él, contemplando un sinfín de posibilidades con mi general. Sentí como el correspondió mi abrazo acariciando mi espalda con suavidad.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora