—En cualquier momento puede venir y tengo miedo.
—No debes tenerle miedo—dije muy calmada.
—Lo dices porque no has visto lo cruel que puede ser—Replicó mi amigo en un tono muy agudo.
— ¿Y qué crees que va hacer?, ¿Cortar mi cabeza ante el pueblo?
—Si, él odia a los humanos.
—Ajá sí, y yo también.
Sus pasos desesperados sonaban por todo mi taller.
—Debes ir o ¿Quieres que destruya este lugar?. Es todo lo que tienes— dijo insistente.
—Tibe, podrías hacer silencio por unos minutos, por favor, intento concentrarme en terminar esta máscara— me quejé — y para que estés tranquilo si iré, posiblemente vaya a declarar ante él quizás mañana o la siguiente semana— me encogí de hombros sin darle importancia al asunto.
Tiberius, mejor conocido como Tibe, era mi miedoso amigo de la infancia. Alto, de contextura delgada como la rama de un árbol, cabello pelirrojo como la calabaza y unos grandes ojos verdes muy bonitos.
Se calló, pero no fue porque se lo pedí, sino porque escuchamos el tintineo de la campana de la entrada, después hubo un silencio incómodo, a duras penas se escuchó el rechinar de la puerta antes de cerrarse y unos pasos firmes, misteriosos y lentos de alguien.
Pude verlo, era él.
El sujeto llevaba la máscara de un demonio color rojo con colmillos que sobresalían de su boca con acabados grotescos y rectos que cubría todo su rostro.
Siempre venía vestido con un largo abrigo negro que cubría todo su cuerpo, una capucha que escondía su cabello y unos guantes rojos de cuero que cubrían sus manos del frío.
Solté un suspiro tranquilizador, recité las palabras de bienvenida, aunque aquel sujeto era un cliente frecuente, igual por ley debía hacerlo.
—Bienvenido al Taller Ahren donde podrás encerrar a los monstruos a través de un nuevo rostro. ¿En que lo puedo ayudar señor Wolanski?
En las cuarenta y ocho veces que ha venido, nunca ha hablado, siempre me entregaba una nota para que pueda leer su pedido.
Sabía de memoria lo que iba a solicitar.
Ya estaba acostumbrada a fabricar máscaras para gente extraña como él. Sin embargo este era un cliente muy especial y raro en todo el sentido de la palabra.
Siempre solicitaba un diseño en particular y con el material más caro.
Por lo general las máscaras clásicas las cuales estaban hechas de cerámica, tenían un valor de 50 kenoles moneda del reino de Billinberg.
Me he dedicado a ser fabricante de máscaras por mi padre, él me inculcó este oficio desde que tengo uso de razón. Podría decir que ahora esta era mi vida.
Solíamos fabricar con diferentes materiales, pero había uno que era muy difícil de conseguir y el más solicitado por el señor Wolanski. Era la madera roble blanco de invierno, el diseño de la máscara con ese material tenía un valor de 290 Kenoles, lo que señalaba que él era una persona adinerada e importante dentro de la sociedad y del reino.
Al acercarse, él me entregó la nota deslizando por mi mesa, dejando visible sus guantes de cuerno rojo.
Quiero otra máscara del zorro
con el mismo diseño y material
—Debo decirle que no por esta vez señor, ya no cuento con el material. Podría diseñar con cerámica o con barro— comenté amable esta vez rechazando su pedido porque era la verdad.
Escuché a través de su máscara un fuerte suspiro de decepción.
El sujeto era alto, quien no estuviera acostumbrado a su presencia estaría muy intimidado por ese aire misterioso e imponente.
Nos sumergimos en el silencio. Pensé que iba a responder ante mi negación, pero aquel tipo, solo tomó la nota, giró su rostro hacia la puerta como si algo lo hubiera perturbado ya que al instante negó con desconcierto la cabeza.
Simplemente se retiró como una ráfaga de viento.
De nuevo escuchamos que cerró la puerta al mismo tiempo que el sonido del tintineo.
—¿Tibe estás ahí?.¿Todavía respiras?— Observando a mi temeroso amigo en una esquina cerca de una repisa.
—Si, si. Solo que no me acostumbro a su presencia. Ese tipo es demasiado extraño.
Antes de que pudiera burlarme de él, volvimos a escuchar el tintineo, pero esta vez la puerta se abrió con suma brusquedad. Tibe y yo lo único que hicimos en este momento fue retener la respiración e intercambiar miradas de susto.
Porque había llegado lo que tanto temía mi amigo.
Minutos atrás estaba tranquila trabajando sin miedo a nada, sin embargo me traicioné a mi misma, no estaba lista para enfrentar el destino, no estaba lista para ir y dejar mi trabajo, esa era la verdad.
Entraron dos guardias del "reino enemigo" mejor conocido como el reino de Alargmonth.
Portaban un uniforme elegante de color negro con ciertos detalles verdes y dorados en las mangas de sus chalecos. Sus rostros no reflejaban nada. Solo se colocaron uno en cada lado de la puerta como estatuas que podían ser usados como adornos para este lugar.
Escuché una risa baja, pero maliciosa, una risa cruel de esas que disfrutaban ver el sufrimiento ajeno que provenía de esa figura imponente debajo del marco de la puerta.
Seguí con la mirada sus movimientos, aunque la luz de afuera no ayudaba a detallar su rostro, hasta que se acercó un poco más quedando en la mitad del lugar.
Capté su altura, su cabello rubio dorado ligeramente peinado, cejas gruesas y definidas, sus ojos eran como el color de la miel que contrastaba con la mirada cruel y fría. Su nariz perfilada y boca ancha de un tono ligeramente rosa.
Algo en mi interior me decía que él era el sinónimo de peligro y destrucción.
Aquel sujeto siguió avanzando para detenerse justo frente a mí apoyando las manos en la mesa de trabajo, permitiendo inclinarse un poco para observarme de manera analítica y juzgadora.
Él era el mismísimo rey.
—Así que tú eres la fabricante de máscaras.
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Ada (Máscara de secretos)
Misterio / SuspensoElla era fabricante de máscaras desde que tenía uso de razón. Él era un rey temido que ha mantenido oculto su rostro. Nadie lo ha visto. Se dice que tiene una gran cicatriz, otros comentan que nació con una deformidad. Pero en este mundo todos ocu...