Ada
He estado contando los días, horas, minutos para estar en mi taller.
Estaba frente a la puerta, admirándola por última vez como si esto fuera una despedida. Sabía que al abrirla me quedaría las horas necesarias o mejor dicho hasta que los guardias me saquen.
Mis emociones estaban divididas. Triste porque me tenían prohibido visitar a mi amigo y feliz porque al menos podía estar aquí toda la noche.
Abrí la puerta y pronto encendí los interruptores que estaban en un costado del marco.
—Hola viejas amigas.
Cerré la puerta a mis espaldas, observando cada una de mis creaciones, estaban colgadas una al lado de la otra, eran tantas que cubrían casi todas las paredes de mi estantería.
Todas eran colores, emociones al mismo tiempo.
1973, el total de máscaras que se quedaron en este lugar y 570 vendidas desde el año pasado después de la muerte de mi papá.
Caminé mirando a mi alrededor, respirando el olor a barniz, madera, tinta y tierra húmeda que se mezclaba entre sí, este sitio que alguna vez lo sentí cálido, ahora estaba un poco frío.
Me acerqué a la mesa donde el pincel que dejé hace tres semanas seguía aquí, la toalla manchada de pintura , el vaso de agua ya muy sucio, la máscara de zorro sin terminar, todo seguía intacto como si nunca hubiera dejado de trabajar.
Sujeté la máscara y me la llevé a mi rostro para probármela, en un instante me invadió la tristeza y malestar en el interior de mi extraño corazón.
Este año tenía la ilusión de poder visitar las calles, disfrutar de las festividades de las artes, de poder comer el pan dulce relleno de crema pastelera, de caminar al fin libre, escuchar las risas de las personas y la música de la orquesta. Pensé ingenuamente que este día al fin podría ir, debido a que los años anteriores mi papá me negaba la salida por la demanda en ventas de las máscaras, era complicado salir a disfrutar.
El tintineo de la campana se hizo presente dándome un pequeño susto.
Miré hacia la puerta y encontré aquella figura reconocible e intimidante, como el primer día en que lo conocí.
Se encontraba Draven, perfectamente vestido.
No miró su alrededor como muchos solían hacer, me miró solo a mi ignorando las miradas y expresiones de mis máscaras.
Debía admitir que me agarró desprevenida y no cabía duda que él lucía reluciente y una vez más extremadamente apuesto ante mi.
El traje negro le sentaba a la perfección, resaltando su cabellera rubia y esos ojos color ámbar, irresistiblemente atrayentes. Quedé paralizada ante su presencia, su altura y el atractivo de su rostro eran imposibles de ignorar. Su fragancia me hipnotizaba, mientras su voz varonil me sacaba de cualquier distracción. Lo único molesto era tener que lidiar con su arrogante personalidad, que parecía eclipsar todo lo demás.
—Bienvenido al taller de Ahren, donde podrás encerrar a los monstruos a través de un nuevo rostro, ¿En que te puedo ayudar?.
Dije la frase automáticamente, era costumbre, pero a la vez era familiar, era algo mío, una frase que creé y nadie me lo podía quitar.
—¿Venden comida? —preguntó Draven con ironía al entrar, con su habitual seriedad.
—Por supuesto, tenemos sopa especial para arrogantes como usted, general —respondí, apoyando las manos sobre la mesa y desafiándolo a seguir el juego.
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Ada (Máscara de secretos)
Misteri / ThrillerElla era fabricante de máscaras desde que tenía uso de razón. Él era un rey temido que ha mantenido oculto su rostro. Nadie lo ha visto. Se dice que tiene una gran cicatriz, otros comentan que nació con una deformidad. Pero en este mundo todos ocu...