23 - El tiempo corre

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—¿Dónde está Allan Roltuf?— me miró fríamente.

—Sabía que ese interés escondía algo— dije tragándome el dolor de la ilusión—¿Cómo conoces a Allan?.

—Te hice una pregunta Ada, no perdamos más tiempo.

—¿Qué te hace creer que yo sé la existencia de ese hombre?—cuestioné manteniendo la cabeza en alto recordando el sabio consejo que me dio Alastor.

—Él es un hombre que debe pagar muy caro por todo lo que hizo Ada. Sé muchas cosas de ti como que tu verdadero apellido no es Arlert — dijo fingiendo lástima— te llamas Ada Roltuf y Allan es tu padre— confesó—eres muy hábil para mantenerlo oculto, me sorprendió al inicio.

¿De donde sacó es información tan absurdo y poco creíble?

Estas encubriendo a un criminal y no creo que tu quieras arrastrar sus secretos y pecados contigo— dijo muy apático, firme, serio tratando de no explotar su enojo.

Esa confesión me hizo quitar el habla, abrí y cerré la boca tratando de articular alguna palabra.

Había una verdad de por medio que no podía ignorar. Allan Roltuf era un hombre extraño en mi vida. Después de la muerte de mi padre, comencé a recibir cartas suyas. Se hacía pasar por un amigo, pero en realidad estaba exigiendo ganancias de mi negocio, alegando que mi padre tenía una deuda enorme con él, una deuda que no se saldaría en unos pocos meses.

Ese era el único detalle que conocía, y era el único secreto que compartía con mi mejor amigo, Tibe. Sin embargo, lo que acabé de escuchar me ha dado un golpe fuerte. La supuesta verdad que me confesó Draven era tan absurda como desconcertante.

—Allan Roltuf no es mi padre— dije después de mi largo silencio— mi padre se llamaba Federik Arlert.

Su seriedad desapareció de su rostro, dando paso a una mirada astuta y sus labios me ofrecieron una sonrisa letal.

Comenzó a caminar de un lado a otro, con las manos cruzadas detrás de la espalda. Era su manera de intimidar a los soldados durante el entrenamiento, lo recordé el día que entró en mi taller o cuando fui por segunda vez al campo de entrenamiento.

Estaba listo para atacarme, para lastimarme, y lo peor de todo es que no quería admitirlo. Quería negar que esto pudiera ser cierto.

—No te creo que no sepas quien es tu verdadero padre, podrás engañar a los demás con tu ingenuidad, pero a mi no— insistió muy convincente— Allan es tu padre biológico, una escoria que ha robado y es un fugitivo de tu nación.

Mis respiraciones eran irregulares al igual que mis latidos y aún así debía mantenerme serena, seria y calmada porque un movimiento en falso olería la tristeza y temor qué estaba ocultando.

—El tipo no es mi padre y tampoco me interesa que lo sea.

—A mi si—dijo ofreciéndome una sonrisa maliciosa y de victoria— Tu primer padre, el de sangre te vendió cuando solo apenas eras una niña de dos años a un hombre artesano y artista.

—A Federik— dije en hilo.

—Vamos captando muy rápido la historia de tu vida que no te han contado— me miró negando con la cabeza como en señal de lastima—Ahora tu padre apareció y se que tu lo estas ocultando, así que no compliques más las cosas y dime donde esta escondido.

Di uno, dos o tres pasos hacia atrás, sin saber que me dolía más, su falsa ilusión o esta verdad revelada que desconocía completamente.

Nada, el tiempo corre.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora