02 - Bienvenido al Taller Ahren

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—Bienvenido al Taller Ahren donde podrá encerrar a sus monstruos a través de un nuevo rostro.

Después de la frase noté como la comisura de su labio se elevó y luego bajó al instante, como si estuviera conteniendo su sonrisa

—Créame prefiero que mis monstruos estén sueltos— me lo dijo susurrando en un tono lineal y serio para que solo yo pudiera escucharlo.

Tal vez mi corazón latía rápido, por pensar mucho en la situación. Mis manos las tenía cerradas en puño para ocultar los nervios, sin embargo lo miré fijamente denotando que no tenía miedo. Me estaba preparando para responder, hasta que volvió a comentar en voz alta.

—Señorita Arlert, como no ha dado respuesta a las múltiples cartas que envió nuestro rey, se verá obligada a acompañarnos al reino donde él la estará esperando para que pueda declarar su versión de los hechos, caso contrario tendremos que usar la fuerza y destruir el lugar— sentenció con un tono severo.

Me equivoqué este tipo no tiene una "apariencia de rey" sino de un asesino de sangre fría.

—Ada— se manifestó por fin mi amigo casi a gritos provocando que uno de los guardias que estaban en la puerta apuntará con un arma de fuego a su dirección.

—Iré, iré, pero no lo lastime, es mi amigo— fue lo que emití un poco exaltada sin moverme de mi puesto.

El oficial bajó su arma sin titubear al escuchar mi respuesta.

—Ada, un nombre simple por lo que veo— su mirada arrogante se deslizó arriba hacia abajo mirándome con detalle.— Es usted simple como su nombre.

Quedé perpleja por aquel comentario inapropiado. Estaba provocándome, lo sabía lo intuí al ver sus ojos.

Era consciente de cómo era. Una chica para nada delicada, mis manos pequeñas maltratadas por el trabajo, mi flácido cuerpo por falta de una buena alimentación se perdía con la tela de mi vestido blanco, el cabello enroscado con ciertos mechones sueltos. Lo que me hacía ver aún más extraña ante los ojos de la sociedad de Billinberg era mi extraño mechón  blanco que estaba en un costado izquierdo, resaltando quizás mi rostro. Todos pensaron que era una maldición, sin embargo era un lunar.

Para evitar las expresiones de los ciudadanos siempre trataba de ocultarlo.

Lo miré sin ninguna expresión al tipo que estaba delante de mí.

—¿Acaso se quedará callada?— volvió a interrogar por mi largo silencio manteniendo un tono arrogante.

—No, solo estoy esperando a que diga algo que valga la pena responder.

Mi comentario lo hizo enojar, lo sabía, sus ojos destellaban fuego y furia. 

Estaba preparaba a lo que se venía, no obstante una mano se posó en el hombro del rubio. Ante ese gesto él se enderezó girando para saber quien lo tomó por sorpresa.

Era otro guardia, un hombre diferente a los otros, donde su expresión reflejaba la madurez y años de experiencia.

—Señorita, este lugar quedará cerrado hasta nuevo aviso, tiene mi palabra que estará intacto cuando regrese—dijo el señor con voz tranquila que calmaría a un mar furioso— Tenemos permiso de su rey para que usted pueda ir a nuestras tierras.

Se acercó entregando un documento donde al final se encontraba la firma del soberano y el sello real.

El rubio se volteó para susurrarle algo que no alcance a escuchar. No entendía qué estaba pasando pero debido a sus gestos, podría deducir que el señor tenía un cargo importante y superior.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora