20 - Ojos grises como los míos

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El carruaje que me transportaría se ajustaba perfectamente a la descripción del reino de Alargmonth. Su exterior, de un negro pulido y brillante estaba adornado con detalles dorados en las ruedas y en los marcos de las ventanas, ofreciendo un aspecto impresionantemente seductor.

El interior del carruaje era otro asunto. Los asientos, tapizados en terciopelo rojo, prometían comodidad para nuestro largo viaje de más de cinco horas. Gruesos cojines de seda dorado completaban la elegante combinación, mientras que el revestimiento interior estaba adornado con detalles en negro bordados en el techo y descendiendo por las ventanas, creando un ambiente sofisticado y lujoso.

Al menos me sentía cómoda con el vestido que había elegido para el viaje. Sin embargo, no todo era color de rosa. Frente a mí, estaba Draven, mientras que los demás viajaban en dos carruajes situados más atrás.

Solo estábamos él y yo en el interior del carruaje. A veces sentía su mirada penetrante sobre mí, como si esperara que le prestara atención. Sin embargo, decidí evitarlo, me concentré en el paisaje y cerré los ojos para descansar un poco. A medida que nos alejábamos del reino, los cambios en el clima se volvían más notorios. El frío torrencial de Draitus se hacía cada vez más insoportable. Draven, desde su asiento, lo notaba y se mantenía tranquilo y relajado, envuelto en una capa que lo protegía del clima. Yo, en cambio, apenas me defendía del frío con un vestido de mangas largas, que no era suficiente para protegerme completamente del aire helado.

—¿Me seguirá evitando señorita Nada?— al fin habló después de dos horas.

—Creí que su mensaje quedó perfectamente claro cuando me pidió que me alejara, pero veo que usted no lo hizo— regresé a las formalidades—y no espero ninguna disculpa, se que no lo hará.

—Darian me dijo que tomará distancia contigo Ada, porque se lo habías pedido. Se me había olvidado de que ustedes dos ahora son novios—mencionó en un tono entre sarcástico y molesto.

Lo miré rápidamente, aún sorprendida por el comentario que acababa de soltar. ¿Acaso los guardias le habrán contado ese falso cuento? Ahora me sentía avergonzada por toda la situación.

Entre confrontarlo e ignorarlo, decidí optar por la segunda opción. 

—¿Seguirás enojada?— cuestionó en vista de mi largo silencio.

Seguí sin decir nada, como si no era conmigo.

—Ada, responde, porque no entiendo por qué muestras esta actitud caprichosa y mimada —exigió observándome con sus indomables ojos dorados

Decidí mirarlo molesta, me crucé de brazos como si estuviera a punto de retarlo, pero luego decidí volverlo a ignorar, esto me recordaba cuando me enojaba con mi amigo Tibe, siempre lo sentenciaba con la ley del hielo.

—Bien, ahora me sentencias con la ley del hielo, eso deberías dejarlo para los niños.

—Eres tu quien me miró con desprecio, me gritaste que me alejara delante de los demás mientras cargabas a Olydia— lo miré muy molesta.

Su mirada denotaba credulidad, por esta vez no sabía defenderse ante la confesión.

—Todo lo haces por celos. 

—No, lo único que estoy haciendo es alejarme de ti y tu deberías hacer lo mismo— volví hablar esta vez evitando su mirada que a veces me ponía un tanto nerviosa.

Pasaron tres horas más de viaje las cuales resultaron eternas, Draven y yo no nos volvimos a dirigir la palabra.

Finalmente llegamos a Ardher.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora