16 - Quemadura

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Ada

Caminaba de extremo a extremo de la habitación con suma desesperación pensando en que posiblemente debía arriesgarme por una vez en la vida.

Mi objetivo ahora era detener a Draven para evitar lo peor.

Me limpié las lágrimas y salí del lugar, no me importó si había un espíritu rondando en este lugar o algún tipo de monstruo queriendo devorar el miedo de quienes desobedecían las reglas, solo me dediqué a correr por el extenso y tenebroso pasillo para recuperar lo que me pertenecía.

A los lejos noté la silueta imponente de Draven entrar a una habitación como un alma furiosa y yo lo seguí corriendo como nunca había corrido en mi vida.

Me han arrebatado algunas cosas en el pasado, pero esta vez no iba a permitir que lo vuelvan hacer, mucho menos este sujeto que cree tener poder sobre mi.

Estando en el lugar, le eche un breve vistazo, era una sala donde Sebastián ya estaba de pie sorprendido al verme.

—Señorita Arlert— me anunció en un tono de sorpresa causando que Draven se volteara casi al pie de la chimenea.

Solo corrí ignorándolo para acercarme al general despiadado, mi vista buscaba con desesperación las máscaras, pero era muy notorio donde estaban, se encontraban en el fuego, el imbécil las había quemado.

¿Cómo pudo?, ¿Por qué quería lastimarme de esta manera?, no le he hecho nada para que se desquitara así.

—No hay nada que puedas hacer— dijo Draven severamente.

Yo lo miré con enojo, lo desprecié, lo odié. La rabia estaba carcomiendo mi parte racional, por lo que sin pensarlo dos veces me arriesgué, no me importaba quemarme las manos para sacarlas.

Sentí el calor terriblemente.

—¡¿Qué haces?!—gritó Draven, en un movimiento rápido y brusco logró alejarme.

—¡Señorita Arlert!— alzó la voz Sebastián alarmantemente.

Draven me agarró antes de evitar lo peor, sentí sus fuertes manos aferrándose a mis brazos.

—¿Estás bien?— Draven con su expresión endurecida y severa sujetó mis manos para ver si encontraba alguna quemadura, pero no. No había rastro de dolor físico. Mis yemas, las palmas de mis manos estaban intactas.

Mis manos estaban bien, pero las de Draven no, o al menos una de ellas.

Yo estaba nerviosa, asustada, todos las emociones revueltas se intensificaron al ver el torso de la mano de Draven, en una esquina estaba muy enrojecida.

Se había quemado por mi culpa.

—Lo siento, no era mi intención— lo sujeté de la muñeca asustada.

Lo lastimé, le causé daño y no era mi intensión.

De inmediato los guardias aparecieron rodeando la habitación como si estuvieran listos para la batalla.

Al verlos entré en pánico, tanto así que mi visión se alternaba en muchas partes, en los guardias quienes apuntaron con sus armas hacía mi dirección, en Sebastián dando la orden que bajaran las armas y luego miré a Draven.

Tenía el ceño fruncido, y su expresión reflejaba sobre todo enojo o confusión, aunque su lenguaje corporal comunicaba lo opuesto. Estaba relajado, más bien normal.

—Lo siento Draven— volví a insistir con una voz casi ahogada — Te puedo curar.

—Está bien, dejaré que lo hagas— en su voz había un tinte de frialdad que no desaparecía.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora