26 - ¿Buscándome?

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Ada

Habían pasado dos semanas desde que sufrí el secuestro. Dicen que la hierba mala nunca muere, y acababa de confirmar esa teoría en mi.

Ahora me encontraba frente a la puerta principal del palacio de Alargmonth.

Los guardias estaban visiblemente sorprendidos al verme, y podía imaginar que todos compartían la misma interrogante que yo.

¿Cómo había logrado llegar hasta aquí?.

Entrar en el reino sin documentos ni reporte parecía casi imposible, y la verdad, ni siquiera yo sabía cómo lo había conseguido.

—Necesito ver a su rey— dije mirando a los guardias.

Los Hombres estaban mudos, sus ojos muy abiertos, sus expresión mostraban nerviosismos, estaban realmente pálidos como si hubieran visto un cadáver resucitar de la tumba. Sin más hicieron caso y abrieron las puertas. Comencé a avanzar despacio porque mis pies aún tenían heridas frescas por las horas de caminata que padecí en el bosque, en la entrada de la frontera y en las peatonales de las calles.

Apenas hace dos días, una mujer que vivía con sus dos hijas me ofreció su ayuda. Me curó las heridas y me prestó un vestido, ya que el mío había quedado trizas por las manchas y el olor a sangre, que me resultaban insoportables, porque matar a un cerdito en el medio del bosque y hacer una fogata no era tarea fácil.

¿Dormir? esa palabra no reconocía mi mente ni mi cuerpo. Recordaba el miedo constante, la ansiedad de ver a mis secuestradores mirándome con lascivia, era cada vez peor. El lugar del secuestro era una cabaña lúgubre situada en medio del bosque. Dormía en una esquina, sobre unas telas sucias que olían a guardado. Apenas me daban un vaso de agua al día, y solo lo utilizaba parcialmente para lavar mi rostro, guardando el resto para mantenerme lo más limpia posible.

El miedo me carcomía por dentro, me encontraba sola, asustada, nerviosa de manera constante, mi corazón latía cada vez que esa puerta de madera se abría. Aún me dolía la herida que ellos me causaron en la parte baja de la espalda. Lo más probable era que estaba infectada por la falta de atención, sin embargo me echaba un poco de agua y me limpiaba con las pocas tiras de tela que tenía en la mano, no eran de gran ayuda y lo peor era imposible de verla.

Me dolía mi mejilla por los dos golpes que me propinaron porque intenté escapar dos veces.

Esos dos sujetos estaban locos, muy enfermos al decir verdad. A lo mucho recordaba que solo entraban para verme si me encontraba con vida o no.

Cada vez veía a la vida de manera abrumada, intentaba reunir fuerzas y pensar en que una mañana podría ser diferente y mejor para mi, pero mientras más te alejas de todo lo que te causaba daño, más te perseguía como un monstruo para arruinar todo lo que alguna vez fuiste construyendo.

Seguía avanzando, debatiéndome entre encontrar primero a Draven o hablar directamente con el rey.

Unos dos guardias estaban detrás de mí caminando conmigo vigilando mis pasos. Desde antes se dieron cuenta que andaba cojeando y se ofrecieron en ayudarme, sin embargo seguí avanzando aunque el dolor ya no era casi tolerable para mi.

—Señorita, el rey está enfermo, por lo que debemos avisar al general primero— dijo uno.

—¿Él está aquí?.

—Así es, está en su despacho.

Cambio de planes, al parecer iré a ver primero al monstruo de Draven.

—Lo sorprenderé— me limité a decirles y ellos asintieron.

Caminamos por el pasillo, que, por primera vez, parecía interminable. Al llegar al final, Alastor y su hijo me miraron con asombro. Sus rostros palidecieron al verme reaparecer, como un fénix algo maltratado por el viaje, pero nunca derrotado.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora