31 - Fue una trampa

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Ada

He iniciado un hábito de peinarme el cabello antes de dormir, lo volví hacer ya que estaba completamente seco después de la ducha relajante que disfruté.

Pasaron las horas, y al mirar el reloj ya marcaba las once de la noche. Daba vueltas en la cama, incapaz de dormir debido a los pensamientos que no me dejaban tranquila, entre todos aparecía el estúpido recuerdo del beso de Draven y...

¡La máscara!

Me envolví con la bata de seda beige y caminé decidida a ir nuevamente hacia la oficina, pensando que Draven ya no estará allí y que posiblemente había dejado la máscara en el mismo lugar. Así podría recogerla y esconderla en otro lugar.

Al llegar, no había ningún guardia que custodiaba el lugar. Tampoco había sonidos fúnebres que pudieran asustarme como las anteriores veces. Sigilosamente abrí la manija, apoyando mi oído al mismo tiempo para escuchar cualquier sonido extraño.

Nada.

Toda la oficina estaba sumida en la oscuridad, apenas iluminada por la tenue luz de la noche que marcaba las siluetas de algunos objetos. Me acerqué despacio al escritorio, pero la máscara no estaba por ningún lado. Abrí los cajones con rapidez, encontré carpetas, documentos y algunos útiles de papelería.

Podría estar en su habitación. Sería muy arriesgado ir hasta allí, aunque, en el fondo, quería hacerlo y quería verlo, estar con él, aunque fuera por un momento. Me sentía como una tonta ilusionada otra vez por ese hombre frío y sin corazón. Eso decía mi corazón, lo cual era absurdo.

Solo iré a robar lo que era mío y me iré rápido antes de que aparezca.

Como ya conocía el recorrido hacia su habitación, caminé rápido, escuchando de vez en cuando ruidos extraños y golpes provenientes de las habitaciones, como si el lugar estuviera encantado o detrás de cada puerta estaban monstruos queriendo salir.

Me aproximé para girar a la derecha y allí estaba la puerta, sin guardias a la vista. Esto significaba que el acceso sería mucho más fácil.

Abrí de la misma manera, despacio, sin torpeza. Mi mirada recorrió cada rincón de la habitación en busca del general, pero no había rastro de él, por lo que entre con mucho cuidado reteniendo el aire de mis pulmones volviendo cerrar la puerta.

Me dirigí hacia la cama, y fue en ese momento cuando la vi, mi máscara reposaba sobre una cómoda cercana, iluminada débilmente por la lámpara encendida. La luz apenas lograba iluminar una fracción de la gran cama proyectando sombras misteriosas alrededor de la habitación.

—¿Qué haces aquí? —dijo una voz proveniente a mi espalda.

Draven.

Era muy reconocible escuchar su voz firme, autoritaria, grave y algo seductora que hacía perder mi parte racional.

—¿Ahora vienes por otro beso y reflexionaste que los míos son mejores?

Lo miré y no podía creer lo que estaban viendo mis ojos.

Draven acababa de salir del baño, secándose el cabello con una toalla mientras me miraba, casi desnudo. Afortunadamente, una segunda toalla cubría su cintura para abajo, dejando al descubierto su torso marcado por los ejercicios.

Su sonrisa ancha desbordaba acercándose cada vez más a mi como si nada malo hubiera pasado entre nosotros.

—Te dejé muda al verme.

Que humilde me salió este general.

Al ver su sonrisa, perfecta y maliciosa, una sonrisa que tenía el poder de derretirme con facilidad, todo lo demás perdía importancia.

Ada (Máscara de secretos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora