1

2K 95 12
                                    

—El uniforme es... Está curiosito.— Dije en voz alta, para mi misma. Mi padre lo había planchado y dejado colgado en un gancho, en la perilla de mi puerta. Luego de alistarme salí con él esperando que me de el gusto bueno. Se volteó con un sartén de huevos revueltos en la mano derecha y la izquiera la posó en sus labios como si tratara de evitar decir algo que yo no quería escuchar.

—Te pareces a ella.— Dijo, refiriéndose a mi madre.

—¿Cuándo vas a soltar a esa mujer? Este es el país de las novias rentables.

—¿Desde cuando crees que puedes hablarme así?— Apreté los labios para contener la risa y continuar hablando lo más seria posible.

—Desde que te traje a Japón gracias al privilegio de que tienes una hija en común con una mujer mantenida.

—Touché. Me respondes de nuevo y te devuelvo a que trabajes en un Kfc.

Me dediqué a desayunar sin mucha prisa, procuré levantarme al menos una hora antes de que amaneciera para así asegurarme de no llegar tarde. Me resultaba difícil acostumbrarme a la zona horaria de otro continente. Fingí que no me había dado cuenta que mi papá me miraba con preocupación de vez en cuando mientras intentaba comer.

—Cielo...— Subí el rostro para prestarle mejor atención a sus palabras. Abrió la boca en señal de que aún pensaba en qué decir, pero la cerró de nuevo. Sacudió la cabeza y me dedicó una sonrisa. —Espero que lo disfrutes, te lo mereces.— Correspondí la sonrisa pero no con el mismo entusiasmo. Seguía confundida con su gesto de antes. Pero sabía cuál era su preocupación, incluso antes de mudarnos.

—Por supuesto que lo haré, papá.— Me levanté con mi plato ya vacío y le di un rápido beso fugaz en la frente.

...

—Este hijo de puta...— Escupí con hostilidad cuando a unos cuantos metros de la entrada ya me había conseguido a mi primera víctima de insultos. Alguien con el unifrome masculino y unos doce centímetros más que yo me empujó. —¿Qué demonios quieres? ¿Que te acompañe?— Pasó completamente de mí y me quedé analizando su silueta. Yo perdono, no olvido. Ajusté mi bolso que se había safado un poco con el choque de hombros. Pude ver cómo gente se le quedaba mirando, no por como me trató, sino como si lo conocieran de vista. Una de esas personas que se le quedó viendo al parecer había notado cuando me empujó. Tenía el cabello negro y estaba a unos cuantos metros de mí. Parecía asombrado.

—Disculpa... ¿Eso fue español?— Dijo en cuanto se acercó a mi con un acento bastante peculiar.

—Sí, sí lo fue. ¿No eres japonés?— Mi rostro transiciono de una cara arrugada a una más serena.

—Bueno, yo sí. Pero sé algo de Español. Solía vivir en Colombia con mis padres.

—Que alivio. ¿Eres de primer año?

—Sí. 1-A.

—¿Eso significa que estás en el departamento principal?

—Pues, el normal. El de héroes.

—Mierda...

—¿Tú no?

—No... Estoy en estudios generales.

—Que mala suerte.— Dijo rascándose la cabeza, realmente lucía como si esa conversación lo estuviera torturando.

BlondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora