Me senté en el borde de la cama, él me siguió. Tomó una de las pomadas que trajo, al abrir el frasco untó el contenido dentro de este en su dedo índice y el medio. Abrió la palma de su mano izquierda, pidiéndome que se la ofreciera. Eso hice.
—¿Eres alérgica a algo?— Me quedé pensando en esa nueva faceta de amparo que él me estaba dejando conocer. Negué con la cabeza. Su mano derecha acariciaba mi palma como si fuese un objeto frágil. Sus dedos se deslizaron sobre el lado interno de mi mano, esparciendo la crema con cuidado. —Lo siento.— Añadió.
—¿Por qué?— Yo no apartaba la vista de sus manos tratando mi herida superficial. Su mano derecha me atendía mientras que su pulgar y índice izquierdos sostenían mi muñeca. Sus dedos eran tan largos que hacía que mis manos lucieran como las de una muñeca estando junto a las suyas.
—Tu mano está muy roja. ¿Duele mucho?— Bakugo era más de lo que mi corazón podía soportar. Recé porque no escuchara la aceleración de este último.
—Duele, un poco.— Seguía haciendo movimientos gentiles con dos de sus dedos. Luego los cambió por su pulgar, que comenzó a frotar sobre la zona hinchada y su mano casi cubrió la mía por completo.
—Lo siento, mis manos son ásperas.— Comentó susurrante. Yo no había notado que la textura en sus manos fuese rugosa. Reparé que a eso se debía su tacto tan suave. Tenía cuidado de no lastimarme.
—No, está bien. No me importa.— Aún cabizbaja, dirigí mis ojos a los suyos. Cuando apartó la mirada de nuestras manos, nos encontramos observando al otro de un vistazo rápido. Él apartó sus ojos primero. Sonreí nerviosa.
Cuando acabó de encargarse de mi herida, me dijo que esperara a que mi piel absorbiera la crema y luego bajara la hinchazón con el hielo que trajo consigo desde la cocina. Luego me dirigió fuera de mi cuarto, hasta el espacio abierto de nuestro piso. Había un pequeño apartado que hacía de sala de estar. Tenía sillones y sillas que eran cubos verdes esponjosos. En el centro de estos, había una mesa baja. Ahí había un bol sobre un plato. Tomé asiento y él me acompañó. Se tumbó en el extenso sillón y comenzó a leer uno de los libros que usamos en clases de Ectoplasm. En la mesa también habían libretas y materiales de estudio que supuse que eran suyos. Me había preparado un tazón de lo que yo supuse, era sopa.
—¿Y esto es?...
—Miso. Sopa de miso. No me distraigas.— Las respuestas a eso saltaron en mi mente como si ya fuese costumbre. “¿Y por qué de todos los lugares tienes que estudiar aquí?”, pero me gustaba su presencia.
Vacilé al intentar comer. No podía encoger mi mano derecha para sostener el cubierto, entonces levanté el brazo y lo sostuve desde el extremo del mango como si fuera radioactivo. Lo solté al darme cuenta de lo poco práctico que era y intenté con la izquierda. El sillón se agitó de un movimiento del rubio, que se incorporó y acercó a mi hasta sentarse al borde del sillón a mi costado derecho. Me arrebató la cuchara con fastidio. La hundió en el caldo de la sopa y luego la acercó a los labios. Me le quedé viendo perpleja.
—Abre.— Hice lo que me pidió, la cuchara entró a mi boca estrepitosamente. Y así como entró salió.
—Sé un poco más gentil, ¿No?— Me quejé.
—¿Me vas a exigir cómo hacerlo?
—Claro, después de todo tú fuiste quien me jodió la mano.— Me miró con su expresión insufrible, pero no argumentó al respecto. Continuó dándome de comer, dejándome sorber el caldo de la cuchara. La cercanía no era propia de nosotros, yo tenía ganas de patear la mesa y huir. Un silencio impecable se hizo presente, mientras la cuchara iba del plato a mi boca.
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Blonde
Romance«If I could see through walls, I could see you're faking. If you could see my thoughts, you would see our faces.» Ivy - Frank Ocean (From Blonde, 2016) ... -Más que amigos, algo peor que amantes. AU do...