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Salí del edificio y al final de la calle pude ver su mítico auto negro. ¿Por qué tenía que estar justo ahí? Ahora tengo que caminar incómodamente fingiendo que no sé que está ahí. O sacar mi celular para ver la página principal de instagram para no quedarme viendo a un punto diferente cada quince segundos mientras camino para no ver a su dirección. Como si no fuera peor, estaba muy lejos y me tomaría al menos un dos minutos completos llegar hasta allá con mi paso de anciana.

—Inku.— Iba a dar un respingo, pero sólo mi torso hacia arriba se sobresaltó, mover mi pierna tan rápido se sentía como miles de agujas en mi muslo. Como si aún tuviera esos diminutos trocitos de vidrio ahí adentro. Bakugo estaba ahi, detrás de mi.

—¿Por qué estás aquí?

—Para llevarte.

—Sí. Pero, ¿Por qué estás aquí?

—¿Qué no entiendes? Para llevarte.

—Pero, ¿Por qué hasta AQUÍ?— Bakugo se revolvió el cabello en frustración. Simplemente se acercó a mi, se agachó hasta que sus hombros estuvieran a la altura de los míos y subió mi brazo a su cuello. Yo lo sostuve.

Caminamos, muy, muy lentamente hasta su auto.

—Bakugo. Te haré una pregunta muy díficil. Nadie ha sido capaz de responderme.

—Ajá.

—¿Cómo hacen los gatos?

—¿Miau?

—Que obediente.— Sonreí y con mi mano derecha cerca de su cabeza revolvi su cabello. Chasqueo la lengua. Me dió algo de ansiedad dejar su cabello despeinado, mientras nos arrastrabamos juntos paso a paso, uno miserablemente lento. Peiné su cabello con mis dedos.

—¡Mierda, estate quieta! ¡¿Quieres?!— Me apartó la mano de un manotazo. —Van a cerrar la puerta de la entrada para cuando lleguemos a mi jodido auto. Date prisa.

—Eh, lo estoy intentando. Tú te ofreciste de todas maneras.— Bakugo me levantó del suelo con su mano izquierda en mis costillas, con la derecha hizo ademán de sostener la cara interna de mis rodillas para llevarme en sus brazos. —¡Ey, ey! ¿Al menos pide permiso?— Se detuvo en seco y se aclaró la garganta.

—¿Puedo?— Miré sus ojos desde mi ángulo superior. Vacilé un poco a propósito, sólo quería verlo así unos segundos más.

—Sí.

Me levantó del suelo y me llevó hasta su auto. No quería ver su rostro, entonces abracé su cuello y oculté mi rostro en su pecho.

Me dejó en el suelo a sólo unos centímetros de la puerta y entró. Pude escuchar un "Clank" desde dentro y una de las puertas de los asientos traseros se abrió.

De vez en cuando yo miraba al retrovisor y mi vista chocaba con la suya. Era inevitablemente incómodo.

Cuando llegamos, pude ver a Kirishima esperando en los estacionamientos con una silla de ruedas.

—¿Es un chiste?— Bakugo me miró através de los retrovisores sin decir nada.

—¡Aquí está tu refuerzo!— Dijo Kirishima alegre una vez que Bakugo estacionó y yo abrí la puerta. Me hizo subirme a la silla.

—Esto es demasiado. Y jodidamente vergonsozo.

—Shh, deja que te ayuden.— Kirishima me llevó hacia la entrada del edificio y Bakugo se fue por su lado.

Me empujó hasta al ascensor que nadie utilizaba. Hablamos un poco sobre el edificio, me explicó cómo era vivir con todos muy a medias.

—Me pregunto si Lida me hará lavar platos.

BlondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora