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Mientras buscaba otra máquina me encontré a Jiro. Un cover de “Fashion” de David Bowie resonaba desde la máquina que ella usaba. Tecleaba los botones de esa guitarra como si no le costara nada.

—Oye, Jiro.

—¿Sí?

—¿Qué crees que signifique que alguien te apode Inku?— Jiro rió.

—Pfff, es buenísimo.

—Sigo sin entenderlo.

—Bueno... Es como... Ya sabes, tinta y tal.— Se concentró cuando la outro de la canción estaba por terminar. —Estoy ocupada aquí.— La canción terminó unos segundos después de que Jiro casi perdiera el puntaje al olvidar presionar una tecla. Arruinando su racha de “Perfecto” con un “Ok”. —¿Qué dije?

—Algo sobre la tinta.

—Ah, sí. Pues tu don es como una impresora.— Me miró como si fuera obvio.

—Oh... ¡Oh! Ya lo entiendo.

—Sí que te costó.— Posicionó la guitarra en su sitio una vez que su turno se acabó. —¿Quién te dice así de todas maneras?

—Bakugo.

—¡¿BAKUGO?!— Me encogí de hombros. —Creo que no entiendes la magnitud de sorpresa que manejo ahora mismo.

—Pues no. Es un apodo bastante plano.

—Los apodos más gentiles que he escuchado a Bakugo otorgarle a los demás hasta ahora eran algo como: “Gol en contra”.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Que lo hicieron sin querer.— Pude haberme reído, pero era tan estúpido que decidí forzar a mi rostro sereno a mantenerse así. —¿Ahora entiendes?

Vi una máquina de baile y aproveché la oportunidad de esquivar esa conversación. Jiro gastó un turno conmigo e hicimos un dúo. Elegí la canción “Automatic” de Hikaru Utada.

Dos chicas bailaban enseñándonos los pasos que marcaba la parte inferior de la pantalla. Habían cuatro flechas en distintas direcciones, y si estas no se iluminaban al pisarlas no contaba el punto. Ya tenía un combo de trescientos puntos y en mi muslo izquierdo apareció un dolor punzante. Había olvidado por completo que tenía una herida fresca. Mover mucho mi pierna seguramente abrió la herida, pero tenía un vendaje. El dolor provenía de la fricción de la venda con mi piel abierta.

Mediante la canción avanzaba, mi pierna comenzó a temblar gradualmente. Ignore por completo el ardor en mi músculo y continué moviéndome. Para cuando la canción terminó, acabé en primer lugar con mil cuatrocientos veinticinco puntos. El ranking de puntaje era encabezado con al menos tres mil puntos más. Yo y Jiro caminamos a la entrada, donde todos acordamos vernos a cierta hora.

Kirishima y Jiro hablaban sobre el mejor juego de ritmo mientras salían en dirección a la calle. Una señora se acercó a mi para tocar mi hombro con timidez.

—Joven, está sangrando.— Dijo la señora de cabellos negros con un tono de voz débil.

—Ah... Muchas gracias, abuela.— Mis pantalones grises estaban parcialmente empapados de sangre. Bakugo se acercó y miró mi pierna.

—¿Cuándo mierda te hiciste eso?— Volteó a ver un momento a la mujer de avanzada edad cuando reparó que había dicho una grosería.

—Hoy.

—¿Entrenando? ¿Tú sóla?

—Sí.— Bakugo se rascó la cabeza. Tomó mi brazo y lo apoyó en su hombro. Me llevó a un banco y me hizo sentarme con cuidado.

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