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—Hola.— Alguien tomó mi antebrazo mientras caminaba a través del centro comercial. Keiko me pidió que esperara por ella frente a la fuente, y ahí me dirigía. —¡Por Dios, mírate!— Ahí estaba. Se posicionó frente a mi para tener un vistazo completo. Me analizó de arriba a abajo. Su maquillaje era perfecto. Desde las pestañas postizas que la hacían parecer una muñeca, hasta el contorno de su naríz que simulaba una rinoplastia. Por alguna razón su sonrisa amistosa se ensanchó luego de evaluarme. —Supuse que eras tú. Pero casi no logré reconocerte por tu silueta, pensé que eras más...— La interrumpí.

—¿Más baja? Suelen suponer eso de mí.— Comenzamos a caminar juntas entre la gente.

—No exactamente. Iba a decir que pensé que serías más rellenita. Pero ahora que te veo bien...— Dijo con su voz melosa. Agachó la cabeza y alejó su torso por un momento para acceder a otro ángulo de mi cuerpo. —Tus piernas no son tan largas.— En ese momento yo salí deshorientada de la órbita. Preguntándome qué tan relevante era para ella mi apariencia.

—No lo había notado.— Reí nerviosa, sosteniendo la misma sonrisa que ella tenía en su cara.

—Pero no te preocupes por eso, cielo, te ves divina. Por cierto, adoro tu pantalón.— No logré estar segura de cómo debería tomarlo. Si como un cumplido o una ofensa. Pues soltaba esos comentarios confusos de vez en cuando. Yo me había acostumbrado a su personalidad pasivo-agresiva.

—Gracias. Puedo decir lo mismo de ti.— Yo realmente lo creía.

—Oh, me arreglé para ti. Este es el mejor vestido en mi clóset, sólo lo uso en ocasiones especiales.— Detuvo su andar unos segundos para mover sus caderas y darle movimiento a los volados de su vestido negro. —Además, me sequé y estilicé el cabello sólo por hoy. La jodida secadora me salió tan cara que me pesan las manos al sacarla de su caja.— Dijo que estudiaba en una preparatoria tan corriente como su habilidad, pero que si fuera tan buena como la mía hubiese aplicado a la UA sin dudarlo. Sorprendentemente, el tema de conversación que más me repetía era la UA.

—Uh, yo ni siquiera me esforcé en hacerlo.

—Lo noté.— Musitó en un tono juguetón, mirando mi ropa desde el rabillo del ojo. —Pero te ves bien sin mucho esfuerzo.— Su vista se mantuvo fija en la dirección en la que caminábamos. —Bueno, no tan perfecta como yo. Haré que te compres otro rubor, ese no va con tu tono de piel.

—Claro.— Yo tenía maquillaje que usaba de vez en cuando, aunque no con mucha frecuencia. Sólo si un grano me sorprendía una mañana o me surgían las ganas de hacerlo. Tampoco lo hacía tan bien como ella, su maquillaje parecía otro rostro. Pero ella no me había permitido ver su cara sin ningún retoque.

—Dios, es una broma. Te lo tomas todo mal. ¡Anímate, anímate! Compraremos cosas lindas hoy.— Tomó mi mano y comenzó a balancearla mientras nos dirigíamos a la fuente para encontrarnos con su amiga de la UA.

El día se deshizo en mis manos. Keiko ayudó a su amiga, Watanabe, a elegir una falda que fuese a juego con una blusa que compró hace días. En esa travesía descubrí que esa personalidad de juzgarte por encima del hombro y luego darte palmaditas en la espalda no la reservaba conmigo. La dulce Watanabe también recibía comentarios como: "No, esa no. Ni siquiera tienes cintura, pruébate esta.", pero ella parecía creer ciegamente en su amiga. Luego de eso, fuimos a un restaurante de crepes.

—Pero, o sea, fue una mierda. De verdad lo fue. Lo digo en serio. Continuaba aprovechándose de lo vulnerable que era luego de que me hicieran tanto acoso en la secundaria. Y como si fuese porque yo le debiera mi alma luego de hacer que las chicas que me golpeaban me dejaran en paz, comenzó a usarme. Y así fuimos novios unos... ¿Qué? ¿Dos años enteros?— Una tierna mujer se acercó a nuestra mesa y nos preguntó por nuestra orden.

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