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-¿Tienes un momento? Por favor.- Me pidió Hanta. Yo miraba a las chicas jugar béisbol desde las gradas, ya me había acostumbrado a observar. Al no poder seguir siendo una jodida inquieta, esa energia desperdiciada se convirtió en una yo bastante ansiosa por hacer algo, sabiendo que no tenía más opción que callar y esperar, haciendo estragos en mi cabeza mientras rebotaba de una esquina a otra como una pelota. Asentí con un "mhm", Hanta se sentó junto a mi. -¿Hice algo mal?- Él no me miraba y yo deseé no estar ahí en ese momento, mi cabeza dolía como si quisiera expulsar mi cerebro a través de mi pupila desde la noche anterior. -Has estado distante desde el sábado.

-Uhh, sí, disculpa.- Alzó su vista para alcanzar la mía. No sabía qué decir, luego de pensar tanto en ello no había sido capaz de llegar a una conclusión.

-Está bien si no quieres compartirlo.

-¿Es verdad lo de Uchima? ¿Eres muy amigo de él?- Decidí ir directo a ello, saltándome todas las normas de la comunicación. Su rostro transicionó rápido de uno de súplica a otro de horror. Una de las chicas le gritaba a las de su equipo que jugaban terrible, el tono de su voz se metió en mis tímpanos a la fuerza.

-¿Quién te dijo eso?- Su voz era gélida, contrastando con su tono dulce de siempre.

-Hanta, en menos de cuarenta y ocho horas dos personas me habían dicho lo mismo. No pude evitar tener mis dudas, ¿Sabes? Por supuesto que no me topé a mi papá y me fuí con él. No quería estar a solas contigo.- Olvidé que anteriormente tenía ganas de disculparme adecuadamente por dejarlo plantado, me di cuenta que soné más suspicaz de lo que realmente me sentía. Sus ojos me miraban con intensidad, y esa vez sentí que eran transparentes. Sentía que debía prestarle atención a ellos y no a lo que diría. Supuse que era producto de mi creciente migraña.

-¿Y qué te dijeron? ¿Que yo era un violador?- No supe si su tono era hostil, tampoco si estaba herido o preocupado de que supiese más de lo que debía.

-¿Qué?- Sentí un escalofrío.

-¿Es así?

-No dije eso.- Yo miraba al suelo. Sentía su mirada clavada en mi espalda.

-Conozco a Uchima y Uchima me conoce a mi. Me lo mencionaban todo el tiempo  y realmente no tenía una razón para no hablarle de vuelta cuando él lo hacía, ¿Sabes? Pero éramos conocidos que se saludaban en los pasillos.- Su voz me decía que su versión era la única que tenía que creer. Y la idea que desarrollé de él como un chico amistoso y amable, ya estaba convencida que era un malentendido. Miré desde el rabillo del ojo como gesticulaba con las manos, moviéndolas de aquí y allá, asegurándose de que todo lo que él dijera me quedara claro. -Cuando me enteré de lo que hacía me alejé por completo. Me di cuenta que era un enfermo, por algo lo mantuve alejado de ti.

-¿Sabes lo que le hacen a esas chicas?- Él asintió. -¿Sabes que no te lo perdonaría si descubro que estás involucrado?

-Sé eso. Lo sé muy bien.

-Ya.- Escuché un sollozo. Me alarmé y me fijé en sus ojos ahora rojos. Esquivó mi mirada y agachó la cabeza para que no lo viera.

-Disculpa.

-¡N-no! No te disculpes. No quise hacerte llorar. No has hecho nada, ¿Sí? Te creo.- Él se apresuró a secar sus lágrimas. Me acerqué a él y acaricié su espalada. Realmente no sabía qué hacer. Me sentía mareada. -Te creo.

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