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Conducí hasta el final de la avenida y me detuve en el tráfico que se generó frente a un semáforo en rojo. Le daba golpecitos el volante siguiendo el ritmo de la música que sonaba en los parlantes del auto desde mi celular.

—Don't you ever take your life out of mine, I'll fuckin' kill you.— canté entre dientes.

Le dije a Mitsuki que volvería a las nueve, cuando ojeé mi celular en el reloj aún daban las siete y treinta. Noté una notificación de un usuario con nada de información. Lo único que me aclaraba de quién se trataba era el nombre "Keiko" acompañado de cuatro mensajes enviados hace horas que no podía leer a menos que desbloqueara el celular.

Lancé el celular al asiento copiloto y puse el auto en marcha cuando el tráfico se dispersó

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Lancé el celular al asiento copiloto y puse el auto en marcha cuando el tráfico se dispersó. Mi celular se iluminó. Recibí una notificación con un mensaje tan largo que aparecían tres puntos suspensivos en la burbuja de notificación de instagram. Bloqueé la cuenta.

Pensé en dar una vuelta antes de ir a parar a mi casa, pero ahora me apetecía darme un baño y dormir para despejar mi mente. Mis fosas nasales fueron invadidas con un olor singular. Mi auto apestaba a perfume femenino. Apagué el aire acondicionado y abrí la ventana.

—¿Katsuki?— Escuché a mi madre desde la sala. —¿Qué cojones haces aquí tan temprano?— Dejé las llaves del auto en un mueble de madera.

Entré a la sala y ella se levantó para plantar un beso en mi mejilla. Hizo ademán para separarse y de inmediato pegó su naríz a mi cuello, luego olió con detalle mi camisa.

—Katsuki.— Me miró a los ojos. —¿Por qué mierda hueles a puta?— Continuó oliendo. —Mierda... Y es Miss Dior.— Dudó unos segundos. —No, es réplica. Esta mujer sabe lo que hace.

Le arrebate el agarre a mi camisa y yo la olí.

Esta pesada de mierda...

—Déjalo ya. No es nada.— Me quité la camisa, le dí vuelta a toda la casa hasta llegar a la lavandería y meterla de inmediato a lavar de mala gana.

—¿Te viste con Keiko?— Mi cabeza comenzaba a palpitar de dolor.

—No.

—Oye, dile que me escriba. Dijo que seguiríamos en contacto y hace mucho que no responde mis mensajes.

—¿Para qué mierda hablarías con ella?

—Es una chica dulce, Katsuki. Deja de tratar de hacerla quedar mal conmigo. ¿Quieres? Eres un inmaduro.

—¿Ok?

—Tu cena está en el microondas. Amargado de mierda...— Lo último lo dijo para sí.

...

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