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Conseguí resistir a ese silencio incómodo durante todo el aventón. No tengo la necesidad de hablar todo el tiempo, sé cuando callarme. Pero estar a solas con este tipo en un sitio cerrado era una completa tortura. Nunca había un silencio sereno. Siempre tenía que estar presente esa tensión en el aire tan denso que obstruia el paso del oxígeno a mis pulmones, ahogándome mediante pasaba el tiempo. En especial, luego de lo que acaba de confesar el rubio.

“Estaba preocupado.” “Entiendo.” se repetían en mi cabeza como si un demonio tratase de convencerme de que saltase de un rascacielos. En la necesidad de refrescarme, abrí la ventana. Bakugo no dijo nada al respecto. Eran más o menos las cinco de la tarde, a esa hora todo el mundo estaba fuera de casa y se volvía notorio en el tráfico de la avenida. Noté a una chica de cabellos verdes caminar en la acera en dirección a la estación del tren.

Una chica de cabellos naranjas iba con ella, pero no podía ver sus rostros con claridad. La peliverde miró hacia la calle, sus ojos chocaron con los míos. Era Tokage. Le tomó unos segundos reaccionar, podía ver a Bakugo a mi costado con claridad. Pude leer sus labios, que le avisaron a la chica de cabellos naranjas que yo intuí que era Kendo, que yo estaba ahí. Pulse el botón, y el vidrio comenzó a subir increíblemente lento. Pero Kendo ya me había visto. “Voy a matarte.” Sus labios gesticularon la oración lo más claro posible para que yo supiera lo que decía.

—¿Vas a contarme qué fue lo que pasó?— Dijo Kendo esa vez que la llamé, luego de la pelea de Hanta y Bakugo. Pero ella quería saber de esa vez en la enfermería.

—Ah...— Yo estaba llorando. Pero intenté mantener mi tono de voz más estable.

—No lo guardes para ti, ¿Esta bien? Por favor, cuéntame.

—Viste... ¿Mi pierna?— Yo respiraba con cuidado, conteniendo el aliento voluntariamente para no dejar que oiga un sollozo.

—Sí,— Dijo mi nombre.— Sí lo noté.— Conseguí calmar el llanto.

—Me hice esa herida con mi don. No ha estado sanando como debería.— Kendo guardó silencio. —Yo...— Me limpié el rostro, sequé mis ojos que se humedecían más mientras intentaba hablar. —Recovery...— No encontraba las palabras.

—Está bien. Tómate tu tiempo.

—Recovery Girl dijo que estaba la posibilidad de que ya no pueda seguir en la UA.— Yo reí. —Pues claro, ni siquiera pudo llegar a un diagnóstico. Pero no puedo seguir jugando a querer salvar vidas si pongo la mía en riesgo. Yo podría, no he hecho todo esto por mera diversión. Pero es obvio que el sistema educativo no me querrá aquí si ese es el caso.— Kendo suspiró.

—¿Tú papá lo sabe?— Me congelé en ese momento.

—No, no puede. No hasta que Aizawa y Recovery decidan qué hacer conmigo.

—Sé que tu papá lo entenderá. No te frustres por él, ¿Sí? Creo que sería mejor si se lo cuentas cuanto antes. Eres tú quien está en riesgo.

—Pero me gustaría tomar ese riesgo.

—Piensalo bien.

—Claro.— Nos quedamos en silencio unos segundos. Yo tomé un pañuelo y me soné la nariz.

—¿Estás llorando?— No respondi.—¿Hay algo más? ¿Te encuentras bien?

—Bueno...

—Podemos hablar de otra cosa, no hace falta.

—No, sí hay algo más.

—¿Qué?

—Los de mi clase me hicieron algún tipo de entrevista, o no lo sé. Y surgió el tema de mi herida.

BlondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora