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Las cosas no eran muy diferentes a cuando era un niño. Tendríamos al menos cuatro años y recuerdo con especial detalle tener un pequeño rencor hacía Deku que no sabía justificar incluso ahora. Para ese tiempo, podría decir que él tenía amigos. Era demasiado puro y atraía a la gente con naturalidad. Era una de sus cualidades molestas, era excesivamente bueno.

Mis compañeros del jardín insistieron en ir a la casa del peliverde, pero yo me negaba a ser amistoso con él. Este niño de cabello marrón seguía diciéndome que no debía perderme la oportunidad de verlo, Deku tenía una extensa colección de mercancía de All Might y ellos estaban emocionados por verla. Para mi mente de infante, imaginarme la alta calidad de objetos de edición limitada de mi héroe favorito hacía que la saliva saliese de mi boca. Sin darle mucho mérito a que le pertenecía a Deku, terminé cediendo y fui a su casa.

Su madre con mejillas tan pecosas como las suyas nos recibió, recuerdo su rostro al ver a los compañeros de su hijo frente a su puerta, su sonrisa era idéntica a la de Deku ya que ambos enseñaban más la encía que sus dientes. No pude seguir mirando su cara y entré al departamento evitando analizar si yo también me parecía a mi madre.

No recuerdo con exactitud la hora, pero al cabo de unas cuantas horas tuve una pelea con Deku. Yo estaba ocultando una herida en mi codo izquierdo con una camisa de manga larga. La camisa debía de ser una o dos tallas más grande, ya que en un movimiento la manga se deslizo de mi brazo y el chico de pecas notó la sangre seca que lucía como un parche del tamaño de una moneda. Era ridículo, me sentía apenado cada vez que me lastimaba y no le contaba a nadie. A pesar de que los niños veían las cicatrices con valentía, la historia detrás de la mía no me enorgullecía y tampoco me gustaba mentir, por ende sólo la ocultaba.

Agradecí que no lo dijera en voz alta, pero noté como sus ojos se clavaron en mi herida y yo la cubrí rápidamente al arreglarme la manga. Tampoco recuerdo por qué algo como eso me importaba tanto, de niño apreciaba cosas a las que no presto atención al día de hoy.

Deku se levantó y salió de la recámara. Fingí no darme cuenta de nada y continúe alardeando de cosas junto a los otros niños. Luego, la señora Midoriya llamó mi nombre.

—¿Qué?— Pregunté con irritación. La mujer no le prestó mucha atención a mi tono de voz.

—¿Puedo ver tu brazo?— Preguntó su madre. Miré a Deku sobre el hombro, tenía en sus manos una caja pequeña de plástico entreabierta mientras en la otra una curita con dibujos caricaturescos.

—No tengo nada en el brazo.— Afirmé. La mujer no protestó, pero aún así unió el entrecejo de forma empática; luego continuó recogiendo los cojines del sofá y los metió dentro de un cesto para irse al cuarto de lavandería. El peliverde se acercó a mí y me extendió la curita.

—No tienes que enseñarme, pero úsala, por favor.— Endurecí el rostro.

—Déjame ver.— Le arrebaté el paquete de curitas. —¿Crees que soy tan llorón como tú como para necesitar estas cosas? Los niños grandes se curan sin un beso en la herida.— Deku arrugó la naríz en un puchero.

—Entonces devuelvelas.— Lanzó la mano para tomarlo, yo la resguardé detrás de mi espalda.

Comenzó a forcejear conmigo y insistió en recuperar las curitas. Las puse sobre mi cabeza y continuaba burlándome de él. De un momento a otro las alcanzó, yo las sostuve con fuerza y él comenzó a tirar para quitármelas de las manos. La caja comenzó a deslizarse de mis dedos y Daku intentaba tomarlas de tal manera que decidí soltarlas a propósito.

La caja se estrelló contra su cara y se quedó perplejo. Él comenzó a llorar y yo me reí de él sin pudor. Sus llantos alarmaron a su madre y regresó a la sala. Cuándo me preguntó qué le había sucedido a Deku, yo sólo dije: «Se golpeó a sí mismo.» y ella fue a socorrerlo. Se agachó frente a él, puso una mano en su hombro, otra en su mejilla y dijo:

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⏰ Última actualización: Oct 07 ⏰

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