Mara no encontró a Ramona alrededor, se acercó a Erik y él ladeó la cabeza para dedicarle una sonrisa, no espero más y se hundió en sus brazos.
– Ya todo termino – la consoló Erik mientras acariciaba su cabello – Nadie te lastimara de ahora en adelante.
– ¿Dónde está Ramona? – Entrecerró los ojos.
– Dijo que tenía que irse, pero te quedas en buenas manos.
Mara se abrazó a sí misma y vio los nudillos de Erik.
– ¿Puedo quedarme en tu casa?
Ella no alzaba la mirada y Erik la miró tan frágil ahí.
– Claro que puedes, vámonos.
Mara y Erik fueron todo el camino en silencio, el cuartel de policía estaba lejos del departamento de Erik. Mara iba miraba por la ventana con las rodillas dobladas hacia el pecho, Erik la miraba de reojo de vez en cuando.
– ¿Estas bien? – Le preguntó sin apartar la vista del camino.
– Si – Mara entrecerró los ojos - ¿Por qué?
– Se me hizo raro que no quisieras ir a tu casa ¿hay algo que quieras decirme?
Mara miró a Erik, tenía la mirada puesta en el camino, su nariz respingona, la barba recién afeitada y el cabello un poco más largo y rebelde. Mara sonrió para sí misma.
– Solo quería pasar la noche contigo.
Erik sintió como los nervios se acumulaban en su estómago, tensó la mandíbula y apretó las manos en el volante.
- Debo ir al trabajo a recoger unas cosas temprano
– Me iré a la hora que te vayas
- Oye está bien – Erik le sonrió – Puedes quedarte, yo regresaré temprano y espero encontrarte ahí.
Mara comenzó a jugar con las puntas de su cabello mientras sonreía.
– Ya está creciendo, me gusta como se ve largo – Mara arrugó la nariz – No me refiero a que corto se vea mal, trato de decir que jamás te había visto con el cabello largo y me gusta cómo se te ve de las dos formas.
– Gracias.
Al llegar al departamento Erik nunca soltó de la mano a Mara, cuando abrió la puerta se encontró a James riendo a carcajadas con una chica pelirroja que Mara reconocía. Jamie los miró a ambos y cuando reparó en Mara corrió a darle un gran abrazo.
– Tenia tanto tiempo que no te veía – la sonrisa de James hizo que Mara se sintiera tranquila – ¿Cómo estás?
– Muy bien gracias – sonrió ella, James tomo de la mano a la pelirroja y la puso a su lado
– Ella es Leilane, es una amiga
La chica muy amigable saludó a Mara y a Erik y después los dos salieron por la puerta a grandes carcajadas.
– ¿Es su novia? – Preguntó Mara mientras se dirigían a la habitación.
– Algo así.
Mara sintió una oleada de sentimientos al volver a entrar al cuarto de Erik, todo seguía igual, bueno, casi igual, estaba un poco más ordenado y con muchos más libros. Se sentó en la cama y se tiró de espaldas mirando por el balcón. Entonces recordó a Lilian y su sonrisa desapareció, había estado ahí, en esa cama. Mara se reincorporó rápidamente.
– ¿Qué pasa? – Le preguntó Erik sentado desde la esquina de la cama.
– No quiero sonar infantil – sí que lo era – Pero siento algo incómodo estar aquí después de que... Lilian.
Mara no dijo nada, sabía que Erik comprendía, se miró las manos nerviosa, él se acercó y la tomó del rostro.
Esos ojos verdes.
– Mira, sé que hice mal, pero Mara, tú fuiste la primera aquí y no quiero que pensemos en eso.
Erik se sentía egoísta al pedirle eso, pues jugaba a su favor, pero no quería que Mara se alejara, ni que pensara que la había olvidado con Lilian en algún momento.
– ¿y Ágata?
Ambos sentían ese sabor amargo en la boca cuando mencionaban a Ágata, Erik trató de sonreírle para calmarla.
– Ella apenas y entró, creo que solo fueron dos veces y créeme que solo para discutir.
Y eso era lo que Mara no quería; discutir.
La noche cayó de repente, la cara de Marco y las sucias palabras que escupía aparecieron haciendo que Mara se levantara con el corazón latiéndole a mil por hora. Miró alrededor, se sintió a salvo saber que estaba en un lugar seguro, tardó en recordar que era la habitación de Erik, ya que él no estaba al lado. Se puso las pantuflas y salió del cuarto, la luz de la cocina le dijo dónde estaba.
Erik se curaba los nudillos, aún estaban morados, pensaba entre tiempos, se quedaba pensando en Mara, en lo que sucedió y en mil cosas más. Sintió una presencia y al verla ahí su gesto se relajó.
– ¿Estas bien? – Asintió - ¿Qué pasa?
Mara se acercó lentamente hasta ponerse delante de él recargada de la barra.
– Pesadillas – dijo entre dientes y después le sonrió.
– Enseguida volveré a la cama, tú descansa, tan solo te sentaste y quedaste noqueada.
Mara no podía dejar de ver las manos de Erik moradas y con sangre seca en los nudillos, tomó un poco de algodón y comenzó a desinfectarlas.
– Si dejas que se sequen las heridas después será peor – le dijo casi pegando su frente a la de él.
Erik la tomó de la cintura e hizo que se sentara en sus piernas, ella solo sonrió sin quitar la vista de sus manos y tomaba cinta para envolverlas. No pudo contenerse más y escondió su cabeza en el cuello de ella cerrando los ojos, estaba cansado; física y emocionalmente. Mara paso sus manos por su ya largo y ondulado cabello besando su sien.
– No creo en las almas gemelas – ella rio – No, en verdad, pero tu apareciste en mi vida de alguna forma que nunca pude dejar de pensar en ti, incluso cuando me hice a la idea de que jamás te volvería a ver. De alguna forma no puedo dejar de pensar en todo lo que paso, todo por lo que tuviste que sufrir y no estuve ahí para...
– Basta – Mara se alejó, lo vio de arriba abajo – Esto no fue tu culpa, ni de nadie, nadie tiene la culpa de que las cosas malas pasen y ya no quiero hablar de esto porque me hace recordar heridas terribles que no quiero volver a... Tú sabes.
Las manos de Erik se posaron en el vientre de Mara haciendo que todos sus músculos se tensaran y la sangre abandonara su cuerpo, ahí estaba esa sensación de nuevo.
– Lo hubiera tenido, en verdad, sé que dije muchas veces cosas de bebés y eso, pero no hubiera... Bueno, él no tenía la culpa de nada.
La mirada de Erik era demasiado suave y dulce, lo besó fuertemente.
– Te amo Mara, no tienes ni idea.
ESTÁS LEYENDO
Mara #1
PoetryEra bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda y un aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes. - Gabriel García Márquez