El sonido de una puerta cerrándose hizo que Mara abriese los ojos, la habitación estaba a oscuras, se tocó la frente y trato de alcanzar su teléfono. Se recostó en la almohada y recordó que estaba en casa de Erik, se mordió el labio y sintió cómo el rubor subía por sus mejillas. Palpó a su lado, y encontró un cuerpo cálido acurrucado, Erik se movió en la cama y abrió los ojos tomando la suave mano de Mara y acercándose a ella.
–Erik –susurró Mara –. Alguien abrió la puerta.
– Debe ser James.
Erik puso su mano en la espalda baja de ella y la acercó hasta que pudo descansar en su pecho, el cabello de Mara le hacía cosquillas y lentamente subía y bajaba la mano por su espalda. Los labios cálidos y suaves de Erik se posaron en la frente de ella, cerró los ojos, quería estar así toda una vida si fuera posible.
– ¿Erik? – Él hizo un sonido de que la escuchaba – ¿Qué hora es?
Erik alcanzó la pequeña lámpara que estaba a su lado, cuando la luz iluminó un poco el cuarto, Mara entrecerró los ojos y escondió el rostro en el surco del cuello de Erik.
–Las tres y media de la mañana ¿Por qué? –arrugó la nariz - ¿Te iras?
Erik no quería que se fuera, quería tenerla más tiempo en sus brazos
–No –Mara negó aun con el rostro escondido –. A menos que lo quieras.
No quiero
–No quiero eso –tragó saliva – Quiero que te quedes, sin tiempo indefinido.
La mañana siguiente Erik sintió como alguien lo empujaba levemente, abrió los ojos con dificultad, Mara se encontraba de espaldas a él cubierta hasta el cuello con las sábanas, pero su espalda delgada y pálida descubierta, marcando cada bulto de su columna, miró al sujeto que estaba a su lado.
–¿Qué quieres Jamie? – James abrió la boca y volvió a cerrarla, sus ojos viajaron de Erik a Mara y arqueo una ceja – Hey, basta, ve al grano.
– Te buscan –hizo una seña con la cabeza hacia la puerta.
– ¿Quién? –Erik se incorporó y entrecerró los ojos pensando quien podría buscarlo, era sábado, nadie lo buscaba los sábados.
– Ágata.
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Mara #1
PoetryEra bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda y un aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes. - Gabriel García Márquez