Mara descansaba bajo la cálida luz de la lámpara, había ido por algo de ropa a su casa cuando Erik se fue, dejó la puerta sin seguro y todo el camino se lamentó de ese error, afortunadamente nada malo ocurrió. Había traído su pequeño caballete y un lienzo, no podía estar sin pintar, tenía manos hiperactivas, escuchó la puerta destrabándose y el corazón se le aceleró hasta que reconoció a Erik.
Se cubrió rápidamente las piernas con la cobija y parpadeo aturdida cuando prendió la luz, se veía cansado y algo enojado, además del rocio que le caía sobre el cabello. La miró con el ceño fruncido y se sentó en el otro sofá.
– ¿De dónde sacaste eso? – Le preguntó divertido.
– Fui a casa después de que te fuiste por algo de ropa y realmente necesitaba pintar, no puedo dejar de hacerlo.
– ¿La noche te inspira? – Le preguntó quitándose la chaqueta y quedándose solo con la básica negra.
– Sí, creo que lo hago porque me aterra la oscuridad, no puedo dormir, así que debo de hacer algo más.
– Interesante – Mara puso los ojos en blanco, Erik se recostó. Ella vio lo que estaba haciendo y se sintió algo incomoda, paso los dedos por su pincel machándose de azul el pulgar.
– ¿Estás bien? – Erik le regresó la mirada confundido y asintió.
– Problemas con Ágata, pero no debería contártelo a ti.
No, claro que no debía, y Mara lo prefirió así, busco su pantalón a un lado.
–No puedo pintar con pantalones – Arqueó una ceja – Tampoco sé por qué.
Mara se levantó y caminó hasta el baño para lavar los pinceles, cuando regresó Erik miraba su cuadro curiosamente, ya sabía lo que venía ¿Qué demonios es esto?
– Sé que se ve feo – Arrugó su nariz – Pero no lo veas de esa forma.
–No puedo juzgar el arte porque ni siquiera se dibujar dentro de la línea – Ambos rieron incomodos.
– Si, bueno –Se sentó a su lado y se abrazó las rodillas – Supongo que el arte no es para todos, yo comencé a dibujar porque mi padre siempre me llevaba a su oficina, entonces tenía demasiadas hojas blancas y muchos plumones, además siempre había cosas bizarras en mi cabeza – Mara se quedó pensando un segundo y sonrió ante el recuerdo–. Entonces cuando mi padre las veía decía mi querida Mara, creo que ahora si has perdido la cabeza.
Mara se percató de lo que había hecho, a nadie le había contado nada de su padre, desde que murió se guardó cada recuerdo, cada palabra, para sí misma, era como su pequeño secreto y ahora le había dicho a un completo desconocido eso. Erik tenía la mirada muy fija en ella, sus lindos ojos color avellana, sus delicados rasgos, su nariz puntiaguda y la barba descuidada, por un segundo Mara quería lanzársele encima y besarle, pero quitó esa idea de su mente.
– ¿Siempre supiste que querías ser artista? – Le dio toda su atención.
– No – Mara comenzó a reír – Honestamente quería ser princesa, al cumplir diez me di cuenta que eso jamás pasaría, entonces pensé si soy muy buena para dibujar entonces me encantaría estudiar artes y aquí estoy.
–¿Y tu padre que dijo? – Entrecerró los ojos.
– Nada, dijo que cualquier decisión que tomara, él me apoyaría.
Tenía que cambiar de tema si no se pondría a llorar como boba y no quería hacer eso, se levantó y comenzó a dar de vueltas por el departamento, tomó un vaso de agua del congelador y lo paso haciendo lastimar su garganta.
– ¿Estas bien? – Le preguntó Erik con una sonrisa.
– Si – Asintió limpiándose la boca – No pensé que te gustaran los Rolling stones.
Erik arrugó la frente, sus ojos se posaron en ella y después a su habitación que estaba abierta.
– When all your love's in vain.
–¿Te gustan? – Le preguntó Erik sorprendido
– Un poco, no son mi estilo, pero algunas canciones están bien.
Se miraron por un rato, sin sentirse incómodos, simplemente contemplándose. Ella decidió irse a dormir al igual que él, Mara guardó el caballete y puso la pintura encima de la mesa para que se secara, se arropó en el sillón y fue tan raro que el sueño se apoderara de ella tan pronto.
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Mara #1
PoetryEra bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda y un aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes. - Gabriel García Márquez