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Los sentidos de Mara se alertaron, mordió su labio inferior mientras sentía como se ruborizaba sus mejillas 

– ¿Si? – Trató de evitar su mirada – ¿De qué?

No digas besos

No besos

Besos

–Dijiste que hoy seria nuestro dia. 

– Lo haré – Soltó un suspiro aliviada – Pero cuando Tanzie se vaya, no quiero toparme con ella. 

– Ni siquiera debe de estar en este mundo ya. 

Salieron a hurtadillas de la habitación y los gemidos del otro cuarto hicieron que ambos estuvieran a punto de soltar una carcajada. 

Mara vio que su chaqueta estaba arrinconada en el piso, probablemente James la había pateado para que Tanzie no la viera.  Erik agarró sus llaves, cuando estuvo a punto de guardarlas en su chaqueta Mara se acercó y se las sacó del bolsillo haciendo un mohín.

– ¿Qué te pasa? No iremos en tu camioneta – Susurró enojada.

– ¿Por qué no? – Frunció el ceño – Tiene gasolina y llegaremos más rápido.

– Una de las principales cosas que debes de saber cuándo sales conmigo es que el metro siempre es la mejor opción – Le apuntó con el dedo en el pecho – Así que por hoy harás lo que yo diga.

Erik le sonrió, le encantaba el verde de sus ojos y por una extraña razón sentía que los había visto más de cerca, pero eso era imposible, era la primera vez que la tenía tan cerca, también pudo sentir su corto cabello haciéndole cosquillas en el rostro, negó con la cabeza y ambos caminaron hasta la puerta. Cuando estaban en el metro Mara leía, a Erik le pareció graciosa lo concentrada que estaba, tenía tiempo que no viajaba en el metro. 

– ¿A dónde iremos Mara? – Suspiró.–

– A una exposición de esculturas art pop – Le sonrió y después le dio palmaditas a su bolso – Espero que no te moleste que tomara la Polaroid.

– No es mía – Le restó importancia – Que aburrido, las exposiciones artísticas nunca fueron lo mío. 

Miraba a la ventana, olvidaba el olor del metro a sudor, mugre y otras cosas. Mara despegó los ojos del folleto y le dio un pequeño empujón que lo hizo sonreír, podía comprender que sus gustos no serían similares, habían crecido inculcados por cosas muy opuestas. Esperaba que eso no fuera un problema en el futuro. 

– No es tan aburrido una vez que te acostumbras; el arte es subjetivo. 

– Prometo no comportarme como un bebé – La desafío con la mirada – Si prometes hacer algo que a mí me guste un día.

–¿Y qué es lo que a ti te te gusta hacer para divertirte? – Entrecerró los ojos.

– Tendrás que ver una película de horror conmigo, entonces me dedicaras tu noche.

Mara se estremeció, odiaba las películas de terror, tanto como odiaba que sus pinturas de óleo se secaran  y dejarán de funcionar.

– Odio las películas de terror – Murmuró muy bajito. 

– Mara – Ella clavó sus ojos en los de él, tan claros –. Tienes una colección de películas de Stephen King que ves cuando estas aburrida.

– Es diferente. Lo hago porque me recuerda a mi padre, a él le gustaban mucho.Es una forma de sentirlo cerca de mi,  además de tanto que las he visto, ya no me sorprenden mucho. 

Y era verdad, ya no le causaban tanto miedo, excepto por IT, la odiaba. Después de las películas de Stephen King no había tenido el valor para ver alguna otra, lo evitaba a cualquier costa, lo evitaba como si su vida dependiera de ello.

– Lo intentaré – Suspiró rendida –. Si haces esto por mí, al menos debo de hacer algo por ti.

Erik sonrió. Al llegar a su estación en el subterráneo, Mara le tomó la mano y corrieron por las empinadas escaleras empujando gente, Erik se soltó de su agarre y tomó la cámara. 

– ¿Qué haces, Erik? – Comenzó a reír – Vamos a llegar tarde.

Ambos se sentían felices. 

– Trato de tomarte una foto ¿no es obvio?

La gente que pasaba los miraba curiosos, Mara se reía evitando voltear hacia la cámara, pero el sonido de captura la sorprendió.

– ¡No puedo creer que lo hayas hecho!

Mara se abalanzó sobre él, incluso los pocos centímetros que Erik la rebasaba no hicieron que pudiera alcanzar la foto. Mara dio pequeños brincos y al final se rindió, Erik guardó la fotografía dentro de su chaqueta. Ella hizo un puchero y caminó hasta las esculturas.

Erik miró a Mara con diversión y confusión, ella sacó rápidamente el folleto y le enseñó a Erik donde había marcado con su dedo.

– Creo que me confundí de día. 

– Mara no dice ni siquiera qué tipo de exposición es.

– Mierda – Se rascó el cuello – Podemos irnos, tampoco es lo que esperaba.

– Vamos a dar una vuelta y después por un café.

Mara asintió algo apenada, no era lo que esperaba de ese día. Después de dar una larga vuelta se detuvieron delante de la escultura de una mujer bañada en pintura rosa con el cuello totalmente contorsionado y las manos en forma de garras. Erik tenía los ojos entrecerrados como si de verdad estuviera entendiendo el concepto, ella se mordió un labio para bloquear la risa.

– Es interesante – Asintió – De verdad.

– Erik ni siquiera es tan profundo, no quieras tratar de impresionarme.

Él estuvo a punto de abrir la boca cuando alguien escuchaba como lo llamaban a sus espaldas, reconocería esa voz en cualquier lugar. 

Ágata.

Mara #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora