Erik tenía el libro de Lolita en las manos, Mara se abrazó así misma cuando caminó y se posó delante de él. Erik alzó la mirada, le sonrió tiernamente lo que hizo que el corazón de Mara se rompiera en mil pedazos.
- Tenemos que hablar – Erik cerró el libro y puso sus codos sobre las rodillas.
- ¿Está todo bien?
- No lo sé - Mara se miró las manos y volvió a posar la mirada en él - ¿Sabes a dónde fui?
- No tengo idea – La mirada de Erik era dura, como si ya supiera que era lo que Mara iba a decir.
- Fui a ver a mi papá y pensé que estaba lista para llevarte, pero aún no lo estoy.
- O quizá no estas seguras de mí – Erik hacia las manos en puño y Mara lo veía perpleja
- ¿Qué es lo que somos, Erik? - el soltó una risa agria que hizo que Mara parpadeara
- Tu dime Mara - La miró con el ceño fruncido – ¿Te da miedo estar en una relación o simplemente no quieres estar conmigo? Porque ya no lo entiendo.
- Quiero estar contigo - Mara se acercó a él – Pero tengo miedo de perderte, porque simplemente te amo demasiado.
A Mara se le detuvo el corazón.
A Erik se le atoraron las palabras en la garganta.
- Entonces se mía - Erik tomó las manos de Mara y la hizo sentarse en su regazo - A la mierda lo demás, estemos juntos, por favor.
Mara se hizo un ovillo en él, Erik se recargó en el sofá, comenzó a acariciar el cabello y hundió su nariz en el oscuro cabello de ella.
- ¿Y si no funciona? - Dijo ella rogando porque él no la escuchare.
- Entonces lo arreglaremos, el que no arriesga no gana y no debes de preocuparte por las cosas antes de que pasen.
Erik tenía razón y Mara lo sabía, tenía que arriesgarse, intentarlo y lo deseaba. Entonces lo besó y él escondió las manos en su cabello. Y la noche llego y entre susurros sobre su piel.
– ¿Vamos a estar juntos, Mara?
Mara sonrió tristemente sobre su boca.
-Si - Susurró.
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Mara #1
PoetryEra bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda y un aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes. - Gabriel García Márquez