15. Sangre y dolor

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William Jones

— ¿Estás seguro que ya se fueron? — le pregunto a mis hombres escuchando un certero si pero no me confío.

— ¿Realmente el Satán se ha rendido?

Me pregunto y veo cómo celebran con Pavel, mi hijo a la cabeza de la gran mafia de Nevada, la única que no se ha rendido ante el poder del inclemente Maximilian Zerboni, nací y moriré siendo un hombre poderoso que no va a sucumbir ante exigencias de mierda, menos si eso significa bajar la cabeza frente a un hombre que vive y muere por el poder como ese monstruo.

Soy un ganador, eso de que naces siendo un líder es mentira, puedes tener aptitudes y un buen apellido pero la formación te hace para bien o para mal, el mejor y el peor, es lo que intento enseñarle a mi impulsivo hijo pero creo que aún no lo he logrado y por eso estamos aquí, lejos de mi país y más le vale a mi hijo haber tomado la mejor decisión porque no pienso caer lejos de mi territorio.

— ¡Pavel! — llamo a mi hijo y heredero pues a diferencia de Zerboni yo si tuve un solo hijo aunque ahora no se que tan bueno sea eso.

— El Satán no es más que un diablillo cobarde, se fue — celebra airoso.

— ¿Estás seguro?

— Como siempre lo único que haces es dudar de mí, sin embargo, mira.

Estamos en la mejor posición, ¿Piensas que voy a arriesgar todo por nada?

— ¿Qué es todo para ti?

— ¿De qué crees que puede ser capaz Benjamín Zerboni cuando le entreguemos a salvó al nieto que tanto ha buscado?.

— ¿De qué mierda hablas?

Le gritó furioso cuando veo sus ojos rojos por la droga que seguramente se ha metido, la euforia en su cara es la de un demente y ni mis empujones lo hacen reaccionar, juro por mi vida que me preguntó que tanto hice mal con este muchacho porque es joven pero eso no es justificación para mí.

Los gritos que vienen de esa casa y la idiotez de mi hijo me hacen ir dentro encontrándome con aparentemente nada extraño hasta que el grito de una mujer me hace ir hasta el lugar pero la puerta está cerrada y ni la música clásica que sale de ahí aplaca los gritos de dolor.

— ¡Abran! ¡He dicho que Abran! — golpeó pero nada.

— ¡Por favor no! — escucho pero nada.

— !¡Abre! — le ordenó al inconsciente que está detrás de mí. ¿Qué mierda está ahí? ¿Es Zerboni?.

— Pues a menos que esa mierda se haya vuelto una idiota llorona, quizá — se burla y le doy una bofetada que lo manda al suelo.

— Estoy harto de esta mierda, tu maldita irresponsabilidad, tu necesidad de querer comerte al mundo y al final no haces nada, ¿Quien mierda está ahí? — lo jalo nuevamente exigiendo una explicación pero nada solo me mira furioso con los ojos cristalizados sin más.

— Me odias verdad, siempre me has odiado, no tienes un puto hijo más que yo pero siempre me has odiado, no confías en mi, nunca me has apoyado.

— Estoy aquí por ti, carajo.

— !¡No! — lo escucho gritar al mismo tiempo que el grito de la mujer de adentro se hace más fuerte.

— Estás aquí para supervisar lo que estoy haciendo porque no confías en mí, nunca lo has hecho y nunca lo harás, no importa que te esté dando lo mejor que podrías tener para ir contra Maximilian Zerboni, nada de lo que yo haga jamás será bueno para ti — golpea la puerta, la mujer pide auxilio y solo se escucha la música como respuesta.

El monstruo de dos mundos (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora