PLACERES Y CULPAS

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BROOKE

—Sigue— su voz ronca manda oleadas de calor a mi ser— porque te detienes.

—Déjame en paz— intento ponerme de pie pero las piernas y el cerebro no me responden— no lo haré— la cara me quema y no me esfuerzo cuando se sienta frente a mi y saca un arma— ¿Me vas a matar?.

—Depende— amenaza pero no es violento aunque pone una Glock en la mesa— quiero verte— su mandíbula se tensa y lo mismo me pasa cuando vuelve a tomar el arma lamiendo sus labios— ¡Hazlo!.

Agradecería que la tierra me trague pero no tengo suerte, él está mirándome con lascivia, ansioso, sobando su erección aprieta el pantalón por encima de la ropa, con el arma en la mesa exigiendo que me siga tocando, juro que también quiero llorar pero no lo haré.

—No te tengo miedo.

—Un plus adicional.

Habla con los ojos fijos en mi cuerpo y me voy de espaldas cuando se viene sobre mí, soltando la toalla y quedando totalmente expuesta, sus ojos me recorren con fuego, es eso es un maldito fuego enfermo que me quema, porque debería pero no me da miedo sentir como toma el arma y pasa el cañón sobre mi desnudez.

No me toca, no con sus manos pero si con la Glock, el cañón repasa mi cuerpo como si fueran sus dedos y los nervios son los que me matan.

—¿Que diablos haces?— jadeo mientras la pistola juega con mis pezones— estás enfermo.

—Igual que tú— susurra y mete su lengua en mi oreja— igual que todos los que estamos en este mundo— el cañón se mete entre mis piernas haciendo que entierre las uñas en su pecho— eres hermosa y tan fastidiosa que nadie me podría culpar por follarte y matarte.

—¡Hazlo!— siento como ese cañón roza mi centro.

—¿Follarte o matarte?.

Me quedo sin palabras cuando tengo una Glock repasando mi intimidad, cada toque de esa cosa no me lastima si no que me hace gemir mientras veo la diversión del diablo en su cara, me sobresaltó por su brusquedad cuando deja de hacerlo para quemarme cuando lo veo chupar el cañón que está empapado de mi.

—Estás loco.

Y yo también, lo primero que hace es arrancarse la camisa dejándome ver el cuerpo grande y definido que tiene, lo segundo es retorcerme un pezón haciendo que arda pero me gusta, su mano jala mi pierna y en segundos aprieto los dientes cuando su lengua acaricia mis labios vaginales, arañó el mueble cuando lo veo de rodillas, con mi pierna en su hombro succionando como si fuera la fruta más dulce.

Desliza su mano por mi pierna y le doy acceso para que me apriete el trasero sin dejar de llevarme al infierno con su lengua, sus ojos oscuros me miran sin dejar de hacer maravillas dándole un plus a esto, no se de donde agarrarme, gimo varias veces y grito cuando sus dedos me invaden mi interior, los mueve palpando despacio para luego mover con fuerza y me siento impotente por estar desnuda, moviéndome como una adicta en la cara del hombre que sigue y se ríe porque sabe lo que hace.

Mi vagina suelta jugos que me empapan y el sigue haciendo que todo sea más profundo, las sensaciones son exquisitas.

—Insoportable pero dulce— chupa los dedos mirándome y gimo más fuerte— me preguntó que tanto me odias como para terminar así— su pulgar se clava en mi clítoris— por mi— me jala el cabello sobando sin parar y las piernas se me acalambran explotando en un orgasmo que es imposible retener, gritando, derretida, mal, muy mal.

—¡Señor, el cargamento ha llegado!— escucho que hablan pero sigo perdida apretando las piernas— debemos estar listos en 20 minutos— no sé cuánto ha pasado pero tenía casi dos horas, ahora 20 minutos y su cara no es de felicidad— ¿Señor?.

—¡Ya voy joder!— grita molesto y nos miramos en un desafío que no debería sentir— vístete— me ordena.

—¿Qué?— me obligó a volver a la realidad mientras lo veo caminar con dificultad al baño. —De prisa y no te limpies— no le hago caso y limpio mis muslos con su camisa.

Definitivamente la lengua solo le sirve para dejarme con las piernas como gelatina y el cerebro que reacciona después de haberme dejado succionar el alma por el, cada paso es una tortura y la culpa nuevamente se apodera de mi, entiendo que el sexo es una necesidad pero me estoy pasando, mis dedos han quedado ridículos y aprieto las piernas ante la sensación.

Mis ganas de matarme están presentes y no puedo seguir perdiendo el tiempo, respiro muy hondo yendo por el vestido, uno negro muy hermoso sin mangas, de tela lisa que se ajusta a mi cuerpo delgado pero acentuando las curvas exactas que tengo, arreglarme hace que me relaje un poco y miro el rubí en mi mano al igual que el aro de diamantes negros, estoy casada otra vez y con un Zerboni, es ridículo pero real.

Las piernas aún me tiemblan pero las obligó a responder, los tacones negros de tacón fino no me pueden flaquear y son demasiado hermosos y altos como para no lucirlos como se debe, mi maquillaje es sutil pero acompañado de los labios rojos que me gustan, resaltando el miel de mis ojos sonriendo porque mi niña los tiene muy parecidos, el collar es una belleza pero sus colores no van con el rubí por lo que me lo quito y me enfocó en el hombre que lucha por ponerse una corbata.

—Odio está mierda— reniega haciendo más nudos frente al espejo— ¡Maldita sea!— tira las cosas y me estresa.

—Señor, es hora.

—¡Cállate!— grita y me da risa ver lo histérico que es.

—Un asesino, mafioso, multimillonario que no sabe ponerse una corbata— me acerco intentado tener la seguridad de ponerme frente a él.

—Tenía la ropa lista, odio las corbatas pero una loca empezó a ponerse caliente conmigo y me jodió la camisa.

Es insoportable, me quema la cara y le arregló lo que necesita mientras su aroma me llena las fosas nasales, es muy alto y aún con los tacones me debo empinar un tanto para terminar de ajustar, mis ojos se encuentran con los suyos estando fijos en mi boca, la misma que siente su pulgar pasando por mis labios, es un magnetismo que no me deja respirar, tengo ansias, ganas del peligro pero es hora de irnos.

—Vamos— cierro los ojos y apuntó mentalmente— ir al psiquiatra.

No tengo cabeza ni cara para enfocarme en pelear, me siento en el auto camino a la fiesta mirando de tanto en tanto al tipo que está adelante, escucho como dan indicaciones y el auto se desvía haciendo que me agarre con fuerza, por un segundo creo que es un ataque pero voltea a decirme que son los cambios de siempre para prevenir, es una buena estrategia y hace que lleguemos más rápido, bajamos del auto y el calor impacta es de noche pero la temperatura está alta y él un aura diferente.

—¿No vamos a entrar?— pregunto al ver cómo le dice a Sánchez que entre conmigo y él habla con sus hombres— ¿Que haces?.

—Entra, eres Brooke Jones, inversionista— pone un click en mi vestido sobando el pecho.

—¡Ya!— lo empujo cuando me mira y le da un apretón mientras Sánchez mira sorprendido— ¿A dónde vas?.

—Ya te he dicho que me voy a encargar de ese cargamento, esto— vuelve a apretar mi pecho señalando el click— me dirá no solo dónde estás si no que haces.

—Todos van a preguntar por ti.

—Llegare, solo que tú debes hacerlo primero.

—¿Por qué?

—Porque eres parte de la subasta.

Se me hiela la sangre y lo veo caminar con tres hombres al auto, intentó reclamar pero no puedo ni hablar, ¿Me está diciendo que me van a vender y comprar?, soy su maldita esposa y no tiene mejor idea que hacer esto.

—¡Malnacido!— no voy a llorar— Sánchez nos vamos— le doy la orden a mi acompañante pero aparecen 4 más que nos rodean de la nada— ¿Que mierda quieren?.

—No se asuste señora, solo estamos aquí para cuidarla y asegurarnos que los planes del señor salgan como espera.

—Lo mejor es que ingresé y actúe como lo que es.

—¿La prisionera de ese maldito?.

—La esposa del dueño del Inframundo.

El monstruo de dos mundos (TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora