31

114 13 2
                                    

Cabe aclarar que Dazai y Chuuya tienen 18 años y viven juntos.

Hoy Chuuya tenía clases en la universidad, y su novio no regresaría hasta pasadas las 2 de la tarde. Era una oportunidad perfecta para que Dazai pasara tiempo con su hermano menor. Habían pasado días desde la última vez que lo vio, debido a los exámenes.

Dazai se apresuró a llegar a la casa de sus padres. Al abrir la puerta, fue recibido por su padre, Mori, quien estaba visiblemente cansado.

— ¡Osamu, qué bueno que estás aquí! — dijo Mori con un suspiro de alivio — Ranpo ha estado muy inquieto últimamente. No deja de llorar y parece que nada lo consuela.

Dazai frunció el ceño con preocupación. Ranpo siempre había sido un niño alegre, aunque muy sensible. Entró en la casa y dejó su mochila en el suelo. Desde el salón, pudo escuchar los sollozos de su hermano pequeño.

— Déjame ver qué puedo hacer — dijo Dazai mientras se dirigía al salón.

Al cruzar la puerta, vio a Ranpo, con su carita roja y empapada en lágrimas. En cuanto el pequeño vio a Dazai, extendió sus bracitos hacia él, llorando aún más fuerte.

— ¡Dai! — gritó Ranpo entre sollozos, esforzándose por llegar a su hermano.

Dazai se acercó rápidamente y lo levantó en brazos. Ranpo se aferró a su cuello con fuerza, sus sollozos comenzando a disminuir.

— Aquí estoy, Ranpo. Tranquilo, todo está bien — susurró Dazai, meciéndolo suavemente.

Mori observó la escena desde la puerta, con una expresión mezcla de alivio y preocupación.

— No sé qué le pasa, Osamu. Nada de lo que hago parece calmarlo. Tal vez extrañaba a su hermano mayor.

Dazai asintió, sintiendo una cálida satisfacción al ver que Ranpo se tranquilizaba en sus brazos.

— Tal vez solo necesita un poco de atención extra — respondió Dazai, mirando a Ranpo— ¿Qué te parece si vamos al parque, Ranpo?

Ranpo, con los ojitos aún brillando por las lágrimas, asintió débilmente. Dazai se volvió hacia Mori  — Papá, voy a llevar a Ranpo al parque. Tal vez un poco de aire fresco le haga bien.

Mori asintió y les deseó suerte. Dazai se aseguró de llevar su mochila, que contenía algunas provisiones para el pequeño. Salieron de casa y caminaron hacia el parque cercano. Ranpo parecía emocionado con la idea de salir, sus sollozos habían cesado y ahora observaba todo con curiosidad.

Al llegar al parque, Dazai encontró un lugar en el césped donde se sentó y dejó a Ranpo explorar a su alrededor. El pequeño, encantado con la libertad, correteó por el césped y se detuvo al ver unas flores bonitas. Sin pensarlo dos veces, las arrancó y se las quiso meter a la boca.

— ¡No, Ranpo! — exclamó Dazai, acercándose rápidamente y quitándole las flores de las manos — Solo porque huelan bien no significa que sean comestibles.

Ranpo frunció el ceño y empezó a quejarse, molesto porque le habían arrebatado las flores. Dazai, previendo una posible rabieta, sacó de su mochila un pastel de fresa que había traído para la ocasión.

— Mira, Ranpo. Tengo algo mucho mejor —dijo Dazai con una sonrisa, mostrando el pastel.

Los ojos de Ranpo se iluminaron al ver el pastel. Dazai lo colocó cuidadosamente en un pequeño plato y se lo dio a su hermano para que se lo comiera solo. Ranpo, emocionado, empezó a comer con entusiasmo.

Al terminar de comer,  Dazai empezo a limpiar sus manitos y la boquita de Ranpo, Dazai notó algo moverse en el césped cerca de ellos. Frunció el ceño, tratando de identificar lo que se acercaba, y sus ojos se abrieron con sorpresa al darse cuenta de que era un mapache.

All my life (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora