Dazai estaba sumergido en sus libros de Historia, preparando diligentemente para el próximo examen. No podía permitirse desaprobar, especialmente en su último año de escuela. De repente, escuchó la voz de su padre Mori llamándolo desde la planta baja.
— Osamu, ven aquí un momento.
Dazai dejó a un lado su libro, se levantó y salió de su habitación. Al llegar a la sala, vio a su padre sosteniendo una bolsa en una mano y cargando al pequeño Ranpo con la otra. El bebé estaba entretenido jugando con el cabello de Mori.
— ¿Que paso? — preguntó Dazai, acercándose.
Mori le sonrió. — Voy a pasar por el hospital para ver cómo va todo. Ya sabes, como dueño, debo asegurarme de que todo esté en orden. Y de paso, haré algunas compras. ¿Podrías cuidar de Ranpo mientras estoy fuera?
Dazai levantó una ceja, un poco sorprendido. — No sé cómo se cuida a un bebé.
Mori le pasó a Ranpo, quien al ver que Dazai lo estaba cargando, sonrió ampliamente y agitó sus pequeños brazos. Dazai lo acomodó con cuidado, tratando de asegurarse de que estuviera cómodo.
— Aprenderás. — dijo Mori con una sonrisa. — En el futuro, tendrás hijos con Chuuya-kun, ¿Verdad? Pues es mejor que empieces a practicar.
Dazai se sonrojó intensamente ante el comentario de su padre. — ¡Papá...!
Pero Mori ya se estaba yendo, cerrando la puerta tras de sí antes de que Dazai pudiera replicar. Dazai se quedó en la sala, sosteniendo a Ranpo, su rostro aún rojo por el comentario de su padre.
Ranpo, ajeno a la incomodidad de Dazai, le miraba con curiosidad, chupándose los dedos.
— Bueno, parece que somos solo tú y yo, Ranpo — murmuró Dazai, acariciando suavemente la cabecita del bebé. — ¿Qué se supone que haga contigo?
Ranpo soltó una risita y Dazai no pudo evitar sonreír ante la inocencia del bebé. Decidió llevarlo a la sala de estar, donde lo colocó en una manta en el suelo y se sentó junto a él.
— Vamos a ver si te gusta jugar con esto. — dijo Dazai, tomando algunos juguetes y mostrándoselos a Ranpo. El bebé comenzó a jugar con entusiasmo, agarrando y sacudiendo los juguetes con energía.
Después de jugar un rato, el pequeño Ranpo había caído dormido, su respiración suave y rítmica. Dazai lo cargó con cuidado, asegurándose de no despertarlo, y lo llevó a su cuna. Con movimientos delicados, lo acomodó para que estuviera cómodo, ajustando la manta a su alrededor.
— Descansa, pequeño. — murmuró Dazai, acariciando suavemente la cabecita de Ranpo antes de salir de la habitación. Cerró la puerta con cuidado y se dirigió a su propia habitación, donde sus libros de Historia lo esperaban.
Dazai se sentó en su escritorio y volvió a sumergirse en sus estudios.
Después de estudiar una hora más, Dazai sintió que el hambre comenzaba a molestarle. Se estiró y se levantó, dirigiéndose a la cocina. Allí, se preparó un jugo y un sándwich sencillo. Se sentó a la mesa, disfrutando de la tranquilidad y el silencio de la casa mientras comía.
Sin embargo, su calma fue interrumpida por el llanto repentino de Ranpo. Dazai dejó su comida a un lado y se apresuró a la habitación de su hermano pequeño. Al entrar, encontró a Ranpo llorando desconsoladamente en su cuna.
— Shhh, tranquilo, Ranpo. Estoy aquí. — dijo Dazai, levantando al bebé en sus brazos. Lo balanceó suavemente, tratando de calmarlo. Verificó su pañal, que estaba limpio. — Bueno, no es el pañal. — murmuró Dazai, sintiendo un poco de desesperación.
Ranpo lloraba con más fuerza, llevándose su dedito a la boca. Dazai lo observó detenidamente y se dio cuenta de que el pequeño tenía hambre.
— Ah, ya veo, tienes hambre. — dijo Dazai con una sonrisa, comprendiendo al fin. Se dirigió a la cocina con Ranpo en brazos y buscó la fórmula infantil. Con movimientos rápidos pero cuidadosos, preparó un biberón y se lo ofreció a Ranpo.
El bebé aceptó el biberón con avidez, dejando de llorar inmediatamente y comenzando a succionar con entusiasmo. Dazai suspiró aliviado, sintiéndose un poco más competente en su nuevo papel de cuidador.
— Ahí tienes, pequeño. Solo tenías hambre. — dijo con ternura, observando cómo Ranpo se alimentaba.
Al terminar el biberón, Dazai le dio unas cuantas palmaditas suaves en la espalda a Ranpo hasta que el bebé eructó. Ranpo, ya tranquilo y satisfecho, volvió a quedarse dormido en los brazos de Dazai. Con cuidado, Dazai lo llevó nuevamente a su cuna y lo acomodó para que estuviera cómodo.
Dazai regresó a la cocina, donde terminó su pequeño refrigerio. Luego, se aseguró de lavar todo lo que había usado, dejando la cocina tan limpia como la encontró. Mientras se secaba las manos, escuchó la puerta de entrada abrirse y poco después apareció su padre, Mori, en la cocina.
— ¿Cómo te fue? — preguntó Mori, observando a Dazai con una sonrisa.
Dazai asintió y sonrió. — Bien. Ranpo solo tenía hambre. No fue muy difícil cuidarlo.
Y tal vez... así tenga más práctica para cuidar de sus futuros hijos con Chuuya.
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Ranpo chiquito es todo lo que esta bien es esta vida.
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