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Colin

Tarde, si Colin Bridgerton tuviera que definir su vida en una palabra, usaría esa; creía que definía correctamente demasiadas situaciones en las que su vida cambió o debía cambiar. Una de las más importantes fue cuando llegó el panfleto de Whistledown el día que huyó con Marina. Llegó justo en el instante después al que él se había marchado.

Cada mañana, al despertar, el panfleto se encontraba ya en las manos de su madre o alguna de sus hermanas; sin embargo, aquel día tardó un poco más, como si el destino pretendiera jugarle una broma cruel. Colin desapareció rápidamente mientras todos desayunaban y corrió a su encuentro con Marina, como un niño bobo corriendo directo a un precipicio, completamente inconsciente del peligro.

El momento en que Colin y Marina se casaron, creyeron que su vida estaría llena de felicidad y plenitud; él mismo había pensado que aquel había sido el día más feliz de su existencia, que a partir de entonces no habría más que dicha en su vida. Sin embargo, no pudo haber estado más equivocado. Desde el momento de la noche de bodas, supo que algo andaba mal, aunque su deseo porque todo fuera perfecto lo hacía ignorar sus sentidos. Marina fue completamente extraña al momento de consumar el matrimonio; no parecía que estuviera realmente allí, se sentía distante y se negaba a quitarse el camisón, evitaba que Colin la tocara demasiado. A pesar de todo eso, él quiso convencerse de que solo era el pudor de una dama ante su nuevo esposo, creía que con el tiempo las cosas cambiarían, tenía fe en el futuro.

Además, durante el día disfrutaban plenamente de su compañía, se sentían felices uno al lado del otro y ansiaban no tener que volver a Londres jamás. Si Colin no amara demasiado a su familia, probablemente nunca hubiera regresado, pero de igual manera tenía que hacer frente a sus acciones; deseaba presentar a Marina como su esposa ante su madre y la sociedad, mostrar que el amor lo podía todo.

Con nerviosismo, ambos emprendieron el camino de regreso a Londres. Aunque él intentaba calmarla a ella, procurando que no se notara lo asustado que estaba por la reacción de todos, iba planeando su futura y próxima vida. Pensaba en comprar una casa en el campo, lo suficientemente lejos para vivir tranquilos, pero no demasiado para continuar frecuentando a su familia. Esperaba que su madre fuera una abuela presente y pretendía darle tantos nietos como le fuera posible, al igual que anhelaba ver a sus hermanas y hermanos convertirse en tíos y seguir su propio camino de cerca.

Sin embargo, sus deseos no fueron más que una fantasía, una que no duró demasiado. Sabía que el regreso a Bridgerton House sería agridulce, pero jamás imaginó lo que le esperaba al entrar por esa puerta, cómo su vida estaba a punto de cambiar.

Al ingresar al vestíbulo, Violet Bridgerton se encontraba allí esperándolos. Colin había mandado una nota diciendo que llegaría; los había estado esperando toda la mañana, aunque no precisamente con entusiasmo.

-Madre -intentó sonreírle, pero ella tenía el semblante duro. Jamás la había visto de esa manera y eso lo desarmó- Madre, yo...

-Calla -miró a Marina de arriba a abajo con enojo, haciendo que Colin reaccionara y la tomara de la mano, para luego ponerse frente a ella, protegiéndola.

-Marina y yo...

-Cállate, Colin -dijo de pronto y luego suspiró intentando tranquilizarse- ¿Está hecho? ¿Se casaron? ¿Lo consumaron?

-No... nosotros estamos casados, madre, Marina es mi esposa ante Dios y ante el mundo.

-Lady Bridgerton...

-Usted no diga nada -sus ojos ardieron al callarla- tu hermano nos espera en su despacho -se dirigió solo a su hijo.

-¿Para qué?

Tarde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora