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Penélope estaba disfrutando plenamente su independencia; le encantaba hacerse cargo de los negocios de su esposo. Aunque había dejado al abogado con instrucciones precisas y era él quien se manejaba directamente con cada negocio, ella aún tenía que firmar y revisar distintos papeles. Le encantaba sentarse en el escritorio del despacho, su despacho, donde también podía ponerse a escribir sobre su propio negocio.

Disfrutaba tener su propio hogar y no compartirlo con nadie. No tenía que ocultar sus escritos más que de sus empleados. Por fin podía volver a escribir como Whistledown y no era difícil salir en las noches para publicar, aunque debía admitir que extrañaba la sensación de peligro que le ocasionaba salir de la casa Featherington en un coche de alquiler.

—Me alegra que Whistledown haya vuelto a escribir. —Hyacinth no tenía permitido leerlo, pero siempre lograba escabullirse con el panfleto después de que su madre y hermanas lo hubieran leído.

—Yo igual, creía que tal vez no volvería. —Eloise tomó unas uvas de la mesa. Penélope había también regresado a sus días en la casa Bridgerton; no eran tan frecuentes como antes, cuando solo debía cruzar la calle, pero aún disfrutaba cada instante de charla con las mujeres Bridgerton—. Aunque debo admitir que pensé que, de volver, lo haría con algo más interesante...

Penélope estaba de acuerdo en eso; le hubiera gustado hacer su regreso con algo impresionante. Sin embargo, solo pudo hablar de la partida de su propio esposo, quien se había embarcado en una nueva aventura antes de dedicarse en plenitud a su nueva esposa. No pudo evitar mencionar a Colin, el Bridgerton de sonrisa encantadora que llevaba ya tres semanas de regreso en Londres luego de un entendible periodo de luto. No pudo evitar cuestionar dónde se encontraban sus hijos e incluso si su llegada a Londres tenía que ver con buscar una nueva madre para ellos. Aunque Penélope conocía las respuestas a eso, sabía que era algo que la sociedad también llevaba preguntándose desde que Colin puso un pie de regreso en casa.

—Quizá está fuera de práctica. —Penélope fue honesta; aunque solo habían sido unas semanas sin publicar, le era más difícil ahora lograr mantener su mente concentrada al escribir.

—¿Será que ya es muy vieja? Aún pienso que puede ser Lady Danbury. —Hyacinth siempre tenía una opinión que hacía reír a los demás.

—No lo creo; madre y Lady Danbury han platicado mucho respecto a Colin, y por lo que veo, Lady Whistledown desconoce mucho respecto a esos temas.

—Bueno, no sería tan despistada para escribir algo que solo madre le ha contado, ¿no lo creen? —Penélope asintió; después de todo, aunque era porque ya no quería perjudicar a Colin, había cosas que solo quedaban entre los Bridgerton y las dos Bridgerton honorarias: Lady Danbury y ella misma.

—Entonces es más lista de lo que creemos. —Eloise había cesado su búsqueda de Lady Whistledown; sin embargo, aún era un misterio que le encantaría resolver.

—La cena estará lista pronto. —Violet entró con afán de anunciarlo al salón—. ¡Oh, Penélope! Aquí estás. —Sonrió.

—Buenas tardes, Lady Bridgerton, Francesca. —Se sonrieron.

—¿Te gustaría quedarte a cenar? —Todas la miraron; sería una tonta al no hacerlo, pues aunque disfrutaba su independencia y soledad, la hora de la comida y cena solían ser demasiado solitarias.

—Claro, me encantaría. —Una doncella llegó a avisar que la cena estaba lista para ser servida y todas se dirigieron hacia el gran comedor.

Poco a poco, todos los demás Bridgerton fueron llegando. Los vizcondes de la mano y tan enamorados como siempre, Benedict y Gregory llegaron jugueteando hasta ser regañados por su madre y mirados mal por Anthony. Había ruido en toda la habitación; era ameno para Penélope.

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