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Dos días después de la cena, Colin tomó un carruaje para salir hacia el campo. Su viaje no sería de más de una semana, así que no llevó demasiadas cosas consigo. Toda su familia se mostró feliz de que él fuera a visitar a sus hijos y pasara unos días en el campo. Todos creían que le haría bien regresar con una nueva visión; nadie entendía el rumbo que Colin le estaba dando a su vida, así que apoyaban todo lo que lo sacara de aquel departamento.

Ya que toda su familia era consciente de su viaje, decidió dejar una nota para Penelope, agradeciéndole por una vez más ser parte de su vida y ayudándolo a descubrir poco a poco lo que debía hacer. Finalizó la nota diciendo que esperaba verla al final de la semana y que aún quería esa invitación a tomar el té.

Durante todo el camino solo podía pensar en Penelope y su conversación de la noche anterior, en cómo sus ojos se iluminaron al hablar de su descubrimiento personal y cómo se apagaron al hablar sobre el amor. Deseaba entenderla y ayudarla, pero entendió que no podía ser de ayuda para nadie si no se conocía a sí mismo primero. No podía seguir con sentimientos confusos e irracionales; necesitaba relajar su mente y aclarar sus ideas.

No iba con mucha ilusión hacia la residencia Crane. Recordaba todas las veces que llegó de viaje y esos pequeños niños lo repelían como a un insecto. Así que fue una sorpresa cuando pasó por la puerta y encontró a los dos pequeños bien vestidos y con una sonrisa que resplandeció al verlo.

- Saluden a su padre -Sir Philip lo señaló, y ellos obedecieron. Caminaron hacia él y lo abrazaron. Se preguntó si tal vez habría muerto en el camino, aunque supo que no fue así, pues si hubiera pasado, habría esperado ver a alguien más que a Sir Philip mirándolo con ternura.

- Esto es una sorpresa -sonrió.

- Bienvenido -Amanda levantó sus brazos hacia él, y con gusto la levantó.

- ¿Cómo están, pequeños? ¿Cómo los ha tratado el tío Philip?

- Bien, me ha regalado rosas y tupi... tuli...

- Tulipanes -gritó Oliver.

- Vaya, debe ser encantador. ¿Y sus lecciones qué tal han ido?

- Apenas están iniciando -respondió Philip- podrás revisarlas tú mismo estos días.

- Gracias -Colin le sonrió. No sabía qué le había dicho a los gemelos, pero fuera lo que hiciera, estaba ayudándolos.

- No hay de qué, bienvenido.

Casi cada tercer día, Colin les había estado escribiendo cartas a los gemelos. Aunque no sabían leer, Sir Philip se tomaba el tiempo de leérselas antes de dormir. Después de todo, aunque habían congeniado completamente con su tío de sangre, no debían olvidar jamás que eran unos Bridgerton. Le agradó escuchar de Amanda que tenía todas sus cartas guardadas en una bella caja rosada que el tío Philip le había regalado.

Volver a tenerlos en sus brazos y con más entusiasmo que antes lo hizo recordar cuánto había añorado tener una familia, aunque también recordó el dolor de las ocasiones en que ese sueño se vio aplastado. El haber tenido un día lleno de emociones lo hizo soñar aquella noche con la familia que nunca logró formar. No solo fueron sus hijos con quienes fantaseó; estaba al lado de ella, con un hermoso vestido amarillo, cargando a un pequeño bebé con los ojos de Colin y el cabello pelirrojo de su madre.

Penelope le sonreía y lo miraba con amor mientras sostenía al pequeño bebé entre sus brazos. Aunque la situación lo desconcertaba, no desaprovechó el poder acercarse a ella para abrazarla. Por un instante, se sintió completo y pleno. Amanda y Oliver jugaban alrededor con otros pequeños niños iguales a Pen y Colin, mientras ellos veían dormir al más pequeño. Era tan perfecto que era irreal; supo que era un sueño mucho antes de despertar.

Tarde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora