Tarde

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El supuesto hogar de Colin Bridgerton se convirtió en el lugar más frío y oscuro que jamás pudo haber imaginado. Incluso con unos cuantos lacayos y doncellas, se sentía completamente solo.

Habían pasado algunas semanas desde el funeral de Marina, su esposa, su supuesta esposa. Aunque sentía mucho su muerte, no se imaginaba a sí mismo como lo que ahora era: un viudo.

Su familia había acudido a él, todos ellos le dieron un apoyo completo por un par de días. Incluso con el conocimiento de que Amanda y Oliver no eran Bridgerton más que de apellido, eran dulces y amables con ellos y los trataban con demasiada familiaridad.

Por muchas horas, Colin se preguntaba cómo Marina pudo atreverse a aquello. Sabía que estaba mal, pero buscar su propia muerte, sabiendo que dejaría a sus hijos sin una madre, simplemente no lo entendía. No fue hasta que su madre apareció y lo abrazó, no solo a él, sino también a los gemelos, que vio lo que Marina siempre supo y la razón por la que se casó con él y decidió marcharse. Con su familia, sus hijos estarían bien, principalmente con él mismo. Estaba segura de que sus hijos se quedarían en un buen lugar. Agradeció a Marina por tenerle esa confianza dentro de una de sus plegarias.

Aunque era trágico, con aquello sintió una cierta motivación, un propósito de vida. Como si Colin hubiera nacido para salvarla a ella y a aquellos pequeños que no tenían la culpa de nada. Pensó en qué habría sido de ellos si él no hubiera sido engañado y, por primera vez, creyó que eso debió ser así. Tal vez ellos no lo consideraban un padre; le repelían de una manera natural y sin malicia, lo cual dolía, y aún así él haría todo por ellos.

Su madre quiso quedarse con él, pero consideró injusto traerla a un lugar tan sombrío. Tenía que estar él con sus hijos, encontrar un vínculo, pues ahora solo se tenían los unos a los otros. Aunque eso no duró más de tres semanas, cuando un día, sin aviso, apareció en su puerta un hombre.

Colin palideció al verlo mientras bajaba las escaleras. Era como haber viajado al futuro y encontrarse con un Oliver adulto. Por su mente pasó qué tal vez era Sir George, el amor de Marina. ¿Sería acaso que no había muerto? ¿Ella se había matado por una mentira?

- Señor Bridgerton -habló con pena- soy Sir Philip Crane.

- ¿Sir Philip? -el corazón de Colin volvió a latir, aunque solo por un instante- ¿a qué ha venido?

- He venido a hablar con usted, señor Bridgerton. ¿Podríamos hacerlo en un lugar más cómodo? Sé que he llegado sin aviso, además soy un completo desconocido para usted...

- No se preocupe, vayamos a mi despacho -Colin no paraba de mirarlo, intentando descubrir lo que lo había traído ahí- tome asiento.

- Muchas gracias -Colin se sentó frente a él- Primero quisiera darle mis condolencias por su pérdida. No sé si sepa quién soy...

- El hermano de Sir George, imagino -asintió.

- En efecto, señor Bridgerton. Mi hermano, un gran hombre, digno de la devoción de mi padre y del título de nuestra familia, alguna vez fue el prometido de Marina... -ciertamente Colin sabía muy poco respecto al pasado de Marina y Sir George, aunque consideraba que sabía lo suficiente para entender- Él la amó con cada latido de su ser y ella...

- Lo amó hasta el último suspiro...

- Sí, lo hizo... -ambos agacharon la mirada- A decir verdad, yo desconocía la situación de Marina, incluso el compromiso que mi hermano había tenido con ella. Sin embargo, mucho después de su muerte me fueron entregadas algunas pertenencias. Entre ellas, encontré cartas de ella y algunas de él que ya no pudo enviarle... Marina mencionó su embarazo y mi hermano escribió su deseo de regresar, de volver a verla, casarse y vivir juntos en familia... En cuanto yo supe de este último deseo, supe que tenía que cumplirlo, ayudarla. Pero para cuando la encontré, ya no era Marina Thompson, sino Bridgerton.