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No era de sorprenderse que la pelea entre Colin Bridgerton y Penelope llegara a afectar no solo a su entorno personal, sino también al esposo de Penelope, quien solía caracterizarse por una postura indefensa y serena. Este hombre no solía buscar problemas y prefería resolver sus disputas con palabras o, en su defecto, evitarlas. Sin embargo, esta vez fue la excepción.

No había pasado ni un día desde su matrimonio y ya tenía a un hombre en su hogar gritando fuertemente que había sido un error, sin importar lo que pudieran decir de él por atreverse a hacerlo, ni de Penelope, la mujer que había prometido cuidar.

Colin Bridgerton parecía tan predecible que, en lugar de buscarlo en su casa familiar, Debling fue directo al bar, donde lo encontró bebiendo solo, con el rostro amargado y tan perdido en sí mismo que ni siquiera notó su llegada.

—No lo molestaría, parece que ha tenido un mal día —se acercó Lord Cho a Debling, que lo miraba enojado. Pudo haber hecho caso a Lord Cho, pero era su esposa quien debía sufrir los enojos de ese señor.

—Bridgerton —intentó que su descontento hacia él no fuera notorio; después de todo, no quería hacer una escena. Colin solo lo miró con desprecio.

—Debo hablar con usted, de preferencia lejos de todos.

—No tengo nada que hablar con usted —se levantó, intentando imponerse. Podía funcionar con cualquier otro, pero Debling era igual de obstinado que él y estaba claramente más sobrio y recto.

—Tal vez usted no, pero yo sí.

—Lo lamento, pero no me importa —Colin se dispuso a salir del bar mientras tambaleaba.

Cuando Debling salió, lo encontró casi tirado en el suelo, arrodillado y a punto de dejarse caer por completo. El hombre le dio tanta pena que consideró dejar pasar el incidente e irse a casa. Era demasiado noble para no solo dejarlo pasar, sino para ayudarlo a levantarse.

—¿Dónde está su carruaje?

—Lo dejé en su casa... junto a mi hermana.

—Claro, debió ser —suspiró.

—Lo acompañaré hasta su casa, Bridgerton —suspiró.

—Yo puedo solo —intentó alejarse, pero ni siquiera eso pudo hacer.

—Ciertamente no, y aunque me encuentro disgustado con usted, no espero que le pase nada malo. Camine.

Colin lo maldijo, seguro ni siquiera fue en su mente, tal vez lo pronunció en alto y cerca de él. ¿Cómo podía ser amable con él? Era seguro que venía a reclamarle por la pelea que tuvo con Penelope y ahora lo estaba llevando hasta su casa. Parecía irónico, una burla del destino.

—La va a dejar —Colin pronunció esas palabras después de unos minutos.

—Me iré a una expedición, sí.

—¿Por dos años...?

—Toma demasiado tiempo llegar a donde voy...

—Y aún así se atrevió a embaucarla.

—No fue así. Yo le planteé mis planes desde un inicio, ella aceptó. Señor Bridgerton, no engañé ni embaucé a nadie.

—Lo hizo —consiguió fuerzas para alejarse—. Se aprovechó de su deseo de contraer matrimonio, solo para tener a alguien que se quede aquí con sus pendientes mientras usted viaja por el maldito mundo. Le arrebató la posibilidad de encontrar a alguien que la ame de verdad.

—¿Cree que no le daré todo lo que merece?

—Dijo que no la ama. No importa cuánto dinero, estatus, joyas o regalos le dé; eso no se compara. No le dará felicidad verdadera.

Tarde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora