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Penélope se sentía más ella misma firmando al final de una página como Lady Whistledown que firmando cualquier cosa como Lady Debling. Era extraño; Whistledown no era más que un seudónimo, no existía, lo había inventado ella misma, mientras que Debling era su apellido. Lo había tomado con honor desde mucho antes de decir "acepto"; era el apellido de un buen hombre, amable y generoso, quien la había salvado de la desdicha de ser una solterona, le había dado todo lo que era suyo sin cuestionar. ¿Cómo podía ahora no sentirse parte de él? ¿Tenía que ver con que se había marchado? ¿No se sentía su esposa si no estaba a su lado?

Sentada en el despacho de su casa y con una actitud irritada, terminó de plasmar su firma en diferentes papeles, documentos, pagos y demás.

—Madam, el señor Bridgerton está aquí —Penélope levantó la vista hacia su ama de llaves, y por un instante su actitud cambió. No podía ser. ¿Colin estaba en su casa? ¿Una vez más rompiendo su palabra para visitarla? No podía ser, ¿o sí? Dijo que regresaría al final de la semana.

Penélope se levantó de inmediato y fue directamente al salón. Antes de entrar, se aseguró de encontrarse presentable y esperó un instante a que su respiración se tranquilizara. Al dar los últimos pasos hasta la entrada, se llevó una gran desilusión.

—Penélope —sonrió gentilmente al verla—. ¿Pasa algo malo? —notó que su mirada bajó y sus mejillas enrojecieron.

—Benedict... Buenas noches. ¿Qué haces aquí? —la pregunta fue un poco agresiva—. Disculpa, ¿a qué debo tu visita? Muy agradable, por cierto.

—¿No lo recuerdas? Aceptaste ir a la ópera con nosotros esta noche, madre me envió para escoltarte.

El recuerdo le llegó al instante. Hacía unos días, después de platicar sobre Colin y la visita a sus hijos, comenzaron a charlar respecto a la ópera. Ella quedó perdida imaginando a Colin como padre, abrazando y cuidando a sus hijos. Cuando Kate le preguntó algo y le dio demasiada vergüenza admitir que no la había escuchado, simplemente asintió. Debió haber aceptado ir.

—Por supuesto, una disculpa. Tuve un día ocupado y no estoy lista aún.

—Te esperaré, no tengo problema. Mientras más tarde lleguemos, mejor.

—De acuerdo, pediré que traigan algo de comer para ti.

—No hace falta, estoy bien —Penélope lo observó mientras se acomodaba en uno de los sofás. Físicamente era muy parecido a Colin, pero sus personalidades eran distintas. Cada uno tenía su esencia. A Penélope le agradaban las personalidades de todos, pero siempre tendría como favorita la de Colin, incluso sobre Eloise, aunque jamás lo admitiría en voz alta.

—Perfecto, regreso pronto.

Cuando estuvo lista, ambos salieron de la residencia Debling y se dirigieron a la ópera, donde encontraron a los demás Bridgerton esperándolos. Desde que bajaron del carruaje, Benedict se ofreció a llevarla del brazo. Él era un caballero inigualable, aunque Penélope sabía que él había tenido el recordatorio de su madre de ofrecerle su brazo mientras fuera su acompañante. Le recordó las veces que vio a Lady Bridgerton darle un pequeño codazo a sus hijos, quienes inmediatamente la miraban y la invitaban a bailar. Aunque aceptara, lo hacía con incomodidad, pues sabía que lo hacían por lástima. Nadie más la invitó a bailar hasta que Debling llegó, y ahora que él no estaba, volvían a ser sus compañeros por lástima.

La ópera no tuvo nada de especial. Penélope estaba tan cansada que casi se quedaba dormida en el hombro de Eloise. Cuando sintió que su control del sueño no daba para más, se levantó para acudir al baño, disculpándose en silencio e intentando salir sin molestar a nadie. Por alguna razón se sintió demasiado acalorada, así que intentaba tranquilizarse en el vestíbulo del teatro.

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