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Penélope apenas había podido cerrar un ojo en toda la noche. Por más que intentara apagar su mente y dormir, no lo logró jamás. La luz del sol entró lentamente por su ventana hasta llegar a dar algunos rayos directos a su rostro. Parecía que sería un día muy bello. Quiso convencerse de que tenía nervios y por eso no se sentía así en su interior.

Era complicado vivir en su piel. Debía estar emocionada por casarse; sin duda, muy en el fondo lo estaba, aunque también moría de nervios por la vida a la que estaba a punto de embarcarse. Sabía que nada de eso se comparaba con lo que sentía al saber que Colin Bridgerton dormía del otro lado de la calle.

Cuando llegó la hora, su madre la sacó de sus pensamientos para levantarla. Ella, sin duda, se llenaba de toda la emoción de la casa. Hoy, finalmente, su hija destinada a la soltería rompía con aquel injusto destino y, mejor aún, con un Lord deseable. Era el gran triunfo de Portia Featherington.

- Penélope, despierta, es el día -las doncellas entraron con desayuno y algunas cosas para empezar a arreglarla.

- Estoy despierta -se levantó y tomó unas uvas de la charola.

- Come muy bien, saludable. No quiero que hoy vayas a desmayarte o algo; todo tiene que salir perfecto y sin contratiempos -Penélope asintió- ¿Estás emocionada? -se acercó a ella y la tomó de las mejillas- ¿Sí dormiste? Te ves algo pálida.

- Estoy bien, son los nervios, supongo... no sé si estoy realmente lista para ser una esposa -se atrevió a ser honesta.

- Bueno... no es fácil, sin duda, pero tú podrás con todo. Me tendrás a mí cerca si lo necesitas -sonrió. Desde que se comprometió, su madre era más gentil y maternal hacia ella.

- Eso me tranquiliza.

- Iré a prepararme también -se sonrieron y Portia salió.

Penélope se sentó frente al espejo y dejó que las doncellas la arreglaran. Comenzaron a peinarla y maquillarla con detenimiento. Todo tenía que ser perfecto ese día, aunque Penélope no se sentía así. Seguía sintiendo muchos nervios e incluso se sentía agotada por no haber dormido ni un instante.

Cuando tuvo que ponerse el vestido, se sintió más extraña. Sentía que, aunque se lo había probado el día anterior, ahora mismo no le quedaría. Un miedo completamente irracional que la hacía pensar que no debía ponérselo, pero le entró y quedó perfectamente.

Al terminar, pidió un momento a solas para volver a verse en el espejo un momento más y repetirse que ella merecía esto, que era hermosa y no tenía que temer de nada.

Aunque se quedó paralizada y un poco perdida, sin poder moverse o reaccionar cuando su madre comenzó a gritar que era hora de irse, Penélope no podía llegar tarde. Al contrario, tenía que llegar mucho antes que todos y esperar a que la iglesia se llenara y Lord Debling la esperara en el altar.

Una vez más, tal vez una última vez, miró hacia la casa Bridgerton con añoranza. Desde su casa, aunque claramente volvería a estar ahí mirando hacia la casa de enfrente, nada sería igual. Esta era la última vez que miraba esperando ver a Colin Bridgerton salir o simplemente asomarse.

Suspiró y volvió a repetirse en su mente el monólogo que había preparado toda su vida: "Colin Bridgerton no es para ti. Aunque tú creas ser suya, jamás te eligió." Era cruel consigo misma, pero tenía que ser honesta. Ahora debía repetirse que existía un hombre que sí la había elegido y ella tenía que empezar a elegirlo a él sobre cualquier cosa.

Al llegar a la iglesia, Penélope y su madre fueron directo a una habitación donde esperarían la indicación de que la boda empezaría. Apenas podía soportar el sueño, pero tenía que aparentar o su madre comenzaría a regañarla. Ni siquiera la había dejado recostarse un poco; desde que entraron, le indicó sentarse en una silla para no arrugar el vestido o deshacer su peinado.

Tarde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora