14

891 68 3
                                    

Sonreír no pudo ser evitado por Colin; escuchar que ella se preocupó tanto por él que vino en cuanto pudo para preguntar cómo se encontraba le alegraba saber que Penélope se preocupaba por él. Esa era su Pen, con las mejillas rojizas y su mirada inocente, preocupada por él, quería que fuera de él.

- Me alegra mucho que hayas venido, Pen. Yo me siento ligeramente mejor, aún estoy un poco desorientado - cerró los ojos con dramatismo; para Penélope pudo bastar, pero Eloise sabía que estaba actuando.

- Solo era cansancio - dijo acercándose a ambos - el doctor dijo que con una noche bastaría para que te sintieras como nuevo.

- Dijo que debía bajar mi nivel de estrés y ciertamente tú me estás ocasionando mucho en este momento, me duele la cabeza - fingió tambalearse y se sostuvo de uno de los respaldos del sillón. Pen se acercó a él para sostenerlo del brazo preocupada.

- Deberías seguir en cama - Eloise quiso reír al verlos, él jugueteando y disfrutando que ella lo tomara y ella preocupada solo porque se tambaleó de la manera más falsa posible. Prefirió seguirle el juego a su hermano y darle la satisfacción de que Penélope se preocupaba solo un poco por él.

- Es cierto, te ves pálido.

- ¿Ah, sí? - la miró con los ojos abiertos.

- Sí, pareces un fantasma. Ven, te llevaremos a tu habitación - lo tomó del otro brazo. - ¿Me ayudas, Pen? - ella asintió y Colin sonrió. - Es una lástima, ahora madre no te dejará irte a tu departamento - Eloise sonrió malévola; la pequeña jugada de Colin le había resultado mal, aunque podía valer la pena con tan solo tener a Penélope a su lado. Esta vez no se sentía mal de verla; le gustaba sentirla pegada a él, su corazón vibraba con entusiasmo.

Lo dejaron sobre su cama, mientras él fingía algunos sonidos de dolor, y miraba de reojo a Penélope preocupada por él. Aunque además de mirarlo a él directamente, estaba observando la habitación. Había estado muchas veces en esa casa, pero jamás había entrado a la habitación de Colin. Imaginaba cómo podía ser por dentro y sonrió al saber que era justo como lo que había pensado miles de veces. Tenía el toque viajero que él amaba, con su globo del mundo puesto en su escritorio y mapas pegados en las paredes.

- Descansa, hermano. Vámonos, Pen - ella asintió y se aproximó a la puerta, pero Colin la sostuvo de la mano. Volver a sentir ese choque eléctrico por su cuerpo la asustó, aunque no se soltó; de hecho, no podía. Aún enfermo, Colin tenía demasiada fuerza.

- Esperen... yo... - Colin sabía perfectamente qué iba a decir hasta que tomó su mano. Ambos estaban en shock.

Nunca antes habían tocado sus manos. Aunque habían bailado juntos, Penélope siempre llevó guantes puestos. Sabía cómo era tener su mano sobre la suya, pero jamás había tocado directamente su piel. A pesar de que hasta hace tan solo unos instantes él puso su mano sobre su mejilla, no sentía igual. Ambos se apartaron en ese instante y ahora mismo pasaban los segundos y sus manos seguían unidas.

- ¿Necesitas algo? - Penélope logró decir, aunque su corazón latía demasiado rápido como para sentir que saldría volando.

- Mi desayuno... ¿po... podrían pedir que me lo traigan? - las miró a ambas.

- Por supuesto, me encargaré de eso - Eloise sonrió y jaló a Penélope del otro brazo. Colin tuvo que soltarla, aunque la habría sostenido una eternidad si así la mantenía a su lado.

- Espero que te recuperes pronto, Colin - le sonrió con amabilidad, pero sin duda no pudo ocultar su amor hacia él, incluso si él no lo veía.

- Gracias, Pen.

Ambas salieron de la habitación y Eloise se encaminó hacia su habitación sin dejar de sostenerla del brazo.

- ¿Vamos a tu habitación? ¡Oh! Bueno, está bien - entraron y jaló a Pen hasta sentarla sobre la cama.

Tarde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora