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Doce días después de ver a Penelope después de tantos años usando aquel vestido de novia en el salón Featherington. Once días desde que Penelope se casó con lord Debling. Diez días desde que pelearon en el salón de su nuevo hogar. Nueve días desde la primera vez que soñó con ella.

No fue hasta entonces que Colin Bridgerton se dio cuenta, en aquel baile rodeado de toda la sociedad, mientras a la única persona que podía ver entre la multitud era a ella, bailando y disfrutando con Debling, viéndose tan feliz a su lado.

Colin no quería que Penelope fuera feliz con Debling, no quería que lo fuera con nadie, y apenas se daba cuenta, quería que fuera feliz con él, al lado de él. No consideraba a nadie digno de ella, ni siquiera a sí mismo, pero él quería que fuera suya, que riera así solo para él, que bailara solo con él, que lo viera con pasión a él.

Todos los días que se mantuvo alejado creyó que había podido olvidarse de la situación con Penelope, mantenía su mente ocupada durante el día, aunque no podía controlarla en la noche, y prefería no pensar en nada de lo que pasaba en sus sueños, aquello lo avergonzaba. ¿Cómo podía pensar así de aquella mujer que vio toda su vida como una niña dulce e inocente? Era mejor olvidarlo en cuanto abría los ojos.

Pero ignorar lo que le hacía sentir el solo pensar en ella no había sido una solución, creyó que estaba listo para volver a introducirse en la sociedad y a la vista de Penelope sin causar más escándalos en su vida, pero en cuanto volvió a verla sintió como si su corazón hubiese estado apagado hasta que la tuvo enfrente y gracias a ella volvía a latir, y latir era una palabra mínima para lo acelerado que iba, sentía que quemaba, como si su corazón tuviera vida propia y la necesitara cerca, era como una mascota que volvía a ver a su antigua dueña y solo quería correr en dirección a ella y nunca soltarla. ¿Cómo podía sentirse así si era algo ajeno para él?

- Colin, querido, ¿te encuentras bien?

- Yo... -negó, no solo a la respuesta de su madre, aunque era más claro que el agua, se negó a sí mismo que lo que estuviera sintiendo fuera real, no podía ser. ¿Cómo iba a ser posible? Él acababa de volver, tenía años sin verla, la había visto 4 veces en los 13 días que llevaba en Londres. ¿Cómo iba a sentir algo así tan de repente?

Algo tan fuerte que lo hacía olvidar cómo respirar por la simple razón de querer tenerla pegada a él. ¿Qué era lo que estaba sintiendo por ella? No era nada parecido a lo que creyó sentir alguna vez por Marina, era intenso, desgarrador, dolía, física y mentalmente. Si alguna vez dudó en si el alma existía, aquel día la sintió, porque también ardía, se perdió completamente en ella y solo recobró la conciencia cuando Penelope lo notó, aunque no solo ella, todos a su alrededor voltearon a mirarlo, ni siquiera se había dado cuenta de que su madre lo sostenía del rostro y lo llamaba preocupada. Debió haberse alterado tanto que llamó la atención de los demás, y darse cuenta de cómo todos lo miraban lo hizo perder el equilibrio.

- Colin -Anthony lo sostuvo antes de que cayera- ¿Estás bien? -su familia rápidamente se acercó a él, pudo notar algo borrosas las caras de sus hermanas y Kate, pero no pudo responder.

- Tenemos que irnos -pudo escuchar perfectamente la voz de su hermano y su madre, pero todas las voces alrededor parecían inaudibles, la música, aunque seguía sonando, se escuchaba demasiado lejos. No pudo protestar cuando Benedict lo tomó por el otro brazo y comenzaron a llevárselo, aunque sus pies reaccionaron, no sintió que estuviera yéndose voluntariamente. Antes de salir del gran salón, logró notar el rostro de preocupación de Penelope que se dirigía hacia él, aunque no pudo atravesar el tumulto que lo veía irse.

- ¿Colin, qué te pasa? ¿Te sientes enfermo?

- No lo sé... -logró decir al fin cuando lo subieron al carruaje, su madre le ponía la mano sobre la cara e intentaba averiguar qué tenía.

Tarde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora