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Saber que no iba a tener un hijo de Colin había bajado el ánimo de Penelope considerablemente, aunque se sentía tranquila de no cargar con un problema que debía ser más bien una bendición, intentaba levantar su ánimo repitiéndose que después tendría oportunidad de ser madre, embarazarse y llevar una paternidad junto a Colin, aquel sueño ya no era imposible, incluso si tenía que ir en contra de la sociedad o incluso de si misma. 

Se había dicho a sí misma que de estar embarazada sería la respuesta divina de que tenía que abandonar su doble vida como Whistledown y habría sido muy dichosa de cambiar aquello por su maternidad, pero ahora que ese no era el caso, no podía dejar de pensar en su columna, sentía que la pluma la llamaba, quería seducirla para regresar y nunca soltarla.

Penelope no se sentía tan fuerte, amaba escribir, amaba ser  Whistledown, no podía estar en ningún sitio sin pensar en ella, al salir a la calle solo escuchaba a las personas suponer cuando volvería o sitio lo haría, todos deseaban que lo hiciera y eso la llenaba de emoción.

Encontró la manera de calmar sus ansias escribiendo cartas a Colin, hacía años que no escribía tanto para él, lo primero que le contó en aquellas cartas que no se atrevió a mandar por correo era el hecho de que no estaba embarazada, pero que ansiaba mucho formar una familia con él pues solo amaba.

Le contó como su hermana Prudence estaba siendo cortejada y como ella intentaba encargarse de que hiciera lo que su corazón le dictaba, pues jamás se perdonaría ver a una de sus hermanas en una situación similar a la suya, probablemente no se lo desearía ni a su mayor enemigo, ni a Cressida Cowper, lo cual ya era mucho decir.

No había demasiado que contar, a penas habían pasado unos cuantos días desde que se vieron por última vez en Aubrey hall, así que solía expresar cuánto lo extrañaba, a él y a sus besos, su sonrisa, sus caricias, sus ojos azules y lo suave de su cabello.

No sabía si le entregaría aquellas cartas cuando regresara, pero al menos la ayudaban a pasar el tiempo y mantenerse distraída, aunque mientras los días pasaban se sentía solitario escribirle al viento, cartas sin enviar y sin abrir.

Colin planeaba regresar al final de la semana, lo mencionó en una de las pocas y cortas cartas que mandó su familia y a Eloise, algo que ella comunicó a su amiga, pues sabía que esa información era para ella.

- ¿Qué tal va el cortejo de tu hermana? -Penelope había asistido al té con la Bridgerton después de varios días decidió que los extrañaba también.

- Parece ser que va muy bien, lady Bridgerton -se sonrieron- el señor Dankworth es muy agradable -lo había visto solo en dos ocasiones en el salón Featherington, sin embargo aquellas ocasiones él había sido muy encantador y sumamente gentil con su hermana, iba en serio, lo sabía por cómo la miraba, era una buena opción para su hermana, aunque ella no se veía encantada por él, solo por sus atenciones.

- Los vimos paseando ayer por le parque, ambos se veían muy contentos, tu Marte debe estar muy emocionada de pronto tener otra boda.

- Lo está -sonrió

- Debe carcomerla que Whistledown no esté hablando de esto -Hyacinth miraba por la ventana, aunque no paraba de meterse en al conversación- cuando tú te casaste también estaba en un descanso

- Eso no evitó que Lady Featherington lo gritara a los cuatro vientos

- Estoy segura que volvería hacerlo -todas en el salón rieron

- ¿No es extraño lo seguido que Whistledown desaparece? -Francesca miró a su madre

- Es curioso, sin duda

- Debe tener problemas personales -Hyacinth era tan acertada con sus opiniones, que daba miedo

- Yo creo que lo hace a propósito -Eloise bajó su libro y se unió a ellas- así en cuanto regresa vende más de lo usual ¿No crees? -miró a su amiga, quien solo pudo levantar los hombros

Tarde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora