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Penelope

Tarde, se había demorado demasiado en decidir qué hacer. Debió haberle contado a Colin directamente, pedirle incluso que mantuviera el secreto y se alejara. Debió encontrar mil soluciones más, pero la esperanza de que aquel cortejo no concluyera en matrimonio la mantuvo desprevenida. Cuando decidió tomar la pluma y escribir aquello, ya contaba con muy poco tiempo para que todo saliera bien. Desde que entregó el manuscrito, sabía que tal vez no llegaría a tiempo. Dio un poco más de dinero para que se hiciera el trabajo rápido; sin embargo, eso no funcionó.

Colin y Marina huyeron y se casaron. Penélope no pudo escribir la noticia; habría tenido que ser especialmente cruel y no pudo hacerlo. Hablar mal de Colin, de cómo había sido tan ingenuo para ser engañado, le resultaba imposible. No logró escribir ninguna palabra, dejando a la sociedad extrañada. Aunque sin ella, de todas formas, el rumor corrió: el tercer hermano de los Bridgerton había huido con la señorita Marina Thompson, quien Lady Whistledown acababa de desenmascarar.

El arrepentimiento fue el compañero de Penélope día y noche. Si su panfleto hubiera sido escrito antes, Colin y Marina no se habrían casado. Aunque estarían envueltos en el escándalo y tal vez arruinados, si ella jamás lo hubiera escrito y se hubiera tragado sus emociones, Colin se encontraría feliz para siempre. Incluso si dudaba, tendría que haberse convencido de que aquel era su hijo. Al menos nadie hablaría de él, no de la manera en que ahora lo hacían gracias a ese panfleto, gracias a ella.

Todo había salido mal. Su familia estaba envuelta en el escándalo. Aunque jamás mencionó que ellas lo supieran, era evidente: el sacrificio no había valido la pena. De todas formas, Colin había sido atrapado. Por la vergüenza, Penélope se alejó de los Bridgerton, incluida Eloise. Más allá del tema de que su familia había ayudado a Marian, sentía que les había fallado enormemente, pues nadie más que ella habría podido salvar a Colin. Aunque solo ella sabía aquello.

Haberle fallado a Colin de aquella manera dolía incluso más que saber que el hombre que amaba se había casado. Después de todo, siempre había sido consciente de que Colin no había nacido para ella; jamás sería de ella. No la veía más que como una pequeña niña, su vecina, la insignificante amiga de su hermana menor.

Día y noche se mentalizaba para el día en que encontrara a la mujer con la que se casaría y tendría hijos. Imaginaba que tendría una fantástica historia de amor, como las que tanto había leído y sabía que jamás tendría. Pero él podía haberla tenido. En cambio, ahora estaba envuelto en una historia de horror.

Si Colin Bridgerton estaba atrapado en un destino tan cruel, no quería pensar en lo que a ella le esperaba, si es que llegaba a casarse. Si no se quedaba solterona, tal vez tendría un matrimonio terrible, con alguien tan desinteresado como su padre con su madre.

Desde ese punto, ser una solterona no parecía mala idea. Aunque tenía solamente 17 años, sabía que no era del deleite de los hombres, no llamaba la atención y probablemente jamás lo haría. Nunca nadie más que algún hermano Bridgerton la había invitado a bailar. Podía ver en ello su suerte para el amor, sabía su destino: estaba marcado, no sería de Colin y no sería de nadie más.

A pesar de su distanciamiento, no podía dejar de mirar por su ventana hacia la casa de los Bridgerton, aquel lugar que alguna vez se sintió más un hogar que su propia casa. Durante los últimos días, permanecía más tiempo allí, mirando y añorando, incluso tal vez esperando verlo volver.

Hasta que aquel día, aquello se hizo realidad. Un carruaje de la familia aparcó al frente de la casa Bridgerton y de él emergieron el señor y la señora Bridgerton. Él la sostenía de la mano mientras bajaban. Al entrar por la puerta, la tocó delicadamente por la cadera para dejarla pasar y desaparecieron al introducirse en la casa.

El corazón de Penélope se detuvo. No creyó que ellos volverían tan pronto. Pensó que tal vez viajarían por su luna de miel a alguno de los muchos destinos que Colin siempre anheló visitar. Sin embargo, a tan solo una semana, se encontraban de regreso en la Bridgerton House, sin saber lo que les esperaba.

No pudo despegarse de la ventana. Aunque creía que no los vería pronto, permaneció así, lo haría incluso si hubieran tenido que pasar días. Pero no fueron más que unos cuantos minutos. Cuando la puerta volvió a abrirse, Colin salía con la mirada fría y el semblante duro, mientras Marina se encontraba confundida. Subieron al carruaje y volvieron a desaparecer.

Era seguro: él ahora estaba consciente. Su madre debió darle el panfleto. Penélope soltó unas lágrimas. La felicidad a la que Colin se había embarcado acababa de concluir, y todo gracias a ella. Los había arruinado de más de una forma, cuando solo pretendía ayudarlo a él.

Penélope esperó todo el día pegada a la ventana, negándose a bajar a comer o cenar, esperando que tal vez ellos volvieran, pero no fue así, al menos no ese día.

Durante una tarde días después, Portia se disponía a salir con sus hijas en dirección a la modista. Penélope, con desánimo, salió de última de la casa. Pero antes de bajar las escaleras, permaneció parada unos instantes, pues en la casa de enfrente alguien acababa de salir. Por un instante creyó que podía ser el vizconde o Benedict, pero no, era él, con la mirada triste y los ojos vacíos. Sus miradas chocaron a través de tanta distancia. Penélope no pudo sostener su mirada, así que corrió para subirse al carruaje y obligarse a no mirar por la ventana hasta que este empezara a marchar.

Fue la última vez que lo vio en demasiado tiempo. Después de ese día supo que él y Marina se mudaron a una casa en el campo, una demasiado lejana, donde nadie los visitaba y ellos jamás salían. Aunque Penélope había dejado de escribir, la sociedad no paraba los chismes. Había incluso apuestas públicas sobre cuándo creían que nacería el bastardo de la nueva señora Bridgerton.

Aunque extrañaba mucho escribir, no podía hacerlo hasta que aquel evento pasara, hasta que pudiera escribir sobre alguien más. Para ese suceso tan enorme, tuvieron que pasar meses hasta que todos comenzaran a olvidarlo, o al menos dejaran de hablarlo tan públicamente. Sin duda, se supo quién pagó sus apuestas cuando, tan solo siete meses después, nacieron los gemelos de Marina. Supuestamente, pues Penélope sabía que aquella historia había sido manipulada. Marina debió haber dado a luz hacía dos meses, pero sin duda se encargaron de ocultarlo tanto como pudieron.

Penélope recuperó su amistad con Eloise. No fue complicado; no había problema más que en el interior de Penélope. Sin embargo, haber perdido comunicación con Colin y Marina había sido suficiente. No podía mantenerse alejada de Eloise. Además, era gracias a ella y a sus visitas a la Bridgerton House que escuchaba las noticias ocasionales de Colin y su familia. Así, al menos sabía que se encontraban bien. Quizá no se mencionaba que fueran felices, pero estar bien era suficiente.

Por su parte, todos los Bridgerton guardaban su rencor hacia Marina, pero no dejaban de llamarla la esposa de Colin y la respetaban como tal. Aunque difícilmente llamaban a Amada y Oliver hijos de Colin, sí los consideraban unos Bridgerton más. La simple diferencia de que Lady Bridgerton no los considerara nietos volvía a abrir la discusión sobre su procedencia, tema que todos preferían dejar en el pasado.

Penélope se conformó con aquellas vagas noticias, pues jamás se atrevió a escribirles, a ninguno de ellos. Se sentía mal con Marina, y por más que la extrañara mucho, jamás habría tenido la valentía de escribirle, ni mucho menos de leer su respuesta. Aunque le habría encantado decirle que se encontraba tranquila de que sus hijos hubieran nacido sanos y que estaba segura de que eran tan bellos como ella, pensó que tal vez en algún futuro podría decírselo junto con un millón de cosas más. Pero ese futuro jamás llegaría.

Cuando Marina falleció, Penélope creyó que debía escribirle a Colin, pero la culpa fue más grande que ella. Aquella vida de tragedias que Colin llevaba, que había llevado a Marina a la depresión, todo eso pudo haberlo evitado Penélope. Pero nunca tuvo la valentía para hablar y prefirió, una vez más, alejarse de Colin, ahora y para siempre.

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