Cincinnati, Ohio.
La casa de Mike Brown en Cincinnati era el triple de grande que la casa en Nueva York, ¿Era necesario tanto? Al parecer para él sí aunque viviera más sólo que la una.
Habían pasado quince días desde que había salido de San Diego y también quince días en los que no podía comunicarme con mi familia, estaba cada vez más desesperada.—Mónica vendrá a hacerte compañía mientras yo trabajo.
—Que sorpresa.-contesté mirando alrededor.
—Te llevará a comprar lo que te haga falta.
—¿Un boleto de avión para volver a California?–me miró con cara de pocos amigos–entonces no me falta nada.
—Te hace falta ropa.
—¿Qué tiene mi ropa?
—Que no puedes sobrevivir con eso toda la vida.
—Hombre–solté una risa–he sobrevivido con menos, no te preocupes.
—Tengo que trabajar, Mónica está en camino.
—Como sea.Se fue dejándome sola en aquel palacio de oro.
Afortunadamente una señora me llevó a una habitación, si es que tenía que caminar exactamente lo mismo que caminaba de mi casa al Mariachi, estaba segura.
Ahí tampoco tenía manera de comunicarme con el exterior, que sorpresa.—¿Charlie?–asomó la cabeza–hola.
—Hola, Mónica.
—Te tengo una buena noticia y no, no es que vas a volver a California.
—Entonces no hay buenas, solo noticias.
—Sí que las hay, Mike nos dejó su tarjeta para gastar tanto como lo deseés.
—¿Me puedo comprar una moto?
—No creo que tanto.
—¿Un coche?
—Aquí hay coches para que elijas el que más te guste, ¿Vamos?
—Bueno.-encogí los hombros.
—Andando entonces.Tenía razón, había varios coches en el garaje, algunos clásicos y otros más básicos.
—Ufff, ¿Y este bebé?
—Es de Bruno–la miré–el hijo mayor de Mike.
—Pues a menos de que sea el mismo Bruno Mars, quiero conducirlo hoy.
—¿Por qué no esté?–señaló el Audi–es deportivo igual.
—Va a ser que no.-sonreí.Subí al Supra Mk5, era una bestialidad y no me importaba que fuera del hijo de Brown.
Una bastante agobiada Mónica me dió las indicaciones necesarias para llegar a un centro comercial enorme, realmente no tenía ganas de nada que no fuera escaparme y regresar a Sam Diego.
Compré algunas prendas básicas y algunos pares de zapatillas deportivas, si iba a estar encerrada tampoco necesitaba tanto aunque la chica asistente preguntará si está a segura que solo eso.
Me gustaría decir que mi semana encerrada en la mansión Btown fue de maravilla pero no, estaba volviéndome loca, lloraba todo el día por mi mamá y luego por mi familia, necesitaba a mi papá.
Un domingo por la mañana desperté y decidí que no podía seguir más ahí.—Necesito trabajar.-me paré frente a él.
—¿Trabajar?–me miró por encima de su periódico–no necesitas eso.
—Necesito salir de aquí, ocuparme en algo de provecho se me va a freír el cerebro. Estas todo el día fuera, no tengo interacción humana con nadie aparte de Mónica y la gente de servicio.
—Puedes usar esta casa a tu antojo, Charlie–cambió despreocupate la hoja–hay gimnasio, alberca, biblioteca...–me miró–puedes armar un cuarto de juegos si lo deseas.
—¿Qué te crees que tengo? ¿Quince años?–bajó por fin su diario informativo–necesito salir de aquí, esto es una prisión. No me voy a escapar, ya me di cuenta que con todo tu ejército es imposible pero no puedo...
—Ya entendí.
—¿Sí?–asintió–¿Entonces? Necesito mi propio dinero.
—¿Mónica no te dió una tarjeta?
—Sí.
—Tienes todo a tu disposición entonces.
—¿Y como la uso? No tengo celular, computadora o algo que mínimo me permita hacer compras en línea, ¿Acaso me vas a dejar comprar una moto?
—¿No?
—¿Un coche?
—En el garaje hay suficientes.
—Mike Brown–puse las manos sobre la mesa con decisión–necesito trabajar, he trabajado desde que tengo dieciséis, no puedo vivir aquí sin ocuparme.
Me observó unos cuantos segundos hasta soltar un gran suspiro.
—¿Quieres trabajar?–asentí–¿Segura?
—Sí y también hablar con Mario, al menos con Aaron.
—Te puedo conseguir un trabajo, lo otro lo veremos después.
—¿Lo veremos después? ¿Qué tanto es después?
—Vendrás conmigo al club–ignoró mis preguntas–trabajarás ahí.
—No–me enderecé–estas mal de la cabeza.
—¿Quieres un trabajo no es así?
—Sí pero no en tu maravilloso imperio.
—No vas a trabajar limpiando mesas, Charlie, eso quedó en el pasado.
—¿Y que de supone que voy a hacer?
—Marcel me contó que eres muy buena en matemáticas, que eres calculadora y desarrollas estrategias para tus carreras–me vi descubierta–estoy seguro que ese talento lo puedes desarrollar en el campo y no en carreras clandestinas.
—No eran clandestinas.
—¿Ah no?
Cruzó los brazos.
—No... Eran... Distintas pero no eran clandestinas.
—Como sea, vendrás conmigo mañana a primera hora y te presentaré a todo el mundo.
—No como tu hija.-sentencié.
—¿Quieres una moto?
—Sin chantajearme, he, cuidado.-lo apunté con el dedo.
—¿La quieres?–entrecerré los ojos–demuestrame que puedes trabajar para el equipo y yo mismo te daré un celular con todo para que estés en comunicación con... Tu papá y con tu dinero podrás comprarte lo que quieras.
—¿En serio?
—Sí.
—¿La moto?
—Lo que quieras.
—No debería creerte pero lo haré.
—Al menos lo intentas.