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    Los chicos me miraban con seriedad después de contarles la verdadera razón por la cual había aceptado vivir con Mike Brown un tiempo y porque ellos podrían estar en problemas también.

—Entonces–rompió el silencio–¿Sabes disparar?
—Dios mío, Andrei–le dió un codazo–nos acaba de decir algo tan serio, ¿Y preguntas si puede disparar?
—¿Qué tiene de malo? Es una habilidad increíble...
—La persona que te vió–lo interrumpió–¿Lo conoces? ¿Lo viste antes?
—No, en mi vida lo había visto.
—Debe ser alguien sin importancia, hablaré con Paul.
—Charlie, no quiero meterlos en problemas.
—No lo harás–miró su reloj–es mejor que te llevemos a casa, ha sido una noche larga.
—Oye, ¿Quién te llevaba del brazo?
   Andrei me preguntó cuando subimos al coche.
—Ni idea, me encontró justo a tiempo para que un par de chicas no me arrancaran el cabello.
   Charlie condujo de vuelta a casa de Mike, las calles vacías de Cincinnati me daban tiempo de seguir pensando porque Mario me había mentido.
—Tu dinero...
—No, guárdalo por mi ¿Sí?
—¿Segura?–asentí–si lo necesitas, avísame.
—Claro, gracias a los dos.
   Yoshi alcanzó mi mano por encima de su hombro.
—Cuídate–dió un ligero apretón–nos vemos el lunes.
—Hasta entonces.
—Si Aaron se comunica te lo haré saber.
—Gracias.

   Entré a la casa y para mí sorpresa ahí estaba Mike.

—Buenas noches.
—Hola.
—¿Por qué estás llena de tierra?
—Jugué airsoft con los chicos.-mentí.
—¿Cómo te va con ellos?
—Bien.
—¿Solo bien?
—Son amables, son como Aaron y yo extraño mucho a Aaron así que supongo que está bien. Afortunadamente pronto lo veré.

   Toda la noche la pasé despierta, tenía muchas preguntas y pocas respuestas.

   Alguna vez había leído que los domingos son los días donde más extrañas y lo comprobé, la pasé toda la mañana tirada en la cama, de vez en cuando lloraba un poco.
  
   Un par de pequeños golpes se escucharon del otro lado de la puerta.

—¿Charlie? Charlie, soy Mónica.
—Pasa–la vi entrar, iba en ropa casual como nunca la había visto–pensé que volverías hasta mañana.
—Acabo de llegar–caminó hasta la cama y se sentó–¿Cómo estás? Mike dice que no has salido de tu habitación en todo el día.
—Estoy bien, solo no tengo ganas de nada.
—¿Quieres salir a comer? Te acompaño.
—No gracias.-traté de sonreírle.
—Charlie me dijo que hiciste una gran carrera anoche y también lo demás.
—No sé quién era.
—De igual manera y como recomendación, creo que no es bueno que vuelvas ahí. Al menos no por ahora.
—Lo sé.
—¿Segura que no quieres salir a comer? Puedes venir con nosotros.
—¿Contigo y con el entrenador?–asintió–no, que pena. Bajaré más tarde, te lo prometo.
—Te voy a creer entonces–se levantó–solo quería asegurarme que estabas bien, tengo que irme.
—Gracias, de verdad.
—No tienes que agradecerme–me sonrió con calidez–si hay novedad de tu amigo vendré de inmediato, ¿Sí?–asentí–come algo y ya no llores, por favor.
—Que sí, fuera shu.-me reí.
—¿Ya viste? No te cuesta nada reír.
—Un poco solamente, saluda al entrenador de mi parte.
   Le dije mientras la veía caminar a la puerta.
—De tu parte.

   Después de la agradable plática con Mónica, me animé a bajar por comida.

   Estaba completamente sola, era domingo y no había servicio.

   O eso creía.

—Buenas tardes.
   Escuché detrás de mi, estaba tan entretenida preparándome un sándwich que escuchar una voz de repente me hizo dar un pequeño brinco de sobresalto.
—¿Hola?
   Miré a donde provenía la voz.
—Soy Rosalie... Rosie, hija de Mike.
—Soy... Charlie...-no supe que más decir.
   Rosie era una mujer delgada como una hoja, su melena rubia y larga parecía de seda, realmente parecía una Barbie humana.
   Me sorprendió darme cuenta que teníamos rasgos similares, los ojos grises y la piel blanca como la nieve era lo que más se nos parecía. De ahí en fuera, mis piernas eran largas como dos torres y torneadas, las de ella eran un poco más cortas y delgadas.
—Hola, Charlie–me sonrió–papá me contó de ti, discúlpame no haber venido antes.
—Hola... Quiero decir... Sí, no te preocupes...
—Descuida, yo no soy como el tonto de nuestro hermano.
—Bueno.-resoplé.
—Claro, discúlpame no quise decirlo así. Es solo que yo sí estoy realmente emocionada por conocerte.
—¿Sí?
—Por supuesto–se acercó más–siempre quise una hermana a la que ponerle vestidos de princesa, jugar al té y a las muñecas con ella. Cuando papá me contó de ti, me hizo mucha ilusión y cuando dijo que vendrías, moría por venir.
   Tenía cierto grado de incredulidad en mi interior, ¿Era verdad que le daba gusto conocerme?
—Vaya, no sé qué decirte.
—No tienes que decirme nada, puedes darme un abrazo, ¿Tal vez?
—Ah... Sí, sí claro, no soy mucho de contacto físico pero sí.
   De inmediato me dió un abrazo fuerte.
—No tienes idea de la felicidad que me da conocerte.
—Discúlpame si te parezco un poco mal educada pero no esperaba que alguien aquí se alegrará realmente de conocerme.
—De eso nada–se sentó frente a mi–entiendo que el encontronazo del otro día te dejara descolocada. No nos dió tiempo ni de presentarnos.
—¿Eras tú?–asintió–no presté atención honestamente.
—Me lo imaginé pero bueno, ya pasó... ¿Cómo estás?
—Pues... ¿Bien? No sé qué decirte–solté una risa nerviosa–¿Quieres un sándwich?
—Sí–se rió–me vendría bien un sándwich.
   Comencé a preparar un sándwich extra.
—Oh–entró a la cocina también–veo que ya se conocieron.
—Hola, pá.
—Hola, Mike.
—Charlie me prepara un sándwich, ¿No es maravilloso?
   Rosalie no parecía, estaba emocionada y el tono en su voz la delataba.
—Es maravilloso, sí.
   Le entregué la comida y me agradeció como si le hubiera servido el más exclusivo de los menús.
—¿Qué vas a hacer hoy?
—¿Yo?–asintió–no sé... Nada supongo.
—¿Por qué no la llevamos al club?–miré a un sonriente Mike–me encantaría presentarla a todo el mundo, se van a quedar fascinados cuando vean que somos como gemelas.
   Tuve un pequeño ataque de pánico en mi interior.
—No sé si ella quiera.
—¿Qué dices? Vamos, te presentaré a todas mis amigas.
—Lo que pasa es que creo que van a venir mis amigos.
—¿Otra vez?
—¿Amigos?–la chica interrumpió–¿Tienes amigos aquí?
—Jones y Iosivas–le dijo por mi–me parece que ya pasaron suficiente tiempo juntos, ¿No?
—Vamos, Cha, te va a encantar el club.
—¿Cha?
—Ay, discúlpame ¿Puedo llamarte Cha? Me parece un apodo adorable.
—Sí puedes.
   A veces tenía problema con decir que no y eso me causaba todavía más problemas.
—¿Vamos?
   Miré a Mike como pidiendo ayuda pero no dijo nada.
—No puedo estar hasta muy tarde, mañana tengo que despertarme temprano.
—Descuida, no nos quedaremos hasta tarde–sonrió de oreja a oreja–te prometo que te va a encantar.
—Bueno, señoritas, como veo que ya tienen planes yo me voy a ocupar en otras cosas.
—Tú y tus negocios, ven con nosotras, papá. Imagínate lo bello que será que llegues con tus dos princesas.
   Mi estómago se revolvió.
—Eso–dió un toque en su nariz–será otro día, tengo que trabajar.
—Hmmm bueno.
—Las veré luego–dió un beso en el cabello de Rosalie–mucho cuidado.
   Lo vi con la intención de acercarse a mi así que huí al lavavajillas.
—Hasta luego, Mike.

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